El alcalde Jaume Collboni ha conseguido aprobar sus primeros presupuestos al frente del Ayuntamiento de Barcelona. Pero lo ha hecho apurando hasta la última de las cartas que tenía en su mano. Su gobierno en minoría no fue capaz de alcanzar los votos necesarios para sacar adelante las cuentas y el socialista se vio obligado a echar mano de la moción de confianza.
Esta herramienta, contemplada en la LOREG, proporciona a los ayuntamientos una vía para desencallar decisiones importantes como los presupuestos, vinculándolas a la continuidad del mandato del alcalde o alcaldesa de turno. Los grupos de la oposición han contado con un mes para proponer un candidato alternativo y, como no se ha presentado ninguno, el gobierno ha quedado reafirmado y las cuentas automáticamente aprobadas.
“Sin que haya sido presentado ningún candidato alternativo a alcalde o alcaldesa [...] hay que entender otorgada la confianza y aprobados los presupuestos”. Así ha quedado escrito en el BOPB (Boletín Oficial de la Provincia de Barcelona), cuya publicación pone punto y final, de manera discreta, a la moción de confianza. Con todo el foco mediático puesto en las elecciones catalanas y en las consecuencias que ha tenido la denuncia contra la mujer de Pedro Sánchez, Collboni ha conseguido salvar sus primeras cuentas sin llamar demasiado la atención.
Pero el alcalde todavía tiene trabajo por hacer. A día de hoy sólo ha cumplido una de las dos promesas que le hizo a la ciudadanía poco después de aceptar el cargo. Aseguró a los barceloneses que en primavera la ciudad tendría presupuestos y un gobierno estable. Sí hay cuentas, que suman 3.735 millones de euros, un 3,9% más alto que el del año anterior. Es la cifra la más alta que ha tenido el consistorio de la capital catalana hasta la fecha, 140 millones por encima del último presupuesto de Ada Colau.
Pero lo del gobierno estable todavía está en el horno ya que, con 10 concejales de 41, al socialista le faltan votos para poder seguir adelante con la legislatura. Todo apunta a que la elegida será ERC, tal como han dejado entrever en diversas ocasiones los líderes de ambas formaciones, cuyas relaciones cada vez se hacen más estrechas. Ahora bien, el acuerdo no se formalizará hasta pasados los comicios del 12M, tal como anunció Collboni el mismo día que inició la moción de confianza. Y es que del recuento de las urnas pueden nacer diversos escenarios.
A lado y lado de plaça Sant Jaume
Aunque la moción de confianza haya sacado las castañas del fuego a Collboni esta vez, es una carta que no puede jugar siempre que quiera. De hecho, sólo se puede usar dos veces por mandato y nunca dos años seguidos. Es algo de lo que han echado mano muchos alcaldes, pero Collboni es el primero que lo hace durante su primera legislatura. Y todavía le quedan otros tres presupuestos por delante.
Collboni sabía que iba a necesitar un socio desde el momento en que tomó la vara de mando y también lo sabían los grupos de la oposición que, desde el día uno, han estado pugnando por entrar en el gobierno. Durante meses, Collboni ha coqueteado con Junts, los comuns y ERC. Pero las relaciones con estos pretendientes han ido tomando caminos muy distintos.
Trias y Colau parecían los más cercanos a rubricar un acuerdo, a pesar de que no han cejado nunca en los embistes al socialista de cara a la prensa mientras, de puertas a dentro, se desarrollaban unas conversaciones que cada día se enfriaban más.
Por su parte, el camino de ERC ha ido a la inversa. Collboni y Ernest Maragall no se reunieron para discutir un pacto ya que el republicano había pactado con Trias, quien resultó ganador de las elecciones y estaba destinado a ser alcalde si no hubiera sido por un pacto 'in extremis' entre el PSC, el PP y los comuns. Era la segunda vez que Maragall se quedaba a las puertas del gobierno de la ciudad, después de que en 2019 fuera él el vencedor de los comicios y Colau le arrebatara el mando a través de un pacto con el PSC.
Pero cuando Ernest Maragall abandonó la dirección del partido en Barcelona, se llevó con él la negativa a negociar. En su lugar, Elisenda Alamany, su sucesora, empezó el deshielo y convirtió a los republicanos en los favoritos del alcalde. De hecho, mientras Junts y los comuns aseguraron que sólo votarían 'sí' a los presupuestos si Collboni les ofrecía entrar al gobierno, los republicanos ofrecieron su apoyo sin que -al menos oficialmente- supusiera su entrada en el Ejecutivo.
Ese gesto fue la constatación de que Collboni ya había elegido, al menos, a uno de sus futuros socios de gobierno. Pero el alcalde dejó muy claro que no oficializaría a su pareja de baile hasta después de la aprobación de sus presupuestos. Esto le daba tiempo a acompasar las negociaciones para las cuentas de Barcelona con las de la Generalitat, que se estaban llevando a cabo al otro lado de plaça Sant Jaume, también con ERC, el PSC y los comuns como protagonistas.
Pero el 'no' de los comuns a los presupuestos catalanes, que derivó en un avance electoral, dinamitó los tempos de Collboni. Porque, aunque la buena sintonía entre el PSC y ERC se hacía cada día más evidente, no era una opción zanjar un pacto con su rival político directo a las puertas de las elecciones.
Collboni no se esconde y ha dejado entrever en diversos momentos -el último en una entrevista en El Periódico este lunes- que el pacto con ERC está hecho. Pero no se oficializará hasta que las urnas catalanas hablen el 12M.
A no ser que haya un gran cambio de guion, los de Alamany estarán en el gobierno municipal, pero este acuerdo sumará 15 concejales, lejos todavía de los 21 en los que se sitúa la mayoría. Para esa suma necesitarían a los nueve de Ada Colau, quien todavía no ha querido dar por perdida la batalla por volver al gobierno a pesar de que sus relaciones con su exsocio son cada día más tensas, tal como han demostrado en diversas ocasiones.
Y no hay que perder de vista que el hecho que los de Colau insistan en su voluntad para llegar a acuerdos en el PSC también tiene algo que ver con las futuras negociaciones que se darán pasadas las elecciones, en las que los comuns pugnan por ser necesarios para la formación del Govern. Y es que a pesar de que Collboni ha afirmado en todo momento que él no mezclaba carpetas, sí reconoció que “el contexto a veces ayuda a los acuerdos y a veces los dificulta”. Y, en este caso, el contexto dependerá del nombre del próximo president de