El pasado viernes, el colegio Els Horts, del barrio barcelonés de La Verneda, no se quedó vacío al acabar las clases. Como ya pasó el fin de semana pasado, el centro escolar fue escenario de una actividad organizada por familias y vecinos. Esta vez no se trata de ocupar el centro, sino de hablar de lo que sucedió esos días. Poco a poco, una veintena de mujeres y hombres de diversas edades, acompañados de sus hijos o sin ellos, se van sentando en círculo en la misma sala que albergó las urnas durante el día del referéndum.
Algunos murmuran, mientras las risas y los gritos de los niños, que juegan en otra sala, resuenan en el comedor de la sala. “¿Cómo te sientes?”. Ana, madre de dos criaturas que estudian en Els Horts, el mismo colegio que fue el suyo, duda. “No lo sé. Estoy contenta, porque hemos votado. Triste, por ver cómo destrozan esta escuela que es la nuestra y enfadada por no saber cómo hablar con mis hijos de esto”. Y es que esa duda es la que les trae a juntarse un viernes por la noche en el colegio: ante el hecho de no saber afrontar lo sucedido el 1-O han decidido organizar una sesión de autocuidados.
Aunque los docentes han realizado sesiones para tratar el tema con los alumnos en las clases, los vecinos de La Verneda, de la mano de los llamados CDR –Comités de Defensa del Referéndum- decidieron tomar las riendas y retomar el asunto, en familia. Escogieron la escuela por lo simbólico del lugar, para “cuidarse en el mismo lugar en el que tuvo lugar el daño” y generando un espacio en el que adultos y niños, por separado y con dinámicas adecuadas a su edad, “sacaran lo que tienen dentro y compartieran lo que sienten para ordenar sus pensamientos”, explica Oriol López, vecino del barrio. Este centro fue el único de todo el barrio en ser desalojado por la fuerza por la Policía Nacional y por ello “acabamos teniendo a medio distrito defendiéndolo”.
Oriol es de La Verneda de toda la vida y además es miembro de los CDR que estuvieron todo el fin de semana pasado organizando actividades en los centros escolares para evitar que fueran cerrados por la policía y organizándose durante el mismo día 1-O. Fue en el grupo de Whatsapp a través del cual se comunican en el que vieron “las primeras señas de que algo no nos dejaba volver a la normalidad. Los niños tenían miedo y los padres no sabían cómo hablar con sus hijos y explicarles por qué las puertas de su cole están rotas y por qué hay dos personas que han salido heridas de él”, explica Oriol.
Así, organizaron una sesión de autocuidados con la ayuda de dos pedagogos y un psicólogo que ayudara a hablar del tema. Las imágenes vistas en las redes “sobrepasan la calma que los padres podamos intentar mostrar con palabras” explica Ana, hablando de la preocupación que tienen muchas familias. “¿Cómo le explico yo a mi hija que tiene que seguir confiando en la policía, que no todos son malos, y a la vez hacerle ver que lo que hicieron esos hombres está mal?”, comenta una madre de la escuela.
“No hay respuestas para todas estas preguntas o al menos, no hay sólo una buena”, comenta Jordi López, hermano de Oriol y profesor de otra escuela del barrio. Lo que sí que hay que hacer, dice, es no dejar de hablar con los niños, por muy complejo que sea el tema: “lo que pasó, pasó, pero no podemos dejar que de ello afloren sentimientos negativos como el odio. Los niños son esponjas y si no lo afrontamos, verán que algo va mal y entonces es cuando viene el miedo”, opina. Lo más importante es hablar en el mismo idioma que hablan los niños, para que se “sientan capaces de expresarse, y esto se puede conseguir haciéndoles dibujar o jugando”, añade.
Ha sido precisamente en base al juego que Jordi planeó la sesión de cuidados con los más pequeños: jugar al ‘Teléfono’, en el que uno de los niños ve una imagen y debe explicarla al siguiente sin que la vea, para ver cómo el mensaje se tergiversa y enseñarles a ser críticos con lo que nos cuentan. También, jugar al ‘Contrabandista’ en el que uno se esconde un macarrón en el cuerpo o la ropa y los demás deben encontrarlo “para quitarle hierro a los registros que vieron por la tele”, explica.
Precisamente el miedo de los más pequeños es algo que los padres no se quitan de la cabeza. “Mis niños cuando su padre sale de casa lloran, porque saben que él fue una de las personas que fue agredida en la escuela. Cuando oyen sirenas de policía se asustan, y yo cada vez que oigo el nombre de Els Horts me entran ganas de llorar”, confiesa Ana. “Entonces yo les digo que no se preocupen, que entre todos y todas protegeremos a papá y por eso las traemos aquí hoy, para ver que todo el barrio está junto”.
Y es este sentimiento de unidad de barrio lo que más destacan todos los asistentes a la sesión. La Verneda, un barrio mayoritariamente unionista y conservador (el voto independentista –JxSí y la CUP- no llegó al 20% de los votos en las últimas elecciones autonómicas), “está ahora más unido que nunca, más allá de los colores políticos”, comenta Oriol, que recuerda cómo el mismo vecino con el que “siempre había tenido rencillas por ser el ‘indepe’ del barrio, el domingo se cogió de mi brazo para defender el colegio”.
Y esto, los niños lo notan. Así lo asegura Ana quien dice que los más pequeños, al ser también los más inocentes, “se quedan con lo único positivo que tiene esta situación, que es que podamos abrirnos y hablar de estos temas juntos”. Mientras, al lado de esta sala, donde todo son risas y juegos, 20 mujeres y hombres de diversas edades, ahora sin sus hijos, hablan sin tapujos. Un par de ellos lloran, mientras se abrazan y recuerdan lo sucedido el domingo. Otros ríen y se relajan al ver que no son los únicos con dudas. Otros, simplemente escuchan y apuntan. Ana, también con los ojos llorosos y emocionada, concluye que “hasta que no nos cuidemos los adultos, no podremos cuidar a nuestros hijos”.