Con la muerte de Manel Andreu, Poblenou queda un poco más huérfano. Y también la ciudad de Barcelona y sus movimientos vecinales.
Hace varios años, cuando la democracia se empezaba a consolidar, podía dar la impresión de que buena parte del trabajo pendiente en los barrios de la ciudad ya iba por el buen camino. Pero allí estaba siempre Manel para mantenernos alerta. Y para recordarnos que las luchas no nos las acabaríamos. Al frente de la Asociación de Vecinas y Vecinos de Poblenou en diferentes ocasiones, y como presidente de la FAVB (Federación de Asociaciones de Vecinas y Vecinos de Barcelona) ha dejado una huella imborrable.
Manel era bueno por dentro y por fuera. Quiero decir que a parte de ser una persona de una calidad humana extraordinaria, su físico transmitía bondad. Su hablar reposado y tranquilo tenía la fuerza y el convencimiento de que requerían las negociaciones más complicadas. Y en tuvo que protagonizar unas cuantas. Vivió todas las luchas. En los diferentes barrios de la ciudad. Y en su Poblenou: desde las reivindicaciones casi olvidadas de Fertrat o Wad-Ras durante la segunda mitad de los años setenta del siglo pasado hasta las más recientes del 22 @ o Can Ricart.
Era sindicalista hasta el tuétano. Nunca dejó de involucrarse en defensa de los derechos laborales en la empresa donde trabajó de delineante hasta que se jubiló. Y entonces, al tener más tiempo, redobló su participación en el barrio. Allí estaba permanentemente para alertarnos. En los últimos años se había implicado muy directamente con Apropem-nos, programa que incluye diferentes líneas de apoyo a los recién llegados. Cuando estalló el conflicto con los asentamientos de subsaharianos, Manuel estuvo en primera línea de ayuda.
Estaba contento de que la Sala Beckett se hubiera instalado en la antigua sede de la Cooperativa Pau i Justícia, justo delante de su casa, en la calle Pere IV, donde residió toda su vida. No ha tenido tiempo de saber cómo evolucionará la presencia cada vez más masiva del turismo en el barrio. Estaba preocupado. Quizá por eso, en la foto que su familia ha instalado en la sala de velatorio, Manel aparece junto a uno de los últimos números de la revista Poblenou, órgano de la Asociación de Vecinas y Vecinos, donde en el titular de portada se destaca la masificación turística. Es una fotografía reciente, con la gorra que ya había convertido en inseparable y con la que siempre lo recordaremos.