“¿No tienes ganas de ducharte conmigo?”. “¿Tienes ganas de estar desnuda conmigo?”. Las preguntas que el catedrático de Física de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), Àlvar Sánchez, hacía a su estudiante de doctorado eran cada vez más incómodas. Después llegaron los tocamientos, el chantaje emocional y dos años de acoso sexual que desembocaron en una crisis de ansiedad de la víctima, que tenía 22 años en el momento de los hechos.
La Audiencia Provincial de Barcelona ha ratificado este febrero la condena por acoso sexual en el ámbito de la función pública a este catedrático. El fallo, al que ha tenido acceso elDiario.es, le condena a un año y medio de cárcel, a nueve años de inhabilitación y le prohíbe acercarse a la víctima ni comunicarse con ella.
El profesor, sin embargo, ha seguido acudiendo cada día a su puesto de trabajo en la Universidad, sostienen fuentes de la UAB. Algunos alumnos aseguran a elDiario.es que el lunes estaba en el laboratorio con estudiantes y que ninguno de ellos conocía la condena de su docente.
Tras la publicación de este reportaje, la UAB ha decidido este martes por la tarde suspender cautelarmente al catedrático y ha asegurado que se había enterado de la sentencia gracias a la información de este periódico.
La sentencia prueba cómo el catedrático se valió de su ascendencia académica y del poder que tenía sobre la tesis doctoral de su víctima para perpetuar un acoso sexual que se alargó durante dos años. La joven investigadora finalmente denunció los hechos ante el Observatorio de Igualdad de la UAB en septiembre de 2018 y llevó el caso a la justicia. Durante el juicio testificó otra antigua doctoranda que aseguró haber pasado por una situación similar con este catedrático.
“Estamos valorando qué medidas cautelares podemos aplicar en proporcionalidad a la gravedad de los hechos probados”, respondieron el lunes desde la UAB. La Universidad no quiso confirmar ni desmentir si el catedrático seguía formando parte de su personal, alegando la ley de protección de datos.
El fallo afirma que el catedrático realizó a su alumna tocamientos por dentro del sujetador, en el culo y en los muslos. También afirma que el académico le pedía a su doctoranda que le enseñara las bragas y le daba besos furtivos sin pedir permiso. “Ahora no me viene a la cabeza la palabra correcta”, le decía mientras trabajaban. “Si te toco el culo, seguro que me vendrá a la mente”, añadía. Entonces la tocaba y seguían trabajando.
“La víctima tenía un único objetivo, terminar la tesis lo antes posible para que acabara la relación y permitía estos tocamientos”, asegura el fallo. “El acusado se aprovechó de la timidez de la víctima y de su incapacidad para mantenerse firme e impedir que estos hechos ocurrieran”, prosigue.
Abrazos que fueron a más
Todo empezó con unos abrazos que en un primer momento parecían inocentes. Era septiembre de 2016 y la víctima tenía miedo de hablar en público. Sánchez la reconfortaba entonces con achuchones. La doctoranda aseguró que en un principio se sentía “comprendida y apoyada” con los arrumacos de su director de tesis doctoral.
Los abrazos iniciales fueron a más. Durante las reuniones periódicas en su despacho, el catedrático continuó con los abrazos cada vez que obtenían un resultado satisfactorio en el ordenador. Posteriormente empezaron los tocamientos. “Le ponía la mano en el muslo y le invadía su espacio”, señala la sentencia. Cuando la víctima manifestaba su incomodidad, él respondía que era muy cariñoso con todo el mundo, que necesitaba tener muestras de afecto con ella y que debían tener una relación de “mucha confianza”.
Cada vez que ella se mostraba distante y ponía límites al catedrático, este se ponía a llorar y le decía que se sentía muy mal por la pérdida de su hijo y por la frialdad que la doctoranda mostraba hacia él. Según el tribunal, esto provocaba que la víctima se sintiera culpable y volviera a tener dificultad para ponerle límites.
El catedrático le insistía a la víctima que ella en realidad estaba enamorada de él. Cuando la doctoranda lo negaba, él se disculpaba y le pedía que no comentara nada de lo ocurrido. El catedrático le llegó a afirmar que si contaba a alguien de su entorno lo que ocurría entre ellos dos, ella debería de dejar el doctorado “porque la gente no entendería su relación”.
En mayo de 2017, Sánchez aseguró a su víctima que “se sentía mal” porque la relación que tenían “dentro de su despacho” no “se reproducía” en el exterior.
Acoso en los viajes a congresos
El acoso sexual de este reputado catedrático, investigador en los campos de la superconductividad, el magnetismo y la nanociencia, también se trasladó a los múltiples congresos a los que él y su doctoranda acudieron durante los dos años en los que duró la relación académica.
Sánchez solía invitar a la estudiante a su habitación de manera reiterada, a lo que ella se negaba. “El catedrático le decía que había mucha gente interesada en trabajar con él y que en cambio ella siempre ponía problemas”, describe la resolución.
Las invitaciones a su habitación, que tuvieron lugar en media docena de ciudades de todo el mundo, tenían varios pretextos. Algunas veces aseguraba que era para preparar las conferencias en los congresos. En otras sostenía que él estaba triste y la invitaba “para hablar”.
En un viaje a Marsella, aprovechando que la víctima fue a buscar una chaqueta a su habitación, el catedrático entró detrás de ella y una vez dentro “la abrazó con fuerza”. La estudiante se asustó y salió corriendo de la habitación.
En septiembre de 2017, regresando en coche de otro evento académico, el catedrático le puso la mano en su muslo. La víctima se hizo la dormida “por el bloqueo y el miedo a no saber cómo reaccionar”. Un año después, en otro congreso en Finlandia, él le tocó el culo justo antes de que la doctoranda diera una conferencia.
La incomodidad de esta estudiante de doctorado llegó a tal extremo que incluso rechazó acudir a un congreso en Japón. En el juicio aseguró que académicamente le interesaba mucho acudir al evento, pero rechazó la invitación solo por no tener que compartir el viaje con su director de tesis.
El acoso incluso se mantenía mientras ambos estaban separados de vacaciones. En agosto de 2017, el catedrático le mandaba insistentemente mensajes de WhatsApp en los que le preguntaba a la doctoranda si estaba triste y lo echaba de menos.
En abril de 2018 la víctima se despertó a media noche con una crisis de ansiedad. Le explicó a su pareja lo que ocurría y le aseguró que no se veía capaz de detener los tocamientos. Empezó entonces un tratamiento psicológico para “tener herramientas para poner límites” al director de su tesis doctoral. La víctima, según la sentencia, sufrió un trastorno adaptativo, presentando sintomatología ansiosa-depresiva, como pérdida de sueño, nerviosismo y cansancio.
No fue hasta septiembre de 2018 cuando la víctima acudió al Observatorio de Igualdad de la UAB. “Al verle tan afectada se le buscaron otros directores de tesis y se la derivó a tratamiento psicológico”, reza el fallo.
Durante el juicio, el tribunal consideró probado el acoso sexual teniendo en cuenta las declaraciones de los testigos, los mensajes de WhatsApp (que el catedrático borró) en los que se mostraba como la víctima trataba de mantener una relación estrictamente docente e incluso las grabaciones que la doctoranda hizo a su director de tesis, en las que él mismo admitía haberle hecho tocamientos indeseados.
Si tienes más datos sobre este caso o conoces otros similares, puedes escribirnos a pistas@eldiario.es
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