– Hola, estoy interesado en el vestido. Creo que ya he contactado contigo por otro vestido, ¿no? Si me los dejas por 50 me los llevo los dos.
– Sí, este es mío y el otro de mi hermana. Ok, los dos por 50€, pero los pasas a recoger mañana seguro, ¿vale?
Al día siguiente, Job Polari cogió el metro y se dirigió al barrio de Pedralbes, en la zona alta de Barcelona, a recoger los dos vestidos de novia por los que había pagado 25 euros cada uno. Pero no acudió a la cita la mujer con la que había hablado en el chat de Wallapop. Tampoco la hermana. “Me encontré con el padre, que me regaló también los zapatos, las medias y la liga. ¡Había incluso granos de arroz en la caja!”, recuerda. Dos años y 17 vestidos comprados después, este artista asegura estar fascinado por la carga de desamor y dolor que él ve en unas piezas que fueron adquiridas para subir al altar de la felicidad conyugal y que ahora se malvenden en una 'app' de artículos de segunda mano. No ha comprado ni una que supere los 30 euros.
“Si alguien te vende por 10 euros un vestido que ha costado 1.000 o 2.000 es que no quiere conseguir pasta, es que busca otras cosas: desprenderse del objeto sin querer bajarlo al contenedor”, razona Polari. Esta hipótesis le cautivó, como también le atrajo constatar, a medida que visitaba casas para llevarse los vestidos, que casi nunca era la novia la que acudía a la cita. Padres, actuales parejas, familiares… “Fui dándome cuenta de que ahí había sufrimiento”, explica. Y ya entonces empezó a pensar que quizás podía procurar un “bonito final” para la vida de estas prendas.
Una “muerte digna”, explica, para todos los “cadáveres” que ha ido acumulando y que expone colgados en la pared de su piso del Eixample de Barcelona donde tiene lugar esta entrevista. “Soy como un entierramores”, bromea Polari, ferviente partidario de la eutanasia en las relaciones de pareja: “Que duren lo que han de durar, porque si no es cuando comienza el sufrimiento y se generan dinámicas de violencia”.
El funeral de estos 17 vestidos, oficiado el pasado 14 de febrero, día de San Valentín, fue una fiesta por todo lo alto. El tanatorio escogido fue la sala de conciertos Apolo de Barcelona. Pero antes de llegar al final las historias tienen un principio, y la de Polari con los vestidos de novia no nació de la nada.
A sus 44 años, este artista gráfico y profesor universitario de Educación Infantil había empezado coleccionando pieza de joyería que también tenían historias detrás. Pulseras 'no me olvides' y anillos grabados con nombres y declaraciones de amor que adquiría en puestos de quincalleros por 2 o 3 euros. “Quería hacer una obra que fuera una joya nueva que contuviera todas la demás, como un paralelismo de que construimos las relaciones emocionales a partir de lo que hemos vivido”, relata. Hasta que se topó con los vestidos en Wallapop.
Al vestido que le vendió aquel padre de dos hermanas que se acababan de separar le siguieron otros. En uno de los casos sí fue la mujer a entregárselo. “'Para lo que me ha servido…', me dijo. Parecía que se había casado poco antes”. En otra ocasión fue el exmarido el que se desprendió del vestido de su mujer que acababa de irse de casa. La pieza preferida de Polari, con sus lentejuelas y su pedrería, es de un matrimonio roto pasados los 50 años de la unión, en Sant Feliu de Llobregat. “Los hay de todo tipo”, resume. De todas las edades y perfiles sociales.
A medio camino entre el divertimento y un esbozo de proyecto artístico, Polari ha ido acumulando vestidos con la idea de hacer lo mismo que con las joyas, crear un “vestido monstruo” hecho a partir de los demás. Pero el plan ha ido cambiando, entre otras razones debido a un libro, Pensamiento monógamo, terror poliamoroso, y un colectivo, CCCHusma, que se han cruzado en el camino de los vestidos. El libro, de la escritora feminista Brigitte Vasallo, cuestiona la centralidad de la monogamia en las relaciones de pareja y en las demás relaciones sociales, que a menudo provoca sufrimiento debido a una concepción restringida del amor.
Los vestidos de novia pueden ser un símbolo de este culto a la monogamia y a las relaciones canónicas de amor. Incluso el color, blanco, es sinónimo de pureza y por lo tanto de entrega de la mujer. “¿Cuántas niñas sueñan con vestirse de blanco y con ese gran día? Pero nadie te explica que pasa después. Nos enseñan a empezar las historias de amor pero no a acabarlas como quien cierra un buen libro”, expresa.
Con el colectivo CCCHusma, impulsado y participado por él mismo y Vasallo, entre otros, organizaron el pasado San Valentín la fiesta “Me cago en el amor party”, en la Sala Apolo, para desacralizar el amor romántico y convencional partiendo de la base de que todos hemos caído en su telaraña. “Pensamos que el amor, cuanto más alocado y anulador de la personalidad, más fuerte es, que cuando no te reconoces a ti mismo es que vas bien, pero no. Y reconocer esto sobre el papel es fácil, pero todos lo hemos vivido y la hemos cagado”, reflexiona.
Como director artístico de aquella fiesta, Polari decidió que era la oportunidad para dar otros usos posibles a otras novias posibles. La muerte digna que aguardaba a los vestidos fue más bien una segunda vida. El artista puso su colección de Pronovias, Carmina Botella, Eugenia Santiago y demás vestidos para quien quisiera lucirlos. Hombres que nunca podrán hacerlo si no es en espacios seguros, mujeres con pareja e hijos que querían ponérselo de nuevo, otras que saben que nunca se van a casar y querían probarlo... “Una chica lo usó como exorcismo de toda su carga familiar, de todo lo que se esperaba de ella. Cogió fotos de familia reales, las metió en una mochila transparente y las iba repartiendo”.
Los CCCHusma, un colectivo creado para hacer fiestas con contenido político “sin renunciar a la parte petarda”, según Polari, salieron tan satisfechos aquella noche del Apolo que han decidido seguir organizando eventos parecidos. El siguiente es este sábado, en el mismo lugar, y lleva por nombre Eurocaca. Su intención es boicotear a Eurovisión porque se celebra en Israel, pero a la vez dar una alternativa a los “eurofans” para seguir teniendo su cita anual con esta fiesta.
Polari, que se ha casado dos veces pero no ha malvendido el traje, acaba de contar la historia con sus vestidos matizando que él no está en contra del matrimonio ni mucho menos de las bodas, pero sí con la asunción de que solo existe una forma de monogamia. “Las redes afectivas son diversas y hemos de entender que el amor es también llevarle un plato de sopa a tu vecina”, concluye.