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Confiar o no confiar en Europa

El pasado 9 de mayo se celebraba el día de Europa. Después de un mes uno se pregunta si hay algo que festejar. En octubre de 2007 la confianza de los europeos en la Unión Europea y sus instituciones era alta. Según datos del eurobarómetro de septiembre de ese año, el 57% de los europeos creía en el proyecto comunitario. La situación hoy en día es casi opuesta: todos los esfuerzos que había hecho el viejo continente para convertirse en un ente integrado poco a poco se han ido desvaneciendo. El último eurobarómetro, realizado en el mes de octubre de 2012, es un espejo abrumador: sólo un 31% dice tener confianza en Europa. España encabeza este ranking con sólo un 20% de la ciudadanía que confía en la Unión Europea y un bárbaro 72% que se muestra contrario al papel que están desempeñando las instituciones de Bruselas. Y no son sólo los españoles. Alemanes, franceses, británicos, polacos, italianos y muchos otros son la clara muestra de la fractura que se está produciendo entre el proyecto europeo y la realidad a pie de calle.

¿Qué factores han hecho que la ciudadanía europea haya radicalizado su postura? Primero de todo, debemos esgrimir el factor económico. En tiempos de bonanza, a menudo no hay conflictos políticos de importancia. La crisis y las consiguientes medidas económicas han enfrentado los diferentes países europeos cuando todavía faltaba un mecanismo y una estructura institucional de mediación de los conflictos económicos. Entre otros factores, las políticas de austeridad están perjudicando el nivel de vida de los ciudadanos. Los continuos recortes de los gobiernos nacionales promovidas por Europa han acentuado el clivaje entre los europeos y sus instituciones. Asimismo, los factores políticos ponen de relieve las discrepancias entre los partidarios del intergubernamentalismo y aquellos que defienden una mayor cesión de soberanía. La falta de soluciones que aportan las instituciones para paliar la débil situación en que nos encontramos vaticina un incremento de la desconfianza, es decir, que la gente se pregunte para qué sirve Europa.

¿Cómo puede revertir la UE esta situación? En este momento de crisis económica y socio-política es necesario que la Unión lance un mensaje de confianza a sus ciudadanos y un proyecto común que dibuje un horizonte de esperanza. No todo el debate debe ser en términos económicos, porque la crisis se ha impregnado de una pérdida de valores, de relaciones y de integración. El objetivo de la creación de la Unión Europa, iniciada con el Tratado de Roma, era representar los intereses de unos estados que luchaban por recuperar la dignidad y avanzar hacia un futuro más esperanzador. Todas estas ilusiones se depositaron sobre una Unión Europea que no ha sido capaz de responder a los desafíos planteados.

Parte de la fractura entre ciudadanos y políticos es la falta de compromiso de los ciudadanos con Europa. Como europeos tenemos derechos. Pero también obligaciones. El 50% de la población de la UE afirma estar poco informada sobre asuntos europeos y un 18% dice no estar nada informada. Casi siete de cada diez ciudadanos desconocen el funcionamiento de la Unión Europea y cómo afecta a los respectivos países. Algo falla. Si queremos ser críticos con el sistema-que lo hacemos-debemos saber cómo funciona. Los ciudadanos de Europa tendemos a hacer una crítica vacía de contenido. Para enriquecer el debate europeo debemos ser capaces de articular con diligencia nuestras propuestas e inquietudes.

La Unión Europea es un ente que debemos comprender y al que debemos contribuir de forma constructiva para ayudar a configurar un proyecto que nos motive. En estos 60 años el proceso de integración europea ha seguido una trayectoria claramente voluntariosa hora de elaborar un proceso de cohesión y convertirse en una Europa federal capaz de alcanzar los objetivos que se proponga. Hace falta mucho trabajo desde Bruselas y sus instituciones pero también es necesario que los europeos estemos dispuestos a asumir nuestra tarea y velar por lo que también nos afecta.

El pasado 9 de mayo se celebraba el día de Europa. Después de un mes uno se pregunta si hay algo que festejar. En octubre de 2007 la confianza de los europeos en la Unión Europea y sus instituciones era alta. Según datos del eurobarómetro de septiembre de ese año, el 57% de los europeos creía en el proyecto comunitario. La situación hoy en día es casi opuesta: todos los esfuerzos que había hecho el viejo continente para convertirse en un ente integrado poco a poco se han ido desvaneciendo. El último eurobarómetro, realizado en el mes de octubre de 2012, es un espejo abrumador: sólo un 31% dice tener confianza en Europa. España encabeza este ranking con sólo un 20% de la ciudadanía que confía en la Unión Europea y un bárbaro 72% que se muestra contrario al papel que están desempeñando las instituciones de Bruselas. Y no son sólo los españoles. Alemanes, franceses, británicos, polacos, italianos y muchos otros son la clara muestra de la fractura que se está produciendo entre el proyecto europeo y la realidad a pie de calle.

¿Qué factores han hecho que la ciudadanía europea haya radicalizado su postura? Primero de todo, debemos esgrimir el factor económico. En tiempos de bonanza, a menudo no hay conflictos políticos de importancia. La crisis y las consiguientes medidas económicas han enfrentado los diferentes países europeos cuando todavía faltaba un mecanismo y una estructura institucional de mediación de los conflictos económicos. Entre otros factores, las políticas de austeridad están perjudicando el nivel de vida de los ciudadanos. Los continuos recortes de los gobiernos nacionales promovidas por Europa han acentuado el clivaje entre los europeos y sus instituciones. Asimismo, los factores políticos ponen de relieve las discrepancias entre los partidarios del intergubernamentalismo y aquellos que defienden una mayor cesión de soberanía. La falta de soluciones que aportan las instituciones para paliar la débil situación en que nos encontramos vaticina un incremento de la desconfianza, es decir, que la gente se pregunte para qué sirve Europa.