Una minihabitáculo de 2,2 metros de largo por 1,2 de alto, justo para que encaje una cama. No cabría una persona de pie. Así son los polémicos pisos-colmena, al estilo de algunos alojamientos japoneses, que promociona la web Haibu 4.0 en Barcelona y contra la que ya se ha pronunciado el Ayuntamiento. Pero, ¿qué hay de cierto en la iniciativa? De momento, no tienen licencia, no se han constituido como empresa, no han registrado la marca y las estancias existen solo en forma de maqueta, puesto que ni siquiera han empezado las obras en el local que las albergaría. Aun así, sus impulsores aseguran que lo tendrán a punto en las próximas semanas.
La información apareció el sábado en El Periódico, que se hizo eco de los anuncios que Haibu 4.0 –que en japonés significa “colmena”– había colgado por la ciudad y en Wallapop. Su intención era estrenar en Barcelona un primer local-colmena en el barrio de Sants, con varios habitáculos, aunque se negaban a desvelar la ubicación. Aseguraban también que el modelo estaba pensado para estancias temporales, aunque pagando alquileres mensuales a partir de 200 euros. Su público potencial, personas de entre 25 y 45 años que no pudieran pagarse un piso en la ciudad.
Las caras visibles del proyecto son Marc Olivé y Eddie Wattenwil. eldiario.es ha mantenido desde el martes varias conversaciones con este último, una de ellas al lado del local en el que aseguran que van a instalar los habitáculos. Se trata de unos bajos sin cédula de habitabilidad de 110 metros cuadrados. Por ahora están en proceso de vaciado del mobiliario del anterior negocio, según ha podido comprobar este medio. No han llevado todavía los materiales para montar los cubículos, que según dicen, deberían ser de entrada 14, en dos hileras una encima de otra.
Mientras tanto, a las oficinas del Ayuntamiento no ha llegado ninguna solicitud para establecer un espacio residencial de estas características. Ni siquiera han pedido licencia de obras, según informa el Consistorio, desde el que aseguran que el proyecto no es viable a nivel legal por varios motivos. En primer lugar, las mini-habitaciones no cumplen con los 5 m2 mínimos que deben tener estas estancias en cualquier vivienda, tal y como se recoge en el decreto 141/2012, pero también porque no está permitido el “amontonamiento”, según fuentes consistoriales.
La propia alcaldesa de la ciudad se ha pronunciado sobre la polémica, para incidir en que si les llega la petición de licencia, lo denunciarán. “Esto es ilegal, afortunadamente. Pedimos que no se frivolice, debemos proteger el derecho a la vivienda”, ha señalado. No solo Colau, sino varios concejales han denunciado estos días que las colmenas serían infraviviendas.
Con todo, el Ayuntamiento ya ha puesto la iniciativa en conocimiento de los Mossos d'Esquadra por posible fraude, tras revelar El Periódico que en sus carteles colgados en la calle pedían 25 euros para una supuesta “inscripción”. Sobre ello, Wattenwil afirma que lo plantearon para poner “filtro” en las peticiones pero que lo quitaron. Según relata, este pago se tenía que efectuar a un número de cuenta publicitado en la web, algo que retiraron antes de recibir ninguno. “Mantener eso ahí suponía que alguna gente dijera que era un timo, no nos interesaba”, detalla.
Contradicciones sobre las plazas
No han contribuido a su plan las numerosas contradicciones en las que incurren los promotores de esta iniciativa en sus distintos canales de difusión. En la web, anuncian 38 habitáculos. En uno de sus tres anuncios de Wallapop, 45. En persona, Wattenwil asegura que de entrada son 14, todos en el mismo local de 110 m2 que tienen en Sants, repartidos en dos hileras de siete, una encima de otra. En la 'app' de anuncios afirman también que los habitáculos serían de 6 m2, algo que choca con su discurso público de los minihabitáculos. Otra diferencia es que en Wallapop se anuncian como “Hostel”, mientras que en la web dicen ser una “comunidad” y, en la entrevista, su impulsor precisa que está pensado para residentes locales y no turistas.
La web, creada el 27 de julio, da cuenta de los servicios que tendría el local, como cocina, baños o wifi, así como las normas de convivencia. En la página principal utilizan fotos de promoción que no se corresponden con su proyecto. Las imágenes de la maqueta de tamaño reducido del habitáculo, que son las que han publicado los medios de comunicación, no están en la web, sino que proceden de Wallapop y las proporcionan ellos mismos.
Este cúmulo de incoherencias lo atribuye Wattenwil a la “rapidez” con la que se ha dado a conocer un proyecto que, según su versión, iban a hacer público más adelante. El detonante, que fueron los anuncios en la calle localizados por la prensa, eran según este impulsor “un estudio de mercado” para saber si la idea generaba interés. “Está todo muy poco maduro”, insiste durante la entrevista.
De hecho, Haibu 4.0 no está constituida como empresa ni ha registrado la marca en la Oficina Española de Marcas y Patentes, algo que Wattenwil admite abiertamente. Según él, se están planteando dar de alta la firma en Canarias, aunque no detalla el motivo. Por contra, su socio Olivé, en declaraciones este miércoles en TV3, aseguró que la intención de la iniciativa era constituirse como fundación. Según su versión, son un grupo de cinco personas que han invertido de momento 100.000 euros en el local y 50.000 en material y mano de obra.
En su web afirman tener su sede en la planta 4 de la Torre NN de la calle Tarragona, aunque en realidad lo que hay en ese emplazamiento es el espacio de coworking Regus, donde trabaja uno de los socios, Olivé. eldiario.es ha podido comprobar que allí no hay oficialmente ningún despacho a nombre de Haibu 4.0.
“No vamos a llamarlo contrato de alquiler”
Durante la entrevista, Wattenwil quita hierro a las críticas recibidas por el Ayuntamiento y algunos colectivos por el derecho a la vivienda. “Nunca hemos dicho que sean viviendas, son habitáculos en los que dormir”, reivindica. “Están pensados para alguien que tiene problemas económicos o para estudiantes”, argumenta. Se trata del mismo discurso que recogen en su web, y que rezuma una suerte de filosofía social, según la que sus cubículos servirían para “ayudar a las personas” que no pueden encontrar en la ciudad viviendas en condiciones.
Sin embargo, por lo poco que se ha podido comprobar de este proyecto, avanza con suma improvisación, a pesar de su amplia difusión en los medios de comunicación. Preguntado sobre si será un contrato de alquiler el que mantendrán con los inquilinos, Wattenwil responde: “No vamos a llamarlo contrato de alquiler, llamémosle sólo contrato, veremos qué titularidad le damos en el futuro, pero es una especie de alquiler, sí. Un contrato entre dos personas físicas es tan válido como cualquier otro contrato que se pueda llamar de alquiler o compraventa”.
El impulsor del proyecto asegura que pedirán la licencia de obras al Consistorio la semana que viene, y que será entonces cuando llevarán al local el material para instalar los cubículos. También el mobiliario y los electrodomésticos que deberían ocupar las zonas comunes, como el hall, la cocina o las duchas. Si finalmente no les conceden la licencia, aseguran que seguirán con la instalación para convertir el local, al menos, en una sala de exposición para “inversores extranjeros”.