Ha habido “cazas de brujas” pero también de “marujas”: un análisis de la “estigmatización” histórica de las mujeres

¿Qué rasgos tienen en común las brujas y las marujas? Que son mujeres. “En el 97% de los casos cuando hablamos de brujas, hablamos de mujeres”, señala la profesora Montserrat Jiménez. Ambos términos son, sin que suponga ninguna novedad, una muestra más de la estructura social que ha “estigmatizado” y “demonizado” a mujeres, ya fuese por sus conocimientos, como en el caso de las brujas, o por permanecer en casa, para lo que se utiliza la despectiva palabra 'maruja'.

Jiménez es profesora del Departamento de Historia Moderna y Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y tiene una amplia trayectoria en el estudio de su disciplina con perspectiva de género. Fue la encargada de dirigir la primera conferencia del ciclo organizado por la Unidad de Coordinación contra la Violencia sobre las Mujeres de la Delegación del Gobierno de España en Castilla- La Mancha, bajo el título 'Una aproximación cultural a la violencia sobre la mujer'.

En su charla 'Brujas y marujas. Mujer y maltrato a lo largo de la Historia' la profesora ha expuesto los resultados tras años de investigación de la “persecución” que ha sufrido la mujer a lo largo de la historia. Pero, además, también cuenta el presente como un momento de “esperanza”, de una nueva “revolución”.

Desde 2013, Montserrat Jiménez imparte la asignatura 'Historia y género en la época moderna', y a partir de su experiencia ha publicado tomos como 'Manual d'història de la dona. Manifest per a un futur millor', que abarca desde la antigua Grecia a los inicios del siglo XXI.

¿Por qué fueron perseguidas algunas mujeres a las que llamaron brujas? ¿Qué había detrás de la acusación de brujería? “La representación de las brujas y las marujas se ha planteado de esta manera porque hay identidades sobrevenidas en cómo vemos el mundo. En cómo consideramos que existe la otra persona. Desde luego ha habido una caza de brujas y una caza de marujas, y, además, ha habido víctimas en ambos frentes. Esto no puede ocurrir si no hay un discurso previo de degradación de la persona victimizada”, asegura en conversación con elDiarioclm.es.

La razón tiene un origen milenario. “Creo que son proyecciones del imaginario colectivo. Las brujas realmente no existen. No hay personas que puedan cambiar el clima o el devenir de las personas. Es una manera de antropomorfizar el miedo y vincularlo a una persona determinada”, resalta. En este caso, a las mujeres.

Y es que, asegura que “la mujer ha sido tradicionalmente un chivo expiatorio. Los fuertes quieren ganar siempre y entonces buscan a otros más débiles en quienes proyectarse y destruir. Se han aprovechado de esta vulnerabilidad histórica de la mujer para hacerle cargar con este sambenito”, destaca la experta.

“Las marujas son la representación negativa de mujeres ociosas, en casa, ventaneando y conspirando. Es una imagen negativa más que se ha perpetuado a lo largo de los siglos”, resalta la profesora.

Desde la misma definición de la RAE

Y en la conferencia así lo señaló Jiménez. De hecho, recalcó que la definición de la misma RAE explica que las marujas son las que “solo” se dedican al trabajo doméstico. “Lo trascendente es el sólo, porque habla de que estas mujeres son cómodas y se dedican a un trabajo insuficiente”, explicaba en la conferencia, acompañada por Aránzazu Lafuente, directora del Archivo Histórico de la Nobleza y Consuelo García López, jefa de la Unidad de Coordinación contra la Violencia sobre las Mujeres de la Delegación del Gobierno de España en Castilla- La Mancha.

“En realidad las brujas y las marujas son una representación de la misma realidad. Es nuestro propio miedo el que crea a las brujas y los estereotipos de las amas de casa”, resaltaba la profesora. Y Jiménez trazó una línea incluso hasta la antigua Roma para encontrar el origen de la misma palabra 'patriarcado' y su relación con leyes que permitieron “legalizar el maltrato”, como es el caso de los derechos con los que gozaba el 'pater familia', que tenía “derecho de vida y muerte sobre quienes habitaban bajo su techo”. “De aquellos polvos, estos lodos, resaltó.

“¿Qué tienen en común brujas y marujas? Que vienen de un relato que se convierte en un pretexto honorable para legitimar su maltrato. Es necesario este relato. Y para conseguirlo, se le quita identidad a la mujer y se le atribuye un estereotipo”, explica. Tanto el de las brujas, como el de las marujas. Quienes sufrían este tipo de denominación “debían luchar contra una identidad atribuida por otro”. “Se les reduce a un estereotipo, que es una imagen muy simplificada que les da quien las quiere mal”, resaltaba Jiménez. “A las brujas se les etiquetaba así en un proceso muy similar al de las marujas, y es por su vulnerabilidad. Se elige a quien maltratar porque son un blanco fácil y vulnerable. Y también porque había una impunidad. No había un ostracismo social para el agresor de estas mujeres, sino incluso un amparo social”, concluía.

Ahora hay una “revolución”

La profesora no elude sin embargo cierto optimismo. Cree que hay esperanza, sobre todo en el momento actual. “Ahora hay una revolución que busca un cambio de estructuras a fondo. Las mujeres estamos llevando a cabo una revolución muy trascendente, porque nos estamos rebelando contra todas las épocas históricas, contra todos los sistemas políticos, porque todos han sido patriarcales. Nuestro entorno siempre ha sido patriarcal”, sostiene. “Lo que nos toca es reivindicar nuestra revolución, porque es única. Y también es la única en la que las revolucionarias también somos víctimas”, señala, en relación a las víctimas de violencia de género.

Por eso, explica, charlas como esta, o su especialización como docente y académica es una “justicia metafórica”. Por eso, defiende que ha sido importante escribir historia, Historia con mayúsculas y con protagonistas femeninas “sin complejos”, apuntando a la vinculación de las mujeres a la Medicina, la Filosofía o la Historia. “Lo que queremos es reivindicar a las mujeres, que han sido tan demonizadas y estigmatizadas. También es un intento de asumir el legado de las víctimas de la intolerancia y contribuir a la rehabilitación de figuras que simplemente han sido humanas”, concluye.