A cantar vienen con la pandereta en la mano. Que se las escuche gritar porque esta noche hay foliada. Antes de que el público existiera y cuando unas veces te tocaba cantar y otras bailar. Mucho antes de todo eso, ya se había iniciado una larga batalla de ataques, prohibiciones y olvidos contra la música hecha por las mujeres que no se adaptaban a los escasos papeles que la historia les tenía reservados, reina, madre y santa, el resto, prostitutas o mudas.
Pandereteiras y cantareiras anónimas, camufladas en los pliegues de las coplas populares, entre metáforas y requiebros. Bajo prohibiciones, hogueras o intentos de convertirlos en cantos beatíficos, la música hecha por mujeres siguió recorriendo los siglos y los tiempos como un río subterráneo fecundo y poderoso bajo las losas de los palacios y el barro de los caminos.
Olaia Maneiro, Aida Tarrío y Sabela Maneiro, Tanxugueiras, son nietas, bisnietas y tataranietas de aquellas mujeres que dejaron en los márgenes de los libros de historia. Aunque únicamente Aida tiene el antecedente directo de su abuela tocadora y cantareira, aunque casualmente aprendió a tocar con su otra abuela, las tres forman parte de una tradición milenaria de mujeres se reunían para aprender a tocar y cantar en lo que hoy llamamos asociaciones. Nacidas desde la naturalidad festiva, de los cantares de fiesta y jolgorio, transgresores y populares, Tanxugueiras forman parte de una cultura tradicional alejada de los bucolismos y nostalgias con el que se imagina el medio rural desde las ciudades.
Las pandereteiras cruzan los tiempos en el anonimato de sus nombres y creaciones. Nunca se dio reconocimiento creativo a las autoras anónimas de esta lírica popular de unas mujeres que no sabían leer ni escribir, que no cobraban por su música, que no dejaron sus composiciones sobre el papel, pero que durante siglos permanecieron vivos en la intimidad de las cocinas o escondidos cantos lúdicos y licenciosos refugiados en los pliegues de metáforas cuando salían al exterior. A pesar de las prohibiciones, de las hogueras brujeriles o del intento del poder de convertirlos en cantos beatíficos, siguieron recorriendo los siglos y los tiempos como un río creativo subterráneo, fecundo y poderoso.
Lírica popular que conserva la viveza de lenguas tantas veces marginadas, cuando no prohibidas, utilizadas para estigmatizar y que hoy son reivindicadas como la conexión cierta con aquellas y aquellos que nos precedieron. Gentes que cantaban al amor, al desamor, a la tristeza o a la alegría y que dejaron en sus canciones tradicionales impregnadas de una forma de ver el mundo, afortunadamente superada en muchos aspectos sociales, sigue guardando en su interior mucha sabiduría.
La verdadera transformación social, más allá de declaraciones y parlamentos, se refleja en que por primera vez en miles de años estos cantos tienen el reconocimiento público al mismo tiempo que recuperan su función original como medio de expresión, libre de censuras y moralinas. Pasó el tiempo de los renglones tachados o la reescritura de los textos por parte del poder. Es el momento de acercarse a la tradición como medio de expresión y reivindicación cultural contemporánea de una generación de mujeres empoderadas y libres.
Una nueva generación de intérpretes femeninas ha llegado a los escenarios para recuperar estas voces silenciadas durante siglos. Artistas tan diversas como Tarta Relena, María José Llergo, Queralt Lahoz, Caamaño&Ameixeiras, SES o las propias Tanxugueiras, por citar artistas que beben de distintas fuentes, reivindican la voz acallada durante siglos de la creatividad femenina, de las lenguas despreciadas y de las culturas populares.