La confesión que nadie creyó: el hombre que grabó a sus compañeras en el baño dijo que había sido él cuando encontraron la cámara

Lo tomaron como una broma. Nadie creyó a Luis, el empleado modélico de Konecta, cuando el pasado martes una compañera anunció en la sala donde trabajaba que se había hallado una cámara oculta en el baño de mujeres. “He sido yo”, dijo antes de marcharse. Sus compañeros pensaron que era una broma y que se había ausentado para cenar, su turno acababa a las 23:00 horas. Pero Luis no volvió, ni ese martes, ni el resto de los días que debía haber trabajado.

Tampoco ese absentismo despertó sospechas. El hombre, de 51 años, tenía a su cuidado a una madre enferma que recaía de vez en cuando. Llevaba más de 20 años en su puesto, estaba muy bien considerado y sus permisos eran relativamente frecuentes por la mala salud de su progenitora. Lo detuvieron el pasado viernes, 48 horas después de que la empresa formalizase la denuncia. Sus compañeras, en Konecta el número de mujeres ronda el 90%, estaban deshechas este lunes, cuando supieron quien era el hombre que las había grabado mientras usaban uno de los aseos. Era discreto, educado, correcto y muy trabajador. El compañero perfecto con el que incluso tomaban alguna caña al salir de trabajar. “Es que incluso acompañaba a algunas hasta el aparcamiento”, relatan a eldiario.es. En las últimas semanas, las teleoperadoras de Konecta se enfrentan a las idas y venidas de un exhibicionista que las espera en el parking privado.

Luis, residente en una cabecera de comarca de Valladolid, tenía un arsenal informático en su poder: desde la cámara que una empleada encontró oculta en el dispensador de papel higiénico, a una tipo botón, pasando por la videocámara de uso 'casero' y varias tablets. Además, la Policía se incautó de varios discos duros, microtarjetas de memoria SD, pendrives...todo ello pendiente de un análisis más extenso. Las primeras inspecciones apuntan a una actividad prolongada en el tiempo. Hay imágenes tomadas debajo de las faldas de mujeres y grabaciones en otras zonas de la empresa, no sólo en el baño donde se encontró el dispositivo. La cámara que usaba cambiaba de sitio. Era imprescindible porque sobre las diez de la noche, el personal de limpieza higieniza los baños y repone el papel. El hallazgo de la webcam fue cuestión de suerte: el papel se había acabado, la joven que estaba usando metió la mano, y la cámara, anclada con un imán cayó.

Aunque pidieron silencio a la afectada, no lo guardó, y en cuestión de minutos, todas las trabajadoras sabían lo ocurrido. Una de ellas entró en la sala donde trabajaba Luis y lo anunció: “Acaban de encontrar una cámara oculta en un baño”. “He sido yo”, dijo. Y se marchó. Nadie prestó atención hasta el lunes, cuando el rumor de la detención y de su despido alcanzaron la categoría de hecho. El golpe emocional fue tan devastador que algunas de sus compañeras más cercanas presentaron una baja médica horas después.

¿Cómo pudo acceder al baño de mujeres sin despertar sospechas? las fuentes consultadas por eldiario.es apuntan a dos circunstancias: la primera tiene que ver con la dureza de los turnos y sus breves pausas. “Alguna vez usamos los baños de chicos si el nuestro está lleno, porque tenemos unos minutos y los perderíamos yendo al otro edificio o a otra ala. No nos hubiese extrañado mucho encontrarnos a un compañero en el nuestro”, explican. Pero, además, la seguridad en Konecta es prácticamente inexistente. “No hay seguridad privada, del acceso se encargan los de mantenimiento que están en la puerta, pero por lo demás, cualquiera puede moverse libremente por los edificios, desde la gente que viene a formación hasta los invitados que alguien quiera meter”, relatan. No siempre fue así. Los ahora trabajadores de Konecta, ubicada en el Polígono de Argales, antes pertenecían a Golden Line. Esta primera empresa estaba en el Parque Tecnológico, en Boecillo. “Para acceder pasabas por una garita de seguridad a la entrada, y llevábamos una tarjeta con foto y nombre. Después en el edificio de la empresa cada puerta se abría con control de iris. Pero aquí no hay nada de eso”, lamentan.

Tras la detención del trabajador, el juzgado decretó para él libertad con fianza y prohibición de acercarse a la empresa. Se le imputa un numero indeterminado aún de delitos contra la intimidad que lleva aparejadas penas de hasta cuatro años de prisión. Si las imágenes se hubiesen compartido de algún modo, sería delito agravado. La Policía trata ahora de identificar a las mujeres que aparecen en las grabaciones.

Desde Konecta, aseguran a este diario que hubo un contacto inmediato con la Policía desde que se conocieron los hechos aunque reconocen que el protocolo “puede ser mejorable”, y que se ha colaborado activamente para dar con el autor de los hechos.