Con solo once años, su vídeo dio la vuelta al mundo. Nada Al-Ahdal, una niña yemení, se grabó para denunciar que su familia la forzaba a casarse con un hombre de 28 años. Tuvo suerte, y, a través de un tío, pudo huir. Al-Ahdal no ha querido quedarse en un vídeo viral ni ser solo una superviviente del matrimonio infantil. Desde hace una década se ha convertido en defensora de la educación de las niñas y los derechos humanos. Ha visitado Barcelona para participar en un congreso que este martes celebra 'Do Good', el programa de defensa de los derechos de la infancia que La Roca Village realiza con el acompañamiento de la representante de Naciones Unidas contra el maltrato infantil.
Tenía solo once años cuando la obligaron a casarse. ¿Cómo se lo comunicó su familia?
Mis padres me dijeron que me tenía que casar con un hombre de casi 28 años al que no había visto nunca y que la boda sería al cabo de tres días. Me escapé de casa. Mi familia estaba furiosa, sobre todo después de que grabara un vídeo denunciando la situación.
No fue la reacción que esperaban.
Estaban furiosos conmigo porque rompí las reglas de la familia. Me convertí en la oveja negra. Intenté retomar el contacto con mi madre, le llevaba flores y pasteles para reconciliarnos, pero ella las rechazó y me dijo que ya no era su hija. Me dolió mucho. Para mí era importante no tener que romper del todo con mi familia, sobre todo porque tengo hermanas pequeñas y no quería que les pasara lo mismo.
Se juntan dos experiencias traumáticas muy seguidas: el matrimonio forzado y la ruptura con su familia.
Todo formaba parte de una misma lucha para poder vivir mi infancia en paz. Todavía quiero a mi familia. Fueron culpables de querer venderme en nombre del matrimonio, pero al mismo tiempo son víctimas de una tradición, muy mala, pero que es con la que crecieron y que considera que las mujeres son como verduras y que deben venderse y comerse lo antes posible porque si no se estropean y nadie las querrá.
Pudo ver que el problema no estaba solo en su casa, sino que era estructural.
No culpo tanto a mi familia sino al sistema que permite esto. Un sistema que no dispone de programas formativos para educar a los padres y a las niñas sobre sus derechos. Necesité años para cambiar la manera de pensar de mi familia sobre el matrimonio infantil, porque era algo que había ocurrido siempre.
¿Cuántos antecedentes hubo en su familia?
Había visto a víctimas de matrimonios infantiles forzados en mi propia familia. Mi madre se casó con 14 años y mi abuela se casó con nueve. Mi tío vio cómo mi abuelo le pegaba, le protegía con su propio cuerpo y luego mi abuelo le pegaba a él. Pero mi tío supo que eso no podía ser el futuro para las mujeres de su familia. No podía ser que una mujer tuviera fecha de caducidad antes de los 18 y cuánto más se acercara a esa edad, más rebajada se pudiera vender. Porque así es como trataban a las mujeres desde siempre, pero era porque nadie les había educado en igualdad y en que las niñas tienen los mismos derechos y pueden trabajar y estudiar.
Mi tía se suicidó quemándose viva cuando tenía 14 años porque no pudo soportar más la violencia de género que le provocaba su marido. Ella era mi mejor amiga. Mi hermana también intentó suicidarse tras intentar romper su matrimonio forzoso, y nadie en mi familia la escuchó. Desde pequeña vi a mujeres de mi familia sufrir. Fue muy doloroso, y a la vez me convenció de que era algo que no quería que fuera mi futuro, así que mi única alternativa fue huir.
Desde pequeña vi a las mujeres de mi familia sufrir, así que mi única alternativa fue huir
¿Cómo logró escapar?
Al principio no tenía adonde ir. Contacté con un amigo de mi tío, que me pudo llevar hasta él, y a partir de ahí denunciamos la situación ante el Ministerio del Interior [de Yemen]. Como mi caso saltó a la prensa y se convirtió en mediático, hubo presión sobre el Gobierno y conseguí divorciarme legalmente. Pero después tenía que volver a casa de mis padres, y yo no quería porque sabía que, por mucho que estuviera divorciada, en mi pueblo no había una autoridad que me protegiera. De hecho, como la ley no lo prohíbe, me podrían haber forzado a casarme de nuevo. Tuve que pedir que mi custodia pasara a mi tío y él lo aceptó pese a ser muy joven, es algo por lo que le estaré siempre agradecida. Aceptó la responsabilidad de mi custodia siendo estudiante de universidad y ha tenido un papel muy importante en convencer a mi familia de que es importante garantizar la educación de las mujeres y rechazar los matrimonios forzosos.
¿Cómo se le ocurrió grabar ese vídeo viral?
El amigo de mi tío era fotógrafo, y como al principio no podía contactar con mi tío, grabé un vídeo. Pero lo hice pensando en que mi tío supiera mi verdad por lo que me pudiera pasar. Y el vídeo se convirtió en viral, tuvo ocho millones de visualizaciones en tres días y llegó a mi tío, que pudo llegar hasta mí y protegerme. El vídeo fue la única solución que encontré, pero al mismo tiempo me puse en riesgo grabándolo. Era una niña y no tendría que haber estado expuesta, sino que era el sistema el que tendría que haberme protegido antes.
¿Imaginó que el vídeo tendría tanto efecto?
El gran efecto fue en parte producto de la suerte, pero comprendí que, una vez ya estaba en los medios, tenía que usar ese poder para que la gente tomara conciencia del problema y educar sobre la falta de derechos de las mujeres y los niños. Se trata de lograr cambios colectivos, no solo individuales.
Relata una experiencia muy dura con su familia. ¿Mantiene contacto con ellos?
Sí, justo mi madre me escribió ayer. Después de mucho tiempo tratando de cambiar su mentalidad, ahora me apoyan. Ninguna de mis hermanas menores están casadas, lo cual es una fantástica noticia. Todavía van a la escuela. Ayer eran víctimas, pero cambiaron de mentalidad, y me hace estar muy orgullosa. Tardaron mucho, pero la toma de conciencia funciona así, no en un año ni en cinco. Hay que darle tiempo, insistir con la información y la educación, tener más programas formativos sobre ello. Y repetirlo más: cada dos segundos se vende a una niña para casarla en el mundo.
Su matrimonio forzoso fue hace diez años. ¿Ha mejorado desde entonces la situación en Yemen para las niñas?
No, no lo diría, por culpa de la guerra. Sí diría que las redes sociales han cambiado muchas cosas. Antes era complicado que un caso llegara a la prensa o a las radios, pero ahora todo el mundo tiene acceso a las redes y hay más conciencia. Aun así, en cuanto al sistema es muy complicado. Todo lo que lleva “niñas” en el titular suele ser saboteado y se intenta arruinar.
¿Cómo es la situación en otros países?
El que tiene mayor prevalencia de casos de matrimonio infantil es India, por estadística, aunque la ley lo persigue. Pero una ley sin educación es como darle a alguien un coche sin instrucciones. Tendrás accidentes, tu vida correrá peligro. Tienen una ley con la que no se ha hecho pedagogía y no hay castigo para quien la rompe. Desafortunadamente, donde se está agravando ahora es en las zonas de conflicto, como Palestina o Líbano. En cambio, hay pasos adelante en otros países: Arabia Saudí o Egipto han aprobado leyes para criminalizar el matrimonio infantil en los últimos años. Pero no es suficiente. Nunca es demasiado tarde, hay demasiadas niñas que pueden se pueden salvar todavía.
¿Cambiar una ley es más fácil que cambiar una cultura?
Lo cultural lo creamos y cambiamos entre todos. Las mujeres somos la mitad de la comunidad, hay que educar mucho. Si una cultura, en la forma de dirigirse a la mitad de la población, no respeta los derechos humanos, hay que cambiarla. Mucho más cuando hablamos de niñas, que están mucho más indefensas y tienen muchos más problemas para defenderse. Hay líneas rojas que no se pueden cruzar. Yo tuve suerte porque mi caso fue mediático y, aunque tuve que lidiar con la prensa, al final la prensa me resultó una protección, pero hay otras víctimas cuyos casos no son mediáticos. Lo ideal hubiera sido que no hubiera necesitado a los medios.
Da mucha importancia a la educación y el cambio cultural para abordar esta lacra. ¿Es dónde cree que hay que pone el foco?
Es muy necesario. Irak ha intentado recientemente cambiar la ley para permitir el matrimonio infantil, es muy triste. Aquí estamos, por ejemplo, en España, donde la ley lo persigue, difundiendo este mensaje porque el matrimonio infantil ocurre en todos lados, lo prohíba o no la legislación. Es muy fácil manipular la ley a través de la religión o la cultura. Pueden hacer matrimonios de carácter religioso con una menor y el Gobierno no tendrá constancia de ello hasta que vayan a registrarlo. Es fácil manipular la ley. Y por eso la concienciación debe crecer en todo el mundo.
Una ley sin educación es como darle a alguien un coche sin instrucciones
¿Son solo cuestiones culturales las que están detrás de los matrimonios infantiles, o a veces hay motivos económicos para las familias pobres, que pueden ver en ellas una salida para sus hijas?
Son ambas. Esto explica que el matrimonio infantil crezca en número. Como no hay educación, recurren a la religión para justificar su comportamiento, que consiste en vender a su hija en nombre del matrimonio. Si alguien te pone la religión como argumento, si te dice que es su cultura, esto hace que te quedes callado, que no puedas discutir más. Juegan con esa idea. Tratan de cubrirlo con que es su cultura o su religión, pero lo cierto es que es su mentalidad. Conozco familias que son muy pobres, que comen una vez al día y tienen cinco hijos, pero que se morirían de hambre antes de vender a sus hijas en nombre del matrimonio. Y hay familias en buena posición económica que lo llevan a cabo, aunque no lo hagan por dinero o por la dote.
¿Qué más pasos se pueden dar para poner fin a esta injusticia?
Es duro, pero creo que debemos educar primero a los que pueden cambiar las cosas. Antes de que hagan leyes que influyan en nuestras vidas, deben recibir educación sobre esto. Que se está arriesgando la vida de las niñas si se ignora la ley y la necesidad de tener programas para educar. Comenzando por las escuelas y las entidades sociales que intervienen en ellas, para que los niños y niñas vean que el matrimonio infantil o la violencia doméstica son una línea roja. El matrimonio infantil es parte de la violencia de género. ¡Las niñas son violadas! Tienen que saber dónde pedir ayuda. ¿A quién contacto si mi familia quiere casarme con alguien? Esto no lo tenemos en muchos países, y las niñas deben aceptar su realidad o arriesgar sus vidas huyendo. ¿Qué sentido tiene que una niña deba arriesgar su vida para estar a salvo?
¿Cómo puede un ciudadano cualquiera, o alguien como el lector de esta entrevista, ayudar a combatir el matrimonio infantil?
Difundiendo mi historia contribuyen a mejorar la concienciación. No hace falta ser un influencer o tener una plataforma, es que en realidad ya eres un influencer para tus amigos, familiares, primos, hijas. Educarte a ti mismo y a quien te rodea nos ayuda. Desgraciadamente, la gente solo conoce el concepto del matrimonio infantil, pero no sabe cuán extendido está este crimen y que ocurre cada dos segundos.