Barcelona revive sus pesadillas en la comisaría de Via Laietana, epicentro de la represión franquista

Cuando murió Salvador Espriu, en 1985, al periodista Antoni Batista se le ocurrió que era el momento de recuperar la ficha policial del poeta catalán, que debía estar en la jefatura de la Policía Nacional de Via Laietana. El reportero pidió un permiso al gobernador civil, que le concedieron, y fue a por el legajo. Lo que encontró allí era una mina: los policías habían documentado buena parte de la historia de la represión franquista en Catalunya en miles de fichas.

La sede de la Brigada Político-Social de Barcelona, situada en el número 43 de la calle Vía Laietana que ahora ocupa la Policía Nacional, fue conocida durante décadas como el epicentro de la represión contra los círculos sindicalistas, catalanistas y, sobre todo, comunistas. El Ayuntamiento, en un acto con entidades de memoria histórica, colocó esta semana una placa en reconocimiento del sufrimiento por los detenidos y torturados en aquel edificio. Algunos sindicatos policiales y el grupo de Ciudadanos en el consistorio se quejaron. Tras la polémica, la placa apareció quemada.

Isabel y Josep Ferrandis acudieron este jueves a la protesta contra el acto vandálico. Ambos debían tener sus ficheros entre los que consultó el periodista Batista. Con tan sólo 17 años fueron detenidos en su casa por pertenecer a la organización marxista Joven Guardia Roja y trasladados a comisaría. “Te golpeaban por todos lados, te ponían de rodillas durante muchísimas horas, te hacían tortura psicológica… Todos deseábamos que nos llevasen a prisión para acabar con ello”, relata Josep.

Pese a que se trataba de un centro de detención antes de pasar a disposición del juez, había quien pasaba días y días en sus calabozos. Estos hermanos estuvieron 32 días. Fue en abril de 1971, en la oleada de arrestos que acompañó el Estado de excepción declarado a propósito del Proceso de Burgos. Para Isabel, una de las peores torturas era la psicológica. “Te torturaban durante el día y luego te decían que vendrían a la noche a buscarte a la celda, con lo que nunca podías dormir”, expresa.

De Miguel Núñez a la Asamblea de Catalunya

Una vez descubierto el tesoro de las fichas en Via Laietana, Batista volvió a pedir un permiso, pero esta vez no para conseguir una en concreto, sino para consultar el archivo completo. “Para entonces ya las habían empezado a empaquetar, sin orden ni concierto, para llevarlas al Archivo Histórico de la Policía, en Alcalá de Henares. Tenían alquilado un almacén al lado de la comisaría donde estaba todo guardado”, explica el periodista. Batista, laboriosamente, estuvo un año trabajando en ese almacén, recopilando cientos de historias, datos y nombres que utilizará después en sus libros sobre la represión en Catalunya.

Con todo, para cuando Batista llegó, ya había archivos desaparecidos. Algunos de los más abultados, como el de Miguel Núñez, uno de los dirigentes más destacados del PSUC. A Núñez, conocido por el nombre en clave de ‘Saltor’, le cogieron en 1958 y le colgaron con unas esposas de una tubería de la calefacción. La leyenda decía que Saltor nunca había 'cantado', pese a las terribles torturas a las que fue sometido. Pero de aquello no queda nada escrito, porque su ficha desapareció.

Sí que quedó, en cambio, rastro de detenidos tan conocidos como Manuel Vázquez Montalbán, Josep Lluís Carod-Rovira, Francesc de Carreras, Lluís Llach o Jordi Pujol. Otros quizás menos famosos pero en su momento destacados protagonistas de la resistencia antifranquista, como los comunistas Sebastià Piera o Gregorio López Raimundo. Además estaban las fichas de los 113 miembros de la Assemblea de Catalunya, una de las primeras organizaciones transversales del antifranquismo catalán, cuyos líderes cayeron en una redada en octubre de 1973.

Miles de detenidos pasaron por la jefatura de Vía Laietana, de los cuales salieron centenares de testimonios de la tortura que allí se practicaba. Las palizas eran el método más común, pero los policías utilizaban también complejas técnicas de tortura, como el San Cristo, en la que colocaban las piernas del detenido sobre una mesa y el tronco fuera para que la sangre le subiera a la cabeza mientras te pegaban; la cigüeña, que consistía en esposar los tobillos con las muñecas con las manos por detrás de la espalda; o la bañera, en la que sumergían a los torturados para generar sensación de ahogamiento.

