37 gatos, de los que cinco eran cachorros, y un conejo. Todos estos animales fueron los que se llevaron de un piso del Raval antes del verano los técnicos del Departamento de Gestión y Protección de Animales del Ayuntamiento de Barcelona. El vecino que los tenía hacinados en su casa, con riesgo para su salud y la de los propios animales, es uno de los muchos casos de Síndrome de Noé que se detectan en España cada año, el nombre coloquial con el que se conoce el trastorno de acumulación de animales. Solo en lo que va de año 2021, en la capital catalana se han intervenido por este motivo más de 300 ejemplares.
La cifra de este año, difundida recientemente por el consistorio barcelonés, supone un sorprendente 23% de todos los 1.279 animales que las unidades del Ayuntamiento han rescatado en los últimos nueve años, desde 2012. La mayoría, gatos (586) y perros (422). Se trata de un gran aumento que ha obligado al consistorio y a los psiquiatras especialistas a preguntarse a qué se debe, aunque por ahora nadie tiene una respuesta clara. “En realidad, las intervenciones que hemos hecho han sido pocas, pero de un número muy importante de animales, por lo que de momento pensamos que puede ser casualidad”, expresa Anna Ortonoves, responsable del Departamento de Gestión y Protección de los Animales. “Sobre todo, nos hemos encontrado que en los casos de acumulación de gatos había muchísimos; con los perros no tanto porque cuando hay cinco o seis ladran mucho y se puede detectar”, añade.
El Síndrome de Noé es un problema de salud mental, un desorden psiquiátrico, del que apenas hace diez años que se empiezan a conocer los detalles. Lo padecen a menudo personas de entre 50 y 70 años, que viven solas. Más mujeres que hombres. Se considera oficialmente un trastorno, vinculado a otros acumulativos como el Síndrome de Diógenes, desde que se incluyó oficialmente en el manual DSM-5, de la Asociación Americana de Psiquiatría. Antes, se empezaron a estudiar los primeros casos en los años 80, en Nueva York, aunque por entonces se considerase básicamente una excentricidad o un signo de marginalidad. No ayudó mucho para combatir el estigma, según señalan los expertos, que se popularizara en Los Simpsons la figura de la anciana loca de los gatos.
En Catalunya, el primer gran caso que se recuerda es el de la localidad de Pontós, en la provincia de Girona, cuando en 2010 se tuvo conocimiento de un vecino que tenía en su finca un centenar de perros.
“La intención aparente de las personas que sufren este síndrome es la de hacer el bien a estos animales, pero acaban provocando una desgracia, porque los animales acaban muy descuidados”, observa Antonio Bulbena, director del Departamento de Psiquiatría y Medicina Legal de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), miembro fundador del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones (INAD) del Hospital del Mar y uno de los especialistas en este ámbito. “Es un trastorno y probablemente una forma de huir de la soledad, que responde al miedo a no ser útil, a no ser querido, a que nos rechacen”, explica este doctor.
Bulbena participó en el primer estudio desarrollado en España sobre el Síndrome de Noé, por parte del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), que analizó 27 casos que tenían una media de 50 animales, el 75% de ellos en malas condiciones físicas, con heridas y enfermedades infecciosas. La complejidad de la acumulación de animales es que representa un triple problema: el trastorno de la persona afectada, la falta de salubridad que acaba afectando a veces incluso a los vecinos –que suelen dar la alerta– y la falta de bienestar de los animales. No es habitual que dejen de alimentarlos, pero sí que estos tengan enfermedades y que críen de forma descontrolada.
Al principio, las intervenciones del Ayuntamiento eran únicamente para salvaguardar la salud de los animales, que se trasladan al Centro de Acogida de Animales de Compañía (CAACB). En la práctica totalidad de los casos, según Ontonoves, el acumulador niega que esté descuidando a sus animales y, por lo tanto, no acepta entregarlos voluntariamente, con lo que tienen que abrir un expediente y pedir una orden judicial. Así se hizo en el último caso del Raval. La diferencia con años anteriores es que antes se llevaban los animales y se cerraba el caso, pero ahora cuentan con un protocolo por el que intervienen los Servicios Sociales y, si hace falta, los especialistas del Hospital del Mar. En cada distrito hay una Mesa de Acumuladores para abordar sus casuísticas con todas las partes.
El doctor Bulbena ha acudido en muchas ocasiones a intervenciones en domicilios. “Son casos muy refractarios, que además suelen tener una mala relación con la familia porque ha escogido antes a los animales que a ellos”, relata. A diferencia de otros trastornos, que suelen estar agudizados por la pobreza, este psquiatra asegura que en el Síndrome de Noé se dan tanto en zonas marginales como en barrios de clase alta. Lo que sí les une a la mayoría es que su tratamiento para dejar atrás este desorden es muy complicado. No ayuda que sea gente ya mayor. En psiquiatría suelen ser más sencillos de abordar los problemas agudos que los crónicos.
De entrada, señala Bulbena, muchos salen a buscar nuevos animales después de las intervenciones. “Son personas que carecen de conciencia de la enfermedad y que han salido de la soledad y el miedo ayudando a animales, a ver cómo les quitas eso”, recuerda. “Una posibilidad, aunque costosa, es tratar de canalizar esta conducta de altruismo hacia otros aspectos como las instituciones de acogida de animales”, señala, en referencia a algunos que entran a colaborar de forma supervisada con protectoras y entidades que dan comida a los a animales. “Pero si a los 60 años te da por no tolerar la gente, es fácil volver a encerrarte”, añade el doctor.