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La UE y la geopolítica mundial

Pere Ortega

Centre Delàs d'Estudis per la Pau —

En Bruselas, el pasado 13 de noviembre, los cancilleres de política exterior de la UE decidieron recuperar la vieja demanda de iniciar una defensa europea autónoma de Estados Unidos, es decir de la OTAN. Vieja, porque ya lo intentaron en el pasado sin éxito y ahora vuelven a intentarlo. Una propuesta, por otro lado, no demasiado autónoma, pues decidieron continuar coordinados a la OTAN. Pero el hecho, es que se puso en marcha una Cooperación Estructurada Permanente en Defensa (PESCO), impulsada por Alemania, Francia, Italia y España, y a la que sorpresivamente se han sumado hasta 23 países de la UE, creando un Fondo Europeo de Defensa con un presupuesto de 600 millones hasta 2020 y de 1.500 millones a partir de 2021.

Este nuevo organismo de defensa arroja incertidumbre sobre su futuro, pues si la OTAN, con 28 países, no siempre ha sido fácil de poner de acuerdo en los importantes conflictos de los últimos años, Afganistán, Irak, Libia, produciéndose crisis internas entre sus miembros. En Irak, Francia y Alemania se opusieron a participar; en Afganistán jugo un papel secundario de reconstrucción del país, por desavenencias en cómo participar en ese conflicto; y el Libia ocurrió algo similar. Ahora la nueva PESCO con 23 países adheridos, muchos de ellos del centro y este de Europa, fieles aliados de EEUU y la OTAN, no será fácil convencerlos para que se emancipen de la OTAN.

Esta PESCO nace en unos momentos en que la geopolítica mundial esta cambiando profundamente y hoy los desafíos a que debe hacer frente la comunidad internacional son muy diferentes a cómo lo fueron tras la derrota de la URSS en 1991. Desde entonces, el capitalismo y la globalización neoliberal se ha impuesto en todo el planeta, con pocas y no demasiado satisfactorias excepciones.

En este nuevo escenario, Europa ha dejado de ser el centro de interés para el capitalismo global que se ha desplazado a nuevos espacios. El principal de éstos en el sudeste asiático. En aquella región, se ha desarrollado un crecimiento económico espectacular, protagonizado por los denominados tigres, Vietnam, Singap Corea del Sur, Indonesia, pero en especial China e India, que entre todos, suman más de tres mil millones de habitantes y un crecimiento arrollador, que los ha convertido en objeto de deseo de las transnacionales y corporaciones del gran capital mundial. Entonces, resulta comprensible que Estados Unidos, primera potencia mundial en lo económico, político y militar, centre su atención en aquella región y vaya abandonando paulatinamente Europa, para centrar sus esfuerzos geoestratégicos en aquella zona.

Así, EEUU, ha ido afianzando las diversas bases militares ya existentes entre sus múltiples países aliados, abriendo nuevas y desplazando su potente maquinaría militar hacia aquella región. Sobre todo, rodeando a China, potencia a quien más teme, pues bien sabe que, con los actuales índices de crecimiento, en pocos años la superará en PIB y se pondrá a la par en gasto militar convirtiéndose en su gran rival.

El otro gran escenario de disputa geoestratégico se sitúa en el Ártico. El cambio climático y el consiguiente calentamiento del planeta están propiciando el deshielo de la zona ártica. Lo cual abrirá el paso transoceánico al transporte marítimo de materias primas y mercaderías por el hemisferio norte desde Asia a Europa y de Rusia a América, ahorrando miles de kilómetros de transporte y toneladas de combustible. Además y no menos importante, el deshielo permitirá la extracción de hidrocarburos y minerales valiosos hasta ahora inexpugnables en los fondos marinos árticos. Entonces, no cabe la menor duda que el Ártico se convertirá en una región dónde las potencias se enfrentarán por su control. De hecho, en el norte de Europa, Rusia, Dinamarca, Noruega y EEUU ya se enfrentan por su control.

El tercer escenario geopolítico donde las cosas no anuncian en mejorar, o incluso pueden empeorar, es en Oriente Medio. Ahí la incertidumbre es total. Los enfrentamientos que se producen entre las potencias regionales, Arabia Saudí, Irán, Israel y Turquía, más la implicación de EEUU y Rusia en su apoyo a unos u otros, pueden, no sólo ser la continuación de los conflictos actuales, sino desembocar en nuevos: obsérvese hoy Líbano donde podría, ojalá no ocurra, empezar un conflicto armado con la implicación de Irán y Arabia Saudí. Además, existe el problema de los grupos armados yihadistas que tras la pérdida de los territorios controlados por Daesh en Irak y Siria, se diseminarán por otros territorios. Grupos que ya actúan por otras zonas del Norte de África y el Sahel.

Ante esta nueva situación de la geopolítica mundial, y el menor interés mostrado por EEUU hacia Europa, al que añadir la salida del Reino Unido de la UE, es dónde hay que ubicar la creación de la PESCO. Un nuevo organismo militar que nace para impulsar y coordinar unas fuerzas armadas europeas. Una PESCO, que nace llena de incógnitas respecto a su socio, la OTAN, pues vuelve el viejo dilema: defensa europea con o sin EEUU, es decir, con la OTAN; o peor, tendremos dos organismos multilaterales de defensa.

En Bruselas, el pasado 13 de noviembre, los cancilleres de política exterior de la UE decidieron recuperar la vieja demanda de iniciar una defensa europea autónoma de Estados Unidos, es decir de la OTAN. Vieja, porque ya lo intentaron en el pasado sin éxito y ahora vuelven a intentarlo. Una propuesta, por otro lado, no demasiado autónoma, pues decidieron continuar coordinados a la OTAN. Pero el hecho, es que se puso en marcha una Cooperación Estructurada Permanente en Defensa (PESCO), impulsada por Alemania, Francia, Italia y España, y a la que sorpresivamente se han sumado hasta 23 países de la UE, creando un Fondo Europeo de Defensa con un presupuesto de 600 millones hasta 2020 y de 1.500 millones a partir de 2021.

Este nuevo organismo de defensa arroja incertidumbre sobre su futuro, pues si la OTAN, con 28 países, no siempre ha sido fácil de poner de acuerdo en los importantes conflictos de los últimos años, Afganistán, Irak, Libia, produciéndose crisis internas entre sus miembros. En Irak, Francia y Alemania se opusieron a participar; en Afganistán jugo un papel secundario de reconstrucción del país, por desavenencias en cómo participar en ese conflicto; y el Libia ocurrió algo similar. Ahora la nueva PESCO con 23 países adheridos, muchos de ellos del centro y este de Europa, fieles aliados de EEUU y la OTAN, no será fácil convencerlos para que se emancipen de la OTAN.