La entrada a Mocejón desde la autopista de peaje que une Toledo con Madrid es el reflejo de la comarca a la que pertenece. En La Sagra abundan los campos de cereales y de pequeños olivares y viñedos, y algunas cooperativas y almacenes de estos productos se ubican en la carretera de acceso. Están casi todos cerrados. Algunos por vacaciones y otros porque el pueblo está de luto oficial por Mateo, el niño de 11 años asesinado este domingo a puñaladas en el campo de fútbol.
También muchas tiendas y comercios han decidido no abrir y han colocado pequeños crespones negros. Es un lunes triste y de silencio bajo el sol de agosto. Un silencio que muchos vecinos no quieren romper. Solo lo hacen cuando algún medio de comunicación como elDiarioclm.es se acerca a preguntar. Las conversaciones se ven interrumpidas por el sonido del helicóptero que sobrevuela el pueblo y que forma parte del dispositivo que este lunes por la mañana seguía buscando al autor del crimen.
Suena alguna radio por las ventanas y balcones con noticias sobre este asesinato. Una mujer le pone un audio a su madre, apostada en la puerta de su casa en silla de ruedas, con informaciones sobre los hechos en el móvil. “Mira, mamá, lo están buscando”, le dice. La madre solo niega con la cabeza.
Justo enfrente pasan por la calle varios menores, todos acompañados de familiares. “Claro que tenemos miedo”, comentan los adultos. “Ayer ni siquiera salimos de casa, solo fuimos a la concentración del minuto de silencio. Todavía no lo han detenido y no sabemos quién es. Encima no paran de salir mentiras. Un horror”.
“Prudencia, por favor”
Los habitantes de esta localidad de unos 5.000 habitantes situada a 15 kilómetros de la capital castellanomanchega explican que solo quieren el porqué de un crimen que se les antoja inconcebible. Pero mientras tanto solo pueden manifestar su impotencia, su solidaridad con la familia y su asombro por la gran cantidad de información sin contrastar y sin pruebas que está circulando por las redes sociales y que señalan teorías sobre el origen o la etnia de la persona que asesinó al niño. Tanto es así que la familia del menor tuvo que salir al cruce de estos bulos: “Nosotros, la familia, no tenemos sospecha de quién puede ser, y por eso no queremos que se criminalice a nadie por la etnia, por la raza, por el color, por su creencia”, aseguraron.
Ante todo, impera entre vecinos y vecinas el respeto a la familia de Mateo. Así lo expresan las dueñas de un par de tiendas que permanecen abiertas y que los conocen de toda la vida, puesto que regentan una panadería. “No hay nada que decir. Ni nos podemos imaginar el dolor de la familia y solo eso es lo que importa. Prudencia, por favor”, comenta una de ellas.
Al lado hay un grupo, en la calle, que está hablando del tema. Uno de muy pocos que se ven por las calles. Son Mari Carmen, Nuria y Julián, madre, hija e hijo, todos nacidos en el pueblo. “Somos de Mocejón de toda la vida y no lo hemos digerido todavía. Mi hijo era amigo del niño. Es un poco más mayor, pero en el campo de fútbol iban a jugar niños y niñas de todas las edades”, dice Nuria.
“Este es un pueblo tranquilo. Ese niño era maravilloso, siempre por aquí jugando y con sus amigos. ¿Es que no respetan nada?”
“Mucha gente ayer no quería salir de casa. Yo me enteré porque me llamó mi otra hija. Luego comenzaron a patrullar por todo el pueblo. Se oía el helicóptero a todas horas. Empezaron a circular rumores de todo tipo, cuando en realidad nadie sabe nada. Solo sabemos que estamos rotos de dolor”, añade Mari Carmen.
Julián se muestra “conmocionado” y muy contrariado con los bulos. No comprende cómo pueden circular tan rápido y que mucha gente los dé por buenos. “Este es un pueblo tranquilo. Ese niño era maravilloso, siempre por aquí jugando y con sus amigos. ¿Es que ya nadie respeta nada?¿Ni el dolor de la familia?”. Nos pide, como medio de comunicación: “Por favor, vosotros no hagáis eso”.
Por una calle pequeña, a la sombra, pasea Alejandro con su niña de cinco años. Es colombiano y decidió quedarse en el pueblo hace meses tras una visita a su padre. Le gustó mucho el municipio y está gestionando su permiso de residencia. “Estamos en shock. Ayer no había nadie en la calle. Hoy ya se ve un poco más, pero muy poco. Es normal, no es algo que se pueda entender. Yo no paro de pensar en mi niña… y en esa familia”.
Se para también a hablar con este periódico Noreddine, de origen marroquí pero con nacionalidad española, y tres hijos nacidos en este país. Trabaja en la construcción y vive desde hace 20 años en el pueblo. Uno de sus hijos es de la edad de Mateo y también acude a jugar al campo de fútbol. “Aquí siempre ha habido una convivencia magnífica. Que eso no se rompa. Que atrapen al culpable y que lo pague. Para que la familia tenga justicia, aunque ese dolor no creo que se pueda superar”, subraya muy apenado.
Hay comentarios mucho más encendidos sobre el asesinato. A la puerta de una tienda de ultramarinos, Aitor censura a Daniel, que se hace eco de algunos bulos dándolos por buenos. “No, hombre, hay que esperar, no hay que ponerse nerviosos”, le dice. “Hay que ser prudentes. Estamos conmocionados y solo hay que confiar en que lo encuentren”.
A poco menos de un kilómetro del centro está el campo de fútbol 'Ángel Tardío' donde se produjo el asesinato. Allí se agolpan muchos periodistas que también quieren saber, aunque los únicos que pueden entrar son los agentes del grupo de la Comandancia de la Guardia Civil encargado de la investigación.
Cada vez que pasa un coche para entrar en el recinto, los micrófonos lo rodean. Pero no hay nada que decir: la investigación está bajo secreto de sumario por orden judicial.
El campo de fútbol está rodeado por decenas de casas y chalés. Justo enfrente de la entrada vive Rosa, que cuenta que pudo pasar al recinto cuando se produjeron los hechos, aunque después la policía local desalojó a todo el mundo menos a la familia. “No te puedes imaginar ese dolor. Nadie puede. Yo solo puedo remitirme a las palabras del primo de Mateo: por favor, respeto a su dolor. Y también respeto para el pueblo. Esto lo ha hecho alguien. Que lo pillen y lo pague. Nosotros bastante tenemos ya”, concluye.
En la plaza del Ayuntamiento hay también hay decenas de periodistas. Y junto a ellos, sentados a la sombra, dos o tres vecinos. Uno de ellos pregunta si sabemos algo de la investigación. “¿Y qué hacéis aquí? En el Ayuntamiento no lo vais a encontrar”, nos espeta uno de ellos. No resultan fáciles las preguntas ni las respuestas en un pueblo de luto por el crimen de un niño que nadie consigue explicarse.
Este lunes, a las 20.30 horas, el arzobispo Francisco Cerro Chaves va a presidir una homilía por Mateo en la parroquia de la localidad. Dentro de las casas, otros muchos le rendirán tributo de diferentes formas.
Porque Mocejón está de luto. El oficial durará tres días; el otro, dicen los vecinos, permanecerá entre ellos mucho más tiempo.