Según explica Carles Vallejo, presidente de la Asociación de exPresos Políticos del Franquismo, los torturadores buscaban, primero, que el detenido 'cantase', es decir, que diese los nombres y datos necesarios para desarticular una organización o células de la misma. Por eso cuanto más alto era el escalafón del dirigente, mejor. Pero el otro objetivo, sobre todo en los inicios de la dictadura, era crear un clima de miedo en toda la sociedad. “No por casualidad se le llamó la época del silencio”, concluye.

Este activista precisa además que la represión policial no fue solo patrimonio de los antifranquistas, sino del resto de detenidos por delitos comunes. “Se les pegaba a todos por igual”, añade. Él pasó por los calabozos de la comisaría de Via Laietana en 1970, detenido por crear una sección sindical de CCOO en la Seat. 

Los hermanos Creix

Dentro de la comisaría, el apellido que siempre infundió temor es el de Creix, que correspondía a dos hermanos, Antonio Juan Creix y Vicente Juan Creix. El primero de ellos acabó siendo el jefe superior de la policía. El segundo, uno de los comisarios, que acabó sustituyendo a su hermano a finales de los 60. Antonio era especialista en comunistas; Vicente, en estudiantes y nacionalistas, según escribió de ellos Vázquez Montalbán. Pero si en algo coincidían ambos era en sus “habilidades manuales”, tal como quiso describirlo el escritor en un artículo en El País

“A Antonio Juan Creix se le atribuyen hechos en los que no pudo participar porque a partir del 70 ya no está en Barcelona. Él sustituyó a Melitón Manzanas (policía torturador vasco asesinado por ETA en 1968) en Euskadi y fue quien da el golpe contra ETA que deriva en el Proceso de Burgos”, explica Batista, que considera un error focalizar la represión en los hermanos Creix, como algunas veces se ha hecho. “Se trataba de un método de la brigada político social”, resume.

Con todo, la fama monstruosa de los hermanos Juan Creix ya estaba bien asentada antes de la transición, incluso durante la primera época del franquismo. Tanto que el legendario guerrillero anarquista Quico Sabaté, que luchó contra el franquismo en la clandestinidad en la década de los cuarenta y cincuenta, planeó secuestrar a los dos torturadores el día de reyes de 1960, para reclamar la liberación de presos políticos a cambio de los Creix. Tal y como relató el periodista Jordi Bigues en el semanario Directa, el comando liderado por Sabaté fue descubierto en los primeros días de enero cuando cruzaba la frontera francesa, comenzando entonces una espectacular persecución por toda Catalunya, que acabaría con el asesinato del anarquista.

El papel de la memoria histórica en el edificio

El edificio de Via Laietana que actualmente alberga la Jefatura Superior de Policía de Catalunya, concretamente sus calabozos y salas de interrogatorio, han sido un epicentro de violencia policial desde antes del franquismo. Lo fue con su creación en plena dictadura de Primo de Rivera, en 1929, y también cuando estuvo en manos de la Generalitat durante la Segunda República, como Comisaría de Orden Público. En ella trabajó el temido comisario Miquel Badia, de Estat Català. 

Todo ello quedaba recogido en el panel que instaló el consistorio y que ahora, tras denunciar su destrozo, ha ordenado volver a colocar. La placa, ubicada a 20 metros de la puerta del edificio, es para las entidades de memoria histórica una cuestión de mínimos, puesto que desde hace más de una década reclaman que el bloque entero, propiedad del Gobierno, se convierta en un centro de memoria o un museo. Así lo aprobó el Congreso de los Diputados en 2017 con el único voto en contra del PP.

“Esta placa no es ningún insulto a la policía”, valora Miguel Martínez después de conocerse las quejas de Ciudadanos y sindicatos policiales. “Estos agentes no tienen que ver con la policía franquista y tienen mis respetos, pero hay algo que es evidente e indiscutible, y es que aquí se torturó durante años cada día”, prosigue. Lo dice porque él pasó también por sus calabozos. 

A Miguel Martínez lo detuvieron el 16 de noviembre de 1974 durante un piquete informativo en l'Hospitalet de Llobregat. “Estuve un solo día en la comisaría, se puede decir que tuve suerte en este sentido”, relata. Para él la peor tortura fue también la psicológica. Los agentes se sacaban la pistola y se la ponían en la cabeza simulando que le iban a disparar. “A mi las torturas más graves, como meterme la cabeza en el agua o electrocutarme, no me las hicieron, pero sí me dieron hostias, y muchas”, da constancia esta víctima de abusos.