Del ruido de los coches al de las terrazas. Los vecinos del Eixample de Barcelona han salido ganando en calidad del aire y en espacio público con los nuevos ejes verdes, las peatonalizaciones que impulsó el Ayuntamiento en el distrito. Pero ahora temen que se dispare el alboroto de las terrazas –especialmente por la noche– que ya se han comenzado a expandir por calles como la de Consell de Cent.
“Los vecinos y las vecinas estamos satisfechos con la pacificación de las calles, pero no queremos que se sustituyan los coches por más terrazas”, resumía este miércoles Xavier Riu, vocal de urbanismo de la Asociación de Vecinos y Vecinas de l'Esquerra de l'Eixample. Según explica, ha aumentado el alboroto en estas calles hasta altas horas de la madrugada.
Para evitar estas situaciones, el Ayuntamiento de Barcelona ha decidido poner coto a las terrazas y ha empezado a instalar esta semana marcas en el pavimento para impedir que los hosteleros coloquen más mesas y sillas de las que tienen permitidas por licencia. Esto, aseguran, debería servir también para ordenar las nuevas transformaciones urbanísticas de la ciudad una vez terminadas las obras.
Los operarios del consistorio han iniciado este miércoles la colocación de las placas delimitadoras en la nueva plaza que se ha abierto en la intersección entre las calles Girona y Consell de Cent. La aplicación de esta medida llega después de las quejas reiteradas de vecinos y entidades locales sobre la difícil convivencia en la zona desde el inicio del verano. En los próximos días se instalarán marcadores en hasta 155 terrazas ubicadas en los ejes que han sido recientemente urbanizados en Consell de Cent, Borrell, Rocafort y Girona.
“Los residentes coincidimos en que los establecimientos de restauración y ocio nocturno hacen un uso abusivo del espacio público y que hay que acotarlo”, sentencia Riu, quien denuncia que en los entornos cercanos a calle peatonalizada de Enric Granados “los barrios se están degradando” debido al exceso de terrazas y bares a lo largo de la vía. Una problemática que, apunta, “se extiende como una mancha de aceite” por tramos de la calle Aribau.
El Eixample es un distrito que alberga varias zonas tensionadas debido a proliferación de terrazas y de ruido en sus calles. Algo que se ha agravado, según los vecinos, con el inicio de la temporada turística y peatonalizaciones como la de Consell de Cent.
Desde el fin de semana pasado, el Ayuntamiento anunció también que una nueva patrulla nocturna de la Guardia Urbana se encargará de garantizar el cumplimiento de las normas de convivencia en la zona, en especial el respeto al descanso a los vecinos a partir del cierre de las terrazas de restauración en la calle de Enric Granados y en Consell de Cent.
Con todo, el vocal de la Asociación de Vecinos y Vecinas de l'Esquerra de l'Eixample denuncia que todavía “no se han retirado” muchas de las terrazas provisionales que el consistorio asignó a locales de la hostelería para facilitar el acatamiento de las medidas sanitarias durante la pandemia y, que desde abril de este año, varias de ellas no cumplirían con la normativa legal. Al respecto, el consistorio recuerda que en las zonas más saturadas no se han mantenido las ampliaciones de terrazas debido a la COVID-19. Y añade que iniciará de forma inminente una campaña de inspección en las áreas en esos puntos.
Por su parte, Manuel Cardete, camarero del Bar El Funicular, uno de los establecimientos más míticos de l’Eixample por sus 73 años de vida, aprueba la medida de los marcadores de las terrazas en los adoquines del espacio público. “Nosotros siempre hemos cumplido la normativa y hemos tenido las tres mismas mesas”, explica Cardete, consciente de que muchos establecimientos próximos incumplen su licencia y no respetan las normas de convivencia.
Igualmente, objeta que después del mal trago de la pandemia, las obras de las supermanzanas en Barcelona “han complicado aún más la situación del sector de la restauración”. El Bar El Funicular cerrará este año por la jubilación de su propietaria, pero el local siempre ha sido “un hogar de la gente del barrio”, puntualiza Cardete.
El Plan de Usos de l’Eixample
El descanso del vecindario que vive a lo largo de los más de tres quilómetros que abraza la llamada Supermanzana Barcelona del Eixample no es lo único que está en juego. También afloran las quejas por la gentrificación y la presencia masiva de turistas, más patente que nunca en época estival.
“Mientras desaparecen comercios tradicionales del barrio, prolifera la apertura de establecimientos dedicados a los turistas”, relata Jaume Artigues, presidente de la Asociación de Vecinos de la Dreta de l’Eixample, señalando hacia un local de Consell de Cent donde preparan los típicos brunches ingleses.
En este sentido, Artigues critica que el Plan de Usos de l’Eixample es de “mínimos”, porque tan solo limita la concesión de licencias de determinados negocios en las calles ahora reformadas, lo que provoca un “desequilibrio” en las vías colindantes donde se permite la presencia de hasta 20 establecimientos de restauración en un radio de tan solo 100 metros.
Las entidades vecinales agradecen las medidas inmediatas que el consistorio ha tomado después de su reunión urgente el viernes pasado con Jordi Valls, el nuevo concejal del distrito del gobierno socialista de Jaume Collboni. Pero aun así, el tejido vecinal reclama reformas más profundas y estrictas en relación al Plan de Usos del Eixample, para así “poder ir a la raíz del problema”, en palabras de Artigues.