La investidura de Pedro Sánchez ha logrado unir bajo un mismo paraguas a formaciones progresistas, nacionalistas e independentistas, ha provocado el enfado de la derecha y ha desatado protestas en las calles contra la ley de amnistía. Pero aún podría dejar otras consecuencias, una de ellas en Barcelona. En la capital catalana, los partidos de la oposición en el Ayuntamiento de Barcelona esperan que el alcalde socialista Jaume Collboni, que actualmente gobierna con solo 10 concejales de 40, se decida finalmente a mover ficha para ampliar su limitado Ejecutivo.
Desde que Collboni accedió al cargo, tras arrebatarle la vara de alcalde a Xavier Trias con los votos de Comuns y PP en el último instante, el PSC siempre ha insistido en que sus aliados naturales deben ser las formaciones de izquierdas: Barcelona en Comú y ERC. En paralelo, sin embargo, no ha descartado en ningún momento pactar con Junts, ya sea en acuerdos puntuales o incluso de gobierno si es necesario. “No cierro la puerta a nadie”, aseguró frente a los empresarios del Cercle d’Economia, buscando la reconciliación del Ayuntamiento con el empresariado.
Tras cuatro meses de mandato y superada la investidura de Sánchez, en el puente de mando del consistorio barcelonés saben que no pueden aguantar cuatro años en solitario, tanto por la dificultad de sacar políticas adelante como por la carga de trabajo que recae sobre sus diez ediles. Pero a la vez se muestran pacientes: mantienen conversaciones informales con todos los grupos y evitan atarse definitivamente a izquierda o derecha. De hecho, desde el Ejecutivo consideran que no pueden negociar a largo plazo tanto con comuns y ERC como con Junts si estos no aclaran cuál será su liderazgo a lo largo del mandato, puesto que ni Ada Colau, ni Ernest Maragall ni Xavier Trias tienen intención de completar la legislatura entera.
Con todo, y pese a que dicen no tener prisa, los socialistas han probado ya la medicina de estar en clara minoría. Su propuesta de mayor calado hasta ahora, los presupuestos para 2024, tuvo que aparcarla al no contar con ningún apoyo de la oposición. Collboni no fue capaz de convencer a los comuns y ERC, que lo tacharon de demasiado tímido, a pesar de que incluía un aumento de los impuestos al turismo pensado para seducirles. Y por otro lado, Junts votó en contra porque descartaba rebajas fiscales.
En el Gobierno municipal hay cierto estupor por la dura oposición que está llevando a cabo Barcelona en Comú, quienes fueran sus socios en el Ejecutivo durante años, puesto que incluso llegaron a plantear una reprobación a Collboni que finalmente acabaron retirando. Los de Ada Colau, sin embargo, responden que el Ayuntamiento se está acercando demasiado a Junts para desmantelar parte de su legado.
En una entrevista en Catalunya Ràdio este sábado, Collboni reconoció que tarde o temprano le tocará abrir juego. “Es obvio que 10 concejales no son suficientes para gobernar cuatro años; la prioridad es buscar aliados progresistas y también estamos hablando con Junts, porque han ofrecido la posibilidad de llegar a acuerdos”, declaraba.
Hasta la fecha, la lista de acuerdos alcanzados por el PSC con Junts es superior a la que incluye los comuns. Con los de Trias, Collboni ha acordado revisar la reserva del 30% de pisos sociales en nuevas promociones –al considerar que no funcionó–, la rebaja de la tasa de terrazas y, la semana pasada, la revisión del plan de alojamientos turísticos para volver a permitir la apertura de hoteles singulares en el centro de Barcelona.
“La imagen es de acercamiento progresivo hacia el pacto de la sociovergencia”, señalaba recientemente el concejal de Barcelona en Comú Jordi Martí. Los comuns trasladaron hace más de un mes una cincuentena de propuestas a Collboni para negociar un acuerdo de gobierno, pero lamentan que de momento no han obtenido ninguna respuesta.
Con todo, el mayor escollo para alcanzar un acuerdo de izquierdas está en la distancia que separa al PSC de ERC. Los socialistas saben que los necesitan para alcanzar la mayoría (con los comuns suman solo 19 concejales y hay que llegar a 21), pero los republicanos están hoy lejos de esa posición, aunque fuentes del partido añaden que están abiertos a mantener conversaciones con el gobierno.
Uno de los guiños más recientes de los socialistas hacia los republicanos ha sido abrirse a la modificación de la Ordenanza de Civismo tal como reclamaba ERC.
“Sobre las negociaciones de gobierno, quien debe decidir es el PSC”, recalca la número dos de ERC, Elisenda Alemany. Según su visión, hoy el PSC “mira al PP”, cuyos votos fueron necesarios para la investidura. “No nos podemos permitir una Barcelona que renuncie a las políticas progresistas”.
Vista la dificultad de armar un tripartito, en el PSC cuidan su relación con Junts, conscientes de que el pacto con el PSOE da alas al sector más pragmático, encarnado por figuras como Trias, para alcanzar acuerdos más allá de la investidura de Sánchez. De hecho, desde el grupo municipal de Junts, y en particular el propio Trias, no esconden su voluntad de llegar a una entente con el gobierno municipal.
“Collboni debe aclarar si prefiere a los comuns o a Trias”, le apremiaba también esta semana el concejal de Junts Jordi Martí Galbis, que esperaba, como los demás grupos, que el PSC abra ahora conversaciones. Si la investidura despeja el camino de los pactos en Barcelona es “una incógnita”, aseguraba el edil neoconvergente, antes de volver a fijar su posición: “Para contribuir a que la ciudad tire hacia adelante en base a un cambio, allí estaremos”.