Hay dos ciudades que se llaman Badalona. Una de ellas se extiende a lo largo de la antigua playa de los pescadores, entre edificios de tres plantas y calles comerciales, con una renta de 35.000 euros, similar a la media catalana, y donde los partidos independentistas suelen sumar, sin sudar, porcentajes por encima del 50%. La otra Badalona está al lado, pero es muy diferente. Entre altos bloques del desarrollismo, con sus típicos ladrillos vistos y sus toldos verdes, viven cerca de 150.000 personas con una renta hasta 15.000 euros menor a la de sus vecinos, con barrios en los que la inmigración supera el 25% y donde Xavier García Albiol lleva una década cimentando sus abultadas victorias electorales.
Badalona, o las badalonas, forma una ciudad ingobernable. Si todo va como se espera –en este ayuntamiento nunca se sabe– en unas semanas tendrá lugar el cuarto cambio de alcalde en seis años. Albiol volverá a perder la vara de mando, que pasará de nuevo a un socialista gracias a un débil acuerdo de mínimos entre todas las fuerzas de oposición del pleno, de Guanyem (el grupo de la CUP) a Junts pasando por ERC y los Comuns. Rubén Guijarro será investido, pero el nuevo Gobierno seguirá sin tener mayoría en el pleno, después de que el PSC y Guanyem hayan sido incapaces de pactar y, por tanto, se haya perdido la oportunidad de una coalición con las dos formaciones más fuertes de la oposición a Albiol.
“Badalona es una Catalunya en miniatura, está polarizada y arrastra problemas que no se acaban de resolver. Cuando en Catalunya hay convulsión, aquí hay aún una convulsión más grande. Y cuando en Catalunya la izquierda está a hostias, aquí aún lo está más”, asegura Ricard Vilaregut, politólogo y activista que entre 2015 y 2018 fue coordinador del primer Gobierno tras Albiol, el de Dolors Sabater, de Guanyem, hoy diputada de la CUP.
Este extrabajador municipal asegura que más que dos badalonas podría hablarse de hasta cuatro, que sufren una triple crisis que tiene que ver con ser una ciudad muy desigual, muy densa –“en algunos bloques de viviendas viven hasta 3.000 personas”, apunta– y en la que hay una histórica falta de capital humano y económico. “Una de las primeras cosas que nos encontramos cuando accedimos al Gobierno es que no se podía repartir recursos porque no había, las arcas están vacías y no hay dónde cobrar impuestos. Quien destaca en algo, se va a Barcelona. Y eso pasa en el plano laboral, económico y también político”, indica.
La alcaldía “gafada” y la izquierda a garrotazos
Vilaregut y los suyos llegaron al Gobierno municipal en 2015, en las elecciones de los “ayuntamientos del cambio”. Como ellos, lo hicieron por primera vez Ada Colau con los Comuns en Barcelona o una coalición de ERC y CUP en Sabadell. Fue un momento ilusionante para toda la izquierda pero, especialmente, en Badalona, una ciudad en la que una candidatura surgida de un movimiento social como era Guanyem Badalona, apoyada por un PSC en horas bajas, le quitaba la vara de mando a un alcalde que había basado sus campañas en mensajes racistas. Pero tres años después el complicado equilibrio de las izquierdas se quebró y el PSC optó por utilizar los votos de Albiol para echar a la alcaldesa Dolors Sabater y hacerse con el Gobierno. El socialista Álex Pastor se convirtió en alcalde.
El Pont del Petroli está situado a menos de 100 metros de la fábrica de Anís del Mono y entre ambos forman uno de los conjuntos más reconocibles de la ciudad. El huracán Gloria rompió en enero del año 2020 el pantalán por el que antiguamente se descargaban combustibles y desde entonces la plataforma permanece cerrada. “Qué pena, en esta ciudad parece que estamos gafados”, dice Teresa Navarro, de 68 años, que pasea por el frente marítimo junto a una amiga. Las dos mujeres no sabían que se había presentado este jueves una moción de censura contra García Albiol, pero no les sorprende. “Cada año o dos años cambiamos de alcalde”, dicen con un punto de pitorreo.
El 21 de abril del año pasado, en pleno confinamiento domiciliario por la pandemia, una patrulla de los Mossos paró al alcalde Pastor en el centro de Barcelona. Conducía ebrio, haciendo eses y se resistió a su detención. Media ciudad era consciente de los problemas que el alcalde tenía con el abuso del alcohol y de las sustancias estupefacientes, pero el escándalo volvió a poner al ayuntamiento de la ciudad patas arriba. El PSC hizo que Pastor dimitiera, pero se negó a dejar el relevo a Guanyem, que tampoco aceptó apoyar a un nuevo candidato socialista. El resultado fue que Albiol recuperó la vara de mando perdida en 2015. Desde entonces ha gobernado en minoría, pero con cierta tranquilidad, hasta que su nombre apareció en los Pandora Papers. Una alcaldía “gafada”, como decía la vecina ante el Pont del Petroli.
La inmigración, cuestión social convertida en problema policial
“Limpiando Badalona” fue el eslogan de campaña de Albiol que ha quedado más en la memoria, pero desde luego no su campaña más explícitamente racista. “Los gitanos rumanos son una plaga”, aseguró en 2011 el entonces candidato. “Aquí no tenemos campamentos de gitanos como en Francia, aquí la situación es aún peor, están repartidos por los barrios”, afirmó también en un DVD que repartió y por el que fue procesado y absuelto. Con aquella campaña ganó las elecciones por primera vez en una ciudad azotada por la crisis, que ya arrastraba las consecuencias previas de la decadencia industrial y en la que se habían asentado muchos ciudadanos de origen migrante durante la década anterior por tener la vivienda más asequible que en otras zonas.
Mucho antes de eso, ya en el año 2003, el actual coordinador de la Escola de Policia de Catalunya, Jesús Requena, escribía sobre las problemáticas asociadas a la sustitución poblacional producida por las diversas oleadas migratorias. Este intendente de los Mossos, badalonés de nacimiento y que ha estudiando mucho el fenómeno de la guetificación, asegura que, por difícil que sea la situación en algunas zonas de su ciudad, en ninguna parte de Catalunya puede hablarse de guetos como existen en Estados Unidos o Francia. “Lo que sí hay en Badalona y en otras ciudades es una tendencia a que diversas formas de organización social clásica, y de control y vigilancia social entre la propia gente del barrio, se han diluido”, explica Requena.
Una situación que en el caso de Badalona se produjo en paralelo al gran movimiento migratorio de los años 2000, cuando barrios como Sant Roc, Llefià, la Salut o el Gorg acogieron tasas de inmigración extranjera superiores al 20%, que se superponían a una población que ya en un alto porcentaje tampoco había nacido en Catalunya. “Aquí se produce el fenómeno del ascensor”, explica Requena. “Estás en un ascensor, entra el primero y le haces sitio con gusto. Pero en el siguiente piso entra otro y te sientes apretado, y ya al siguiente igual le dices que no cabe. Pues eso ocurre muchas veces cuando la población ya establecida ve la llegada de nuevos vecinos. Primero se siente expulsada, como que no caben todos. Luego normalmente se acaban estableciendo buenas relaciones de vecindad”, asegura el experto en seguridad.
“¿Tenemos problemas de delincuencia? Sí. En Llefià hay botellones, hay jaleo por la noche, hay alguna entrada a pisos”, afirma Jordi Mesas, de la Asociación de Vecinos Gran Sol de Llefià. “Pero ¿está asociada a la inmigración? Pues no. Hay cuadrillas de marroquíes que la lían, pero también de españoles y de todo tipo. Porque al final, el problema es que hay mucha gente sin trabajo, con problemas y con demasiado tiempo, y eso afecta a todos los jóvenes sean de donde sean”, explica el activista vecinal, que apunta a que la falta de servicios tiene más que ver con el “olvido” de la Generalitat que con el Ayuntamiento.
Mesas se aleja así de cualquier posibilidad de prejuicio contra la población migrante y las políticas que los estigmatizan. Con todo, reconoce virtudes a Albiol. “Si saca buenos resultados en Llefià es porque se interesa por el barrio, está muy presente. Es un alcalde que pica piedra y está por los barrios, cosa que no hacen otros, y por eso su popularidad crece”, considera. Mesas recuerda que, pese a todo, la izquierda siempre ha ganado las elecciones en Badalona. “Lo que pasa es que no se han puesto de acuerdo y siempre ha sido por mandar”, se queja, “y ahora pueden volver a tener el mismo problema, que no se pongan de acuerdo y que de aquí a 6 meses estemos igual”. Algo que Jordi Mesas cree que sería un desastre porque, a su juicio, los proyectos municipales necesitan tiempo.
Cuatro años sin presupuestos
Una de las cualidades que la oposición reconoce a Albiol es la de ser muy hábil en la comunicación y la relación con la ciudadanía. Una de sus especialidades es saltarse las organizaciones tradicionales, como las entidades municipales o las organizaciones y asociaciones vecinales, y buscar el contacto directo en espacios más informales, como los grupos de baile, los comercios o simplemente la calle. Tampoco es extraño que aparezca en persona allí donde hay algún conflicto o los vecinos tienen un problema, a veces acompañado de la policía. En la etapa 2011-2015, esa fue una práctica muy frecuente, centrada sobre todo en inmigración ilegal y ocupación. Algo que, en el último año y medio, ha tratado de moderar para huir de la imagen de populista de derechas.
Ese contacto directo con los vecinos es lo que le ha dado su aura de buen gestor. Pero la oposición denuncia que, en el día a día del Ayuntamiento, la gestión brilla por su ausencia. “Hace cuatro años que se aprobaron los últimos presupuestos, no hay ordenanzas fiscales… la situación es tan complicada que peligran las nóminas de los trabajadores municipales”, denuncia Nora San Sebastián, concejal de Guanyem Badalona. Un grupo que ya ha anunciado que, pese a no haber alcanzado un acuerdo con el PSC para entrar al Gobierno municipal, dará apoyo a la moción de censura ahora y estabilidad durante lo que queda de legislatura. “Aprobar unos nuevos presupuestos es una urgencia”, insiste San Sebastián.
A sus 39 años, Rubén Guijarro, nacido en Llefià, se convertirá en tres semanas en el nuevo alcalde de la ciudad y, según ha avanzado Guanyem, contará desde el inicio con una mayoría en pleno. “El primer objetivo y el básico es recuperar la dignidad para Badalona, una ciudad de de gente humilde, cooperativa y honrada que ha tenido que ver a su alcalde vinculado a una empresa en un paraíso fiscal y que ha mentido de forma reiterada”, afirma el ahora líder municipal del PSC. En su opinión, el de Albiol era un Gobierno “dimitido de facto” y que no había presentado cuentas ni en 2020 ni en 2021. “No las ha habido no porque nosotros no estuviéramos dispuestos a negociar, sino porque Albiol ni siquiera las ha presentado”, relata.
Por eso, el aspirante a la alcaldía asegura que sacar adelante unos presupuestos será una prioridad. Pero no la única. Guijarro alude a la necesidad de renegociar la contrata de limpieza, que se encontrará caducada, o aprobar un plan de recuperación post-COVID que Badalona ahora no tiene a diferencia de la mayoría de las ciudades metropolitanas. El socialista se adentra además en uno de los temas talismán de Albiol: “Sueño con una ciudad más segura, que pueda aplicar nueva tecnología para la seguridad”, asegura. En definitiva, Guijarro reclama un esfuerzo para “recuperar la estabilidad que no ha habido en los últimos años”. Una tarea para la que tiene poco más de 18 meses antes de someterse al nuevo veredicto de las urnas.
La 'fórmula Albiol' tiene adeptos
Mucho se ha hablado de la 'fórmula Albiol'. De su cercanía a los vecinos, de su populismo desacomplejado, de su falta de empacho para centrar sus campañas en vincular inmigración y delincuencia. Del alcalde del PP se ha dicho que convirtió Badalona en un laboratorio de las políticas de la nueva derecha europea, que casi una década después Vox copia. Pero Vilaregut lo resume de forma gráfica. “Pongamos que es la una de la mañana y hay alguien montando gresca en un bar y molestando a los vecinos. Un ayuntamiento normal envía a la Guardia Urbana, que llega allá en media hora, levanta acta, intenta calmar las cosas y que la gente se vaya a casa. Albiol envía a la Unidad Omega [una polémica unidad de antidisturbios], que llega allá en furgón y hace que la gente salga corriendo porque si no hay palos. Solucionado en 10 minutos y hay vecinos que lo aplauden. Ese es el método Albiol”, explica el politólogo.
“La rampa mecánica de Sant Cristo llevaba parada no sé ni cuántos años y este hombre la arregló. Limpia, desinfecta y es el único que se preocupa de las cosas. Yo he hablado con él, es muy cercano. Yo cantaba en una coral y venía, en la tienda de mi hijo también estuvo cuando la abrió. Le voté y le votaría mil veces, y no me meto en lo que haya hecho, que no lo sé”, asegura Carmen Blanco, de 74 años, vecina del barrio de Sant Crist.
Además de la seguridad, la gran carta de presentación del alcalde del PP es la limpieza y que las cosas funcionen, sea cierto o solo apariencia. “Albiol es un tonto muy listo, sabe que no ganará en el barrio del centro sino en los de afuera. Y aun así, es un tipo que se ve que hace cosas. Había unas alcantarillas embozadas, vino un concejal y al día siguiente estaban arregladas”, explica un comerciante del centro que prefiere no revelar su nombre porque tiene “la puerta abierta todo el día”. “Yo no le votaría ni loco a president de la Generalitat, pero ¿a la alcaldía? ¡Las veces que haga falta!”, añade en catalán.
La ambivalencia a la que apunta este comerciante entre el voto municipal y el que se deposita en otras elecciones puede ser cuantificada en cifras aproximadas. En el año 2019 se votó a la vez en municipales y europeas. De los 100.000 badaloneses que fueron a los colegios, 37.000 eligieron la papeleta de Albiol para la urna municipal, y solo 11.000 la del PP para el Europarlamento. La conclusión es evidente: unas 26.000 personas hicieron voto dual por Albiol y otros partidos. Es más, cerca de 3.000 tuvieron que coger a la vez la papeleta del PP municipal y la de opciones tan alejadas como los Comuns, ERC o Junts. Un apoyo que, en Badalona, nadie descarta que Albiol pueda volver a tener en las elecciones de 2023. “Qué bonito es Badalona, con mantilla y barretina”, cantó el artista badalonés Manolo Escobar para elogiar la bipolaridad de su querida ciudad.