El colmado histórico de Barcelona que cuelga un cartel para “disuadir” a los turistas que no compran

Pau Rodríguez

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Visit just looking (inside). 5 euros per person. Thank you. Este es el cartelito que cuelga en la puerta del colmado centenario Múrria y que ha dado la vuelta a Barcelona. Harto de los turistas que irrumpían en la tienda solo para curiosear, sin ninguna intención de comprar, el propietario Joan Múrria decidió colgarlo a modo de “disuasión”. “Si visita solo para mirar (en el interior), son cinco euros por persona. Gracias”, reza el letrero, traducido al castellano.

En el número 85 de la calle Roger de Llúria, a escasos metros del concurrido Paseo de Gracia, el Múrria es un colmado que suele atraer a los turistas que quedan prendados de su fachada de madera y su cartelería modernistas. Con sus productos a la vista en las vitrinas —desde conservas a quesos, y de vino a embutidos—, este comercio emblemático, abierto en 1898, siempre ha sido atractivo para quienes pasan por delante. Pero los tenderos han dicho basta. 

“No estamos en contra del turismo; de hecho, reconozco que vivimos en parte de él”, arranca el propietario Joan Múrria. “Pero sí del que entra sin ni siquiera saludar, empieza a manosear, a tocar productos que igual valen 40 euros, y molesta a los demás clientes”, reflexiona. Una noche, mientras estaba en casa pensando en ello, se le ocurrió la idea del cartel, que él mismo redactó a mano. Lo de los cinco euros, aclara, es solo una “disuasión” con un cierto tono de broma, pues no se ha planteado nunca cobrar realmente a ese perfil de turistas.

La tienda Múrria tiene más de 120 años y su propietario, Joan, acumula 54 detrás del mostrador. Vivió la Barcelona preolímpica y el boom turístico tras los 2000. Pero no recuerda un momento con tantos visitantes como en los últimos años antes de la pandemia y como ahora. “Llegué a pensar de poner alguien en la puerta para disuadirles”, explica. ¿Quizás son también más incívicos? “No se puede generalizar”, despacha el comerciante. 

Pero si antes toleraban con cierto humor las visitas de los curiosos y ahora han puesto el nuevo cartelito es por otro motivo añadido. Desde hace cuatro meses, este colmado que se centraba en la venta de alimentos ha abierto un pequeño servicio de restauración. En los escasos metros cuadrados de la tienda han colocado un par de mesas de mármol y en el mostrador se ha improvisado una barra con cuatro taburetes. “Con los comensales se hacía mucho más incómodo los turistas que entran a mirar”, razona. 

Múrria explica que decidió lanzar el servicio de hostelería como forma de reinventar el negocio, aunque sin dejar atrás la venta de productos, que sigue siendo el emblema del local. Sentado en una de las mesas de mármol, sigue reflexionando sobre el turismo. “En Barcelona ya sabemos lo que es el turismo. El conflicto permanente, con gente a favor y gente en contra. Nosotros nos contamos entre los que están a favor, pero sin mala educación”, dice. 

Múrria sabe que su tienda no dejará de ser atractiva a ojos de los paseantes. Por su cartelería de época y sus productos gastronómicos: quesos artesanos, embutidos, caviar, ahumados, champanes, vinos… “Esto que ves no existe en ningún otro lado. Quizás alguna tienda parecida en Viena o Turín, pero poco más”, sentencia Joan Múrria. 

El local acumula distinciones como pocos. Desde la Medalla de Honor de Barcelona al premio Mejor Tienda del Mundo (también del consistorio), pasando por el Mejor Escaparate y el premio FAD de diseño precisamente por las vitrinas que dan a la calle. Sin embargo, en lo que no es único es en tener cierto recelo del turismo que está desfigurando parte del comercio de la ciudad. Sin ir más lejos, este junio cerró una histórica y centenaria papelería en la Via Laietana y lo hizo con una idea entre ceja y ceja de sus propietarios: que el local no acabase en manos de cualquier multinacional destinada al turismo.

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