Hace más de 430 años, un vecino de la localidad toledana de Fuensalida, Yuste López, entregaba a su hija Magdalena, de unos ocho años de edad, a un vecino de Toledo durante 12 años. Bartolomé del Castillo le pagó a este padre 22 reales, con el compromiso de dar de comer, beber, vestir y calzar a la pequeña, y también de enseñarle a tejer tafetán.
Un notario llamado Luis Méndez firmó el contrato, en el que el padre se comprometía a “no vos la quitar por más ni por menos, ni por el santo ni por otra razón alguna” y también a que la muchacha “no se irá ni ausentará del servicio antes del dicho tiempo ser cumplido”. Incluso, si la chica escapaba, el padre se “obliga de la traer doquier que esté”.
El documento que registra esta transacción, en la que este padre convertía a su hija en esclava de Bartolomé del Castillo, es parte de la exposición 'Mujeres en lucha: Vulneración de los derechos de las mujeres a través de los documentos del Archivo Histórico Provincial de Toledo', organizada por Amnistía Internacional y que se puede visitar hasta el día 29 de noviembre. María Eugenia Alguacil, técnica del Archivo Histórico Provincial de Toledo, es la encargada de realizar la visita guiada de los documentos y explica que este tipo de casos era, efectivamente, “muy frecuente”. El de Magdalena es un caso de “semi-esclavitud”, algo que ocurría de manera bastante generalizada y no solo en el siglo XVI, sino también durante la Edad Media.
“Hemos visto en más documentación del siglo XV muchísimas cartas de servicio. Se trata de una niña que hoy en día estaría en el colegio jugando, y tenemos que pensar en que entonces la ponían a trabajar en condiciones bastante duras”. La archivera lo describe como un caso de “violencia indirecta” hacia la infancia durante una de las visitas guiadas a la muestra a la que acude elDiarioclm.es.
Otro documento de la exposición, que data de 1794, detalla lo vivido por Antonia Losada. Recibió una paliza de su marido, Bernabé García, con una estaca. El juez le impuso cárcel, pero incluso estando apresado, Bernabé mandó a decirle a su mujer que negase los hechos, que no confesara la verdad, que realmente solo tenían “desavenencias matrimoniales” debido a sus visitas a casas de “mala reputación” y que de ahí venía el problema.
En este caso no llegó a producirse “ningún tipo de pena ni condena”. María Eugenia Alguacil resalta que “por desgracia” ocurría provocando que la víctima se “replegase” y que es similar a cuando las mujeres, aun en la actualidad, retiran las denuncias contra sus agresores.
Juana fue violada en 1795. Su caso también está documentado en el Archivo Histórico Provincial. El hombre que la agredió era Ramón Riscales, un vecino de la mujer, que estaba casada con dos hijos y que se encontraban con ella en el momento de la agresión. Los hechos ocurrieron en la localidad de Hormigos, en Toledo.
Fue el mismo marido de Juana, Pedro Jiménez, quien denunció a su mujer tras ser violada. No denunciaba la violación, sino el adulterio de su mujer. “En las declaraciones aparece que uno de los niños estaba llorando junto a su madre”, recalca Alguacil. Finalmente, se retiró la denuncia contra la mujer y no hubo tampoco ninguna pena contra el agresor. “Las únicas medidas de protección para la mujer, era dejarla 'en depósito' cuando se había cometido alguna acción violenta contra ellas, protegerla y mandarla a casa de otra persona, generalmente un familiar”, explica la técnica del Archivo. En vez de protección judicial, uno de los 'refugios' habituales solía ser el convento.
A los archivos nos corresponde preservar la memoria de las mujeres que han sufrido violencia por el hecho de serlo.
La exposición incluye también el caso de Teresa Manzano, una niña de apenas 10 años que sufría las agresiones de su padre, un cabo de la Guardia Civil de la localidad de Mora. Así lo recogen las declaraciones de la niña, conservadas en el archivo: golpes, tirones de pelo, incluso el ser arrastrada por su progenitor por el pelo. “Incluso los compañeros de este hombre declararon a favor de la niña”, resalta Alguacil.
En el documento de su “depósito”, la niña describe cómo el padre la cogía de las orejas y la trenza del pelo, y que incluso la “levantaba en alto” y le daba “puntapiés” en el suelo. Además de esto, la pequeña afirmaba que nunca desayunaba y que la comida del mediodía era “escasa”. No solo los compañeros del puesto de la Guardia Civil confirmaron su testimonio, también los vecinos de la niña.
Que hubiese mujeres “depositadas” no es algo excepcional, puesto que no existían las casas de acogida como recurso; tampoco juzgados especializados ni protocolos policiales. Por eso, se optaba por “depositarlas” en un lugar que fuese considerado seguro.
El documento explica que la pequeña huyó del colegio y que fue encontrada a los dos días. Las autoridades decretaron entonces que se fuese “depositada” en la casa del fiscal y finalmente, tras un proceso judicial, fue apartada del padre. “Vemos una cierta evolución”, resalta la archivera -el caso es de 1889-, pero matiza que todo dependía de la “arbitrariedad del juez” del momento.
El último documento que podemos observar durante el recorrido ya está redactado con una máquina de escribir, pues se corresponde con el año 1948. Es el informe de un suceso ocurrido en la ciudad de Talavera de la Reina: la muerte de Benita Sánchez, asesinada por su marido. Su cuerpo lo encontró el criado de un boticario de la zona, que paseaba por el camino de la Membrilla. “En las declaraciones del propio marido que fue, por supuesto, encarcelado se declara que había tenido una fuerte discusión con ella que ya estaban separados, pero que se habían reunido con motivo de visitar a un hijo común que estaba hospitalizado”.
En el informe de la inspección policial realizado en el cuerpo, se registra el “detalle” de que Benita recibió una puñalada en el vientre y otra en el lado izquierdo del pecho. 'El Chato', el asesino de Benita Sánchez, sí fue condenado, a una pena de 30 años de cárcel que cumplió entre Talavera de la Reina, Toledo y también en la prisión del Puerto de Santa María.
Las violencias documentadas
“Vemos una pequeña evolución en cómo se han ido tratando estos problemas y cuál ha sido la visión de la sociedad hacia la violencia de las mujeres”, explicaba María Eugenia Alguacil, quien destaca los “grandes” avances conseguidos en este sentido entre los siglos XX y XXI. A través de esta iniciativa, coincidiendo con la conmemoración del 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el Archivo Provincial toledano quiere mostrar que es algo que siempre ha existido y que su historia también debe ser estudiada y conocida. “Lo que no se conoce, no se aprecia y tampoco se valora”, resalta la experta.
El historiador Felipe Vidales ofrece una visión complementaria a la que expone durante estos días el Archivo Histórico Provincial. “Es necesario conocer que hay unas estructuras misóginas y patriarcales que van más allá de cualquier planteamiento religioso”, aseguraba Vidales. “Existe un contexto jurídico que a veces los documentos no argumentan. Pero la violencia estructural se sostiene sobre un enorme caudal de discursos jurídicos, literarios, históricos y religiosos”, destacaba el experto.
Y como muestra, cita 'El Corbacho', de Alfonso Martínez de Toledo, arcipreste de Talavera, enterrado en la catedral de Toledo. Se trata de una obra literaria editada en el siglo XV, en la que se dice de la mujer: “La mujer que mal usa y mala es, no solamente es avariciosa, es fallada, más aún, envidiosa, maldiciente, ladrona, es cuchillo de dos filos, inobediente, contraria de lo que le mandan. Soberbia, vanagloriosa, mentirosa y amadora del vino una vez que lo prueba”.
Desde las brujas hasta las prostituta. Hablamos de “violencias estructurales, milenarias y arraigadísimas” contra la mujer, concluye el historiador y que han quedado documentadas para la posteridad en los documentos que custodian los archivos.