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Los supervivientes del incendio de Badalona buscan un lugar donde ir: “Nos quieren echar hasta de la calle”

Pol Pareja

Badalona —

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Cristina prepara un potaje de garbanzos y pollo entre ráfagas de viento huracanado. El termómetro marca seis grados y varios migrantes están sentados en círculos, calentándose como pueden alrededor de pequeñas estufas de carbón. Algunos van descalzos: lo poco que tenían lo perdieron en el incendio de la nave de Badalona hace justo tres semanas. Desde entonces se han instalado en este campamento improvisado que será desalojado de manera inminente por orden judicial. “Nos quieren echar hasta de la calle”, señala Cristina, 40 años, que ejerce de portavoz oficiosa del campamento. “¿Y ahora a dónde iremos?”.

El alcalde de Badalona, Xavier García Albiol, lleva unas semanas tratando de acabar con este asentamiento informal que se ha montado a pocos metros de la nave que se incendió el 9 de diciembre. Hay alrededor de unas 20 tiendas de campaña en el campamento, protegidas por todo tipo de telas y carpas, muchas de ellas destrozadas después del mal tiempo de los últimos días. Los acampados comparten la poca comida que tienen y aportan dinero a una caja común para comprar alimentos. “Aquí nos ayudamos todos en lo que podemos”, explica Ousmane, senegalés de 33 años. 

El 18 de diciembre el Ayuntamiento aprobó un decreto de desalojo y el 24 de diciembre se publicó la resolución, que fue transmitida a los acampados. Los habitantes del asentamiento aseguran que desde el consistorio les dijeron la noche de Navidad que tenían 24 horas para irse de ahí. Nadie se fue y el Ayuntamiento pidió permiso a los tribunales para desalojarlos.

La magistrada ha aceptado este miércoles la petición municipal. En un auto, la jueza señala que la situación pone en riesgo la salud de los acampados. También se atiende a los informes de la guardia urbana de Badalona que aseguran que ha habido incidentes en el campamento. El Ayuntamiento de la ciudad ha rechazado hacer valoraciones y tampoco ha querido precisar cuándo se llevará a cabo el desalojo. “Servicios jurídicos y Mossos están valorando como se procederá a partir de ahora”, señalan fuentes del consistorio de Badalona.

Los habitantes del asentamiento insisten en que no han tenido ningún problema con los vecinos de esta zona. Como ejemplo, muestran todos los alimentos, ollas, mantas y sacos de carbón que los habitantes del barrio les acercan prácticamente a diario. El pasado día de Navidad, un vecino les trajo una olla de 'escudella' a los acampados. “Los vecinos nos están cuidando mucho y nadie se ha quejado”, aseguran en el campamento.

Las últimas 24 horas han supuesto un aluvión de malas noticias para los habitantes del asentamiento. El martes se conoció la muerte de un quinto migrante que vivía en la nave. Se llamaba Boubacar Hanne y después del incendio estuvo ingresado en el hospital. Le dieron el alta y se instaló en una de las tiendas de campaña porque no tenía donde ir. A los pocos días volvió a empeorar, regresó al hospital y falleció. Según el Ayuntamiento de Badalona, tenía problemas de corazón y había sido contagiado de coronavirus. En el campamento los ánimos estaban bajos este miércoles y algunos se negaban a salir de sus tiendas de campaña. “No tenemos información sobre los compañeros heridos”, apuntaba Youssef, otro de los habitantes del asentamiento. “Creemos que han muerto más de cinco”.

“Antes de que nos desalojen nos vamos a ir, no queremos tener problemas”, apunta Ousmane. “El problema es que no tenemos donde ir”. Los migrantes entrevistados reconocen que se les han ofrecido alternativas habitacionales, pero explican que son temporales y están alejadas de los lugares donde recogen la chatarra que les permite sobrevivir. “¿Cómo quieres que me vaya hasta Barcelona o Sant Boi con toda la chatarra?”, se pregunta otro de los habitantes del campamento, que no accedía a revelar su nombre. 

En el auto, la magistrada indica que solo siete de los acampados han aceptado la solución habitacional que se les ha ofrecido. También precisa que los servicios sociales les han ofrecido ropa y asesoramiento para obtener duplicados de la documentación extraviada durante el incendio. Los acampados no lo niegan, pero todos afirman que la confianza está rota con el Ayuntamiento tras las declaraciones de Albiol pocos días después del incendio, en las que aprovechó para pedir competencias contra las ocupaciones.

Los migrantes insisten en que lo último que quieren es separarse. Como ejemplo, Cristina señala el potaje que está preparando en una barbacoa de carbón. Indica que cada uno ha puesto el dinero que ha podido y que entre todos logran que nadie se quede sin comida. “Si nos separan nos vamos a morir”, explica mientras se cubre del frío con varias mantas. Detrás suyo, los migrantes se sirven caldo caliente en un vaso de cartón para entrar en calor.

Ousmane cuenta que una parte de los migrantes de la nave incendiada se han ido a vivir a otro espacio ocupado a pocos metros de ahí. El problema, asegura, es que no cabe nadie más. Los mayores se han instalado en ese espacio y los más jóvenes han montado el campamento. “La mayoría de los que vivíamos en la nave lo perdimos todo con el incendio”, insiste. “Muchos también hemos perdido hasta el pasaporte y ahora somos gente sin identidad”.