La mañana de ayer en el Forat de la Vergonya empezó de una forma poco habitual. Carlos Delclós, profesor asociado del departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la UPF, impartía una clase sobre urbanismo y exclusión social a un grupo de estudiantes muy abrigados. Era parte de la segunda jornada de La Uni en la Calle, una iniciativa de la Plataforma Unitaria en Defensa de la Universidad Pública (PUDUP) para la semana de acciones que precede a la huelga del próximo jueves 28.
Delclós asegura que uno de los motivos para sacar las clases a la calle era denunciar “el desmantelamiento y banalización de la educación pública universitaria que se está llevando a cabo en Catalunya, en España y en Europa”, pero va más allá. Considera el lugar para una clase sobre la gentrificación, “ese fenómeno que une el urbanismo y las desigualdades sociales”, es el entorno, el espacio público, “no basta con limitarnos al espacio cerrado y esteril del aula”. “Los espacios que compartimos, ya sea un parque, una ciudad o una universidad, o se viven y se defienden o se pierden, porque el capital financiero no perdona la vida”, concluye este profesor.
En este sentido, el manifiesto que convoca a la huelga critica “uns políticas que han sido impuestas públicamente por los gobiernos catalán y español”, pero asegura que “la comunidad universitaria sabe que no son más que los títeres de las altas esferas financieras”. En cambio, reivindica “un sistema educativo al servicio de las clases populares, al que puedan acceder todas las personas, un sistema educativo con el objetivo de combatir la inferiorización de la mayoría popular y de construir una sociedad basada en la igualdad, la libertad, la democracia y la justicia social”.
Dos cursos sumando reivindicaciones
A la primera huelga de la comunidad universitaria convocada por la PUDUP, el 17 de noviembre de 2011, la han seguido muchas. Lejos de encontrar respuesta a sus reivindicaciones, han tenido que añadir otras. “En dos años me han reducido el sueldo un 67%”, lamentaba entonces un profesor asociado de la UPF en una asamblea. Esa misma cifra (un 67%) es la que corresponde al aumento que han sufrido este curso los precios de los estudios de grado.
En esa misma asamblea, celebrada en plaza Universitat, un doctorando de la UPC denunciaba que “quieren poner fin a la democracia universitaria”. Desde entonces, han tenido motivos para aumentar su preocupación por esta cuestión. El mismo secretario de Universidades e Investigación, Antoni Castellà, afirmaba en un debate televisivo que no cree en el sufragio en las universidades y tanto el gobierno de la Generalitat como el estatal han presentado ya sus planes para el gobierno de las universidades.
Ambas administraciones coinciden en la figura de un rector designado (no elegido) que a su vez designaría los demás cargos de la universidad, así como en eliminar las funciones del Claustro universitario, órgano de representación de la comunidad universitaria. Según explica Albert Corominas, catedrático de la UPC, en un artículo publicado en este medio, “lo que se ha venido planteando no es la transformación del sistema actual para mejorarlo, sino, sin diagnóstico y sin argumentación, su revocación y substitución por un sistema jerárquico de corte empresarial”.
Cómo debe ser una Universidad que se quiere democrática fue precisamente el tema de la clase que impartió ayer el professor Jordi Mir, del departamento de Humanidades de la UPF, en la plaza Catalunya.“Una universidad que se quiere al servicio de su sociedad, y no de la S.A. o la S.L., lo debe demostrar, y lo demostramos poco”, asegura. Por eso explica que “si salimos a la calle es porque entendemos que hay que defender la universidad y compartir con la ciudadanía aquello a lo que nos dedicamos”. “Si pensaramos que no tiene ninguna relevancia para la sociedad, muchos de nosotros ya nos estaríamos dedicando a otras cosas”, añade Mir.
Este profesor explica que “desde los años sesenta, en el franquismo, hemos tenido un movimiento universitario preocupado por su democratización”. Lo muestra una de las lecturas recomendadas para su sesión: un relato de Francisco Fernández Buey de la fundación, en 1966, del Sindicato Democrático de Estudiantes de la UB (SDEUB), que aspiraba a defender “una universidad y una sociedad democráticas en la que se superaran las barreras de todo tipo (autoritarias y clasistas) entonces existentes”, escribía Fernández Buey.
Ese espíritu se quiso recuperar hace unas semanas con la celebración de una asamblea de profesorado en la iglesia de los Capuchinos de Sarrià, donde se fundó el SDEUB. Fue ahí donde el profesorado decidió sumarse a la huelga convocada por los estudiantes. “Se quiere hacer que el estudiante pase de ser alguien que trabaja para mejorar la sociedad a que sea un simple usuario de un servicio”, criticaba entonces Ramon Franquesa, profesor de economía de la UB. Como respuesta, la profesora Eva Fernández aseguraba que “si Bolonia forma profesionales para la empresa, nosotros tenemos que buscar alternativas para formarlos para la transformación”.
Un cambio de modelo
Todos coincidieron en que la universidad se encuentra, más allá de los recortes, o con estos como pretexto, ante un cambio de modelo. “Una ofensiva ideológica”, decía Josep Ferrer, exrector de la UPC. Alejandro Andreassi, profesor jubilado de la UB, tenía claro que “el modelo que nos quieren imponer es el de la Barcelona Graduate School of Economics” y criticaba la presencia de cinco grandes grupos empresariales en la dirección del centro: AGBAR, la aseguradora AXA, Banc Sabadell, Catalunya Caixa y La Caixa. La PUDUP denunciaba ayer en un comunicado el hecho que en tres años este centro privado vinculado a la UPF y al conseller Andreu Mas-Colell haya recibido 8.943.500 de euros mientras se recortan fondos a las universidades públicas.
“Está claro que la universidad pública está siendo saqueada, como todas aquellas instituciones que hemos construido como sociedad y que sirven para mejorar la vida y no simplemente someterla al ámbito de la producción económica o reprimir”, asegura Carlos Delclós. Ayer sacó su clase a la calle y mañana espera que los centros se planten: “Hay que paralizar las universidades con una huelga que desborde los especifismos del mundo universitario para incidir en la vida cotidiana, para dejar claro que se trata de una lucha por el bien de todos y todas y no simplemente para reducir las matrículas o defender unos puestos de trabajo”.
La mañana de ayer en el Forat de la Vergonya empezó de una forma poco habitual. Carlos Delclós, profesor asociado del departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la UPF, impartía una clase sobre urbanismo y exclusión social a un grupo de estudiantes muy abrigados. Era parte de la segunda jornada de La Uni en la Calle, una iniciativa de la Plataforma Unitaria en Defensa de la Universidad Pública (PUDUP) para la semana de acciones que precede a la huelga del próximo jueves 28.
Delclós asegura que uno de los motivos para sacar las clases a la calle era denunciar “el desmantelamiento y banalización de la educación pública universitaria que se está llevando a cabo en Catalunya, en España y en Europa”, pero va más allá. Considera el lugar para una clase sobre la gentrificación, “ese fenómeno que une el urbanismo y las desigualdades sociales”, es el entorno, el espacio público, “no basta con limitarnos al espacio cerrado y esteril del aula”. “Los espacios que compartimos, ya sea un parque, una ciudad o una universidad, o se viven y se defienden o se pierden, porque el capital financiero no perdona la vida”, concluye este profesor.