Clara Prats no es viróloga ni epidemióloga, sino física, pero aun así su grupo de investigación de la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC) se ha convertido en una referencia a la hora de analizar la evolución de la pandemia en Catalunya y España. Se trata del grupo de biología computacional y sistemas complejos (BIOCOM-SC), que lleva más de un año elaborando modelos matemáticos, estimaciones, gráficos y mapas sobre la transmisión del virus. Al principio, sobre todo para uso académico, pero rápidamente se convirtieron en una herramienta valiosa para la toma de decisiones por parte de las autoridades sanitarias, como el Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya.
Esta investigadora atiende a elDiario.es en un momento decisivo –otro más– de la epidemia en España. Con un repunte de contagios que podría consolidarse e incluso dispararse por Semana Santa y una vacunación que avanza a marchas forzadas y sobre la que se deposita la esperanza de acabar con el virus en los próximos meses.
Con el repunte actual de casos, con una incidencia acumulada que lleva ya días subiendo en España, ¿diría que estamos ante una cuarta ola?
Es posible e incluso diría que es probable. Pero no lo sabremos hasta que no veamos que el crecimiento de los casos es mayor y más sostenido. Podríamos decir que ahora es más bien un arranque, y veremos si la podemos frenar antes de que se dispare, como ha ocurrido en países de nuestro entorno. Entonces sí podríamos hablar de una cuarta ola. Dependerá de varios factores y la Semana Santa es uno de los importantes. Sabemos que la movilidad puede conllevar un aumento de las interacciones sociales. Ya se vio en Navidad, en muchas comunidades autónomas donde este fue el combustible de la tercera ola. Por lo tanto, el peligro está ahí.
Parece que, grosso modo, las comunidades permitirán la movilidad interior durante la Semana Santa. Se mantendrán, eso sí, algunas restricciones en hostelería y aforos reducidos en otros sectores. ¿Le parece suficiente para evitar un aumento de casos?
En términos preventivos, no. El nivel actual de restricciones deja la puerta bastante abierta a que aumenten las interacciones. Ahora bien, es cierto que la situación epidemiológica actual en España, en términos de incidencia, es bastante mejor que hace unos meses, y llevamos mucho tiempo en el que las comunidades, con sus diferencias, han restringido la actividad social. Encajar las piezas del puzzle que incluye necesidades epidemiológicas, económicas y emocionales ya sabemos que es complicado. De todos modos, lo ideal sería alargar las restricciones hasta que tengamos a la franja de población más vulnerable vacunada, algo que tenemos a la vuelta de la esquina.
Una medida que sí se ha planteado, y que algunas comunidades han incorporado, es el cierre de los interiores de bares y restaurantes con una incidencia acumulada superior a 150 casos por 100.000 habitantes. ¿Le parece una medida correcta?
Sí. Sabemos muchas más cosas del virus ahora que hace un año y esto nos permite tomar medidas más quirúrgicas y orientadas a disminuir las situaciones de riesgo. Y sabemos que el riesgo de contagio en interiores con burbujas de convivencia distintas aumenta mucho respecto a exteriores. Poner un umbral, como es la incidencia a 150, siempre es discutible, pero a mi me parece adecuado.
¿Qué le parece que se haya prohibido la movilidad entre comunidades autónomas pero no para entrar desde el extranjero a España durante los días festivos?
Cualquier incremento de la movilidad conlleva riesgos. Tan problemática puede ser la movilidad interior como la exterior, pero es cierto que ahora mismo España, junto a Portugal o Reino Unido, es de los países que está en mejor situación, con lo que las llegadas de zonas con mucha mayor incidencia pueden suponer un mayor problema.
¿Los actuales niveles de vacunación pueden suavizar una eventual cuarta ola?
Lo que parece evidente es que los niveles de vacunación que podamos alcanzar en las próximas dos, tres o cuatro semanas no evitarán por si mismos una cuarta ola de casos. Lo que sí pueden hacer, y esto dependerá mucho de cuándo se dispare la curva, es amortiguarla. Sí esperamos un efecto sobre la mortalidad, puesto que se ha empezado a vacunar a la franja de más de 80 años, aunque no creemos que vaya a ser muy grande, a no ser que se quite el umbral para vacunar con AstraZeneca a partir de los 65 años y eso permita vacunar masivamente a ese colectivo.
De hecho, ahora mismo ya se ve cómo la mortalidad entre las personas mayores de 80 ha caído más que entre la población general. Si en otoño y hasta finales de enero, dos de cada tres fallecidos por COVID-19, el 67%, superaban esa edad, ahora el porcentaje ha bajado hasta el 50% aproximadamente. Esto va también asociado a la protección de las residencias, que eran uno de los factores de mayor riesgo.
Lo ideal sería alargar las restricciones hasta que tengamos a la franja de población más vulnerable vacunada, algo que tenemos a la vuelta de la esquina.
Durante el mes de abril, en principio todos los mayores de 80 deberían estar vacunados. ¿Cómo será entonces el impacto del virus?
Esta población, como decíamos, representaba dos de cada tres fallecidos. Será clave en la letalidad. Pero hay que recordar que son solo el 5% o 6% de los que ingresan en la UCI. Es decir, que aunque protejamos a toda esa franja de mayores, esto no nos ahorra la presión asistencial con pacientes críticos. Hasta que no esté inmunizado un porcentaje elevado de personas entre 60 y 80 años las UCI no notarán una mejora sustancial. Y eso no lo tenemos.
Calendario en mano, ¿a partir de cuándo cree que la vacunación empezará a tener un efecto real en evitar ingresos en UCI?
No podemos decirlo, porque no tenemos los datos de las dosis que llegarán. También puede ocurrir que, por la bibliografía que vamos obteniendo, se acabe por quitar el umbral de 65 años en el uso de AstraZeneca. Si esto es así, la perspectiva que se abre es muy distinta. El cambio para las UCI será de la noche a la mañana si en abril se puede vacunar de forma masiva a la franja de edad de 65 a 80 años. Es decir, cada semana que mantenemos a raya la cuarta ola es tiempo que ganamos para vacunar a esa franja y que la ola de ingresos y muertos se suavice. Sin extender la edad de vacunación con AstraZeneca, cubrir la población de 60 a 80 con Pfizer requerirá de mucho más tiempo.
El Gobierno central y los autonómicos siguen diciendo, pese a todos los contratiempos en cuanto a remesas, que se logrará la inmunidad de grupo en septiembre. ¿Les salen a ustedes los cálculos?
No es un cálculo muy complejo de hacer y responde a la previsión de vacunas que en principio nos tocarían. Pero de nuevo, dependerá de las dosis que realmente acaben llegando.
El cambio para las UCI será de la noche a la mañana si en abril se puede vacunar de forma masiva a la franja de edad de 65 a 80 años
Pronto habrá que revisar el estado de alarma y, con él, algunas medidas asociadas. ¿Han recabado evidencias durante estos meses de hasta qué punto el toque de queda ha sido beneficioso para reducir contagios?
Hay evidencias indirectas. El problema es que cuesta separar los factores. Una de esas evidencias tiene que ver con la incidencia en la población de entre 20 y 29 años, que se puede asociar a una mayor movilidad nocturna. Con el toque de queda en octubre, y con el cierre de la hostelería, esa franja de edad, que venía siendo el motor de la pandemia durante el verano –y lo digo sin ánimo de criminalizar–, perdió peso. Mientras que en la Comunidad de Madrid, que ha sido más laxa, ha bajado menos en términos relativos. Eso nos da algunas pistas de si es efectivo.
Pero no se puede distinguir qué parte corresponde al cierre de bares de noche y qué parte al toque de queda, entiendo.
Efectivamente. Lo que sabemos es que el gran motor es la actividad social, ya sea familiar o con amigos. Y que en entornos de confianza se rebajan as medidas. En el domicilio es evidente que sucede así. Y en entornos de ocio nocturno se vio en verano. Así que probablemente sea una combinación de las dos.
En Francia se dispararon los casos con un toque de queda a las 18.00 horas. ¿No le sorprende?
No me sorprende en el sentido de que no hay una medida única que funcione. Así sería mucho más fácil. Es como un queso suizo que tienes que ir tapando los agujeros porque el virus se escabulle. El toque de queda por sí solo no controla el virus, pero ayuda.
Con el toque de queda en octubre, y con el cierre de la hostelería, la franja de edad de 20 a 29 años, que venía siendo el motor de la pandemia durante el verano, perdió peso
Igual que Francia, en varios países europeos sí se han disparado ya los contagios. ¿Cuál es ahora mismo la situación en Europa?
Varios países están creciendo. Italia parece haber llegado al pico. Tuvo una tercera ola muy pequeña y quizás es una continuación de aquella. Francia, por ejemplo, tampoco llegó a bajar del todo y arranca desde unos niveles más altos. Es una suerte de reactivación en su caso. Y en cuanto al impacto de la vacunación, nos llegan datos positivos de Israel, Reino Unido y Estados Unidos, aunque no hay todavía inmunidad de rebaño.
En España llegamos a doblegar la curva de la tercera ola hasta bajar a niveles de principios de otoño, pero no se ha hablado esta vez de rastreadores y cribados. ¿Hemos renunciado ya a la prevención y lo fiamos todo a las restricciones?
Los cribados sí han bajado un poco. Entre otras cosas, supongo que se debe a que la campaña de vacunación necesita personal. Y lo que es el rastreo, no se ha dejado de hacer, es algo que costó mucho construir y poner en marcha. No se ha desmantelado y espero que siga reforzándose.
Un aspecto nuevo de la pandemia que generó cierta alarma fue la aparición de una variante más transmisiva: la británica. Ahora que ya es predominante en España, ¿se puede decir que se ha logrado que su crecimiento no haya sido explosivo?
La sustitución de la variante anterior por la británica se ha dado de forma generalizada en la mayor parte de Europa, con dos patrones de sustitución distinta. Con pocas medidas restrictivas, como es más transmisible ha encontrado la ventana para aumentar los contagios. Ocurrió así en Reino Unido, Irlanda o Portugal. Ahora bien, en los países donde se ha dado la sustitución con medidas restrictivas, como Dinamarca, o en Catalunya y España en general, se ha dado igual pero sin generar un nuevo crecimiento por ello. La variante británica, cuando tiene la oportunidad, como dentro de un domicilio, afecta a más convivientes que la variante anterior. Pero en el exterior, las medidas que impiden que el virus se transmita afectan igual. Pero este nuevo crecimiento que se está empezando ahora podría ser acelerado por la predominancia de la variante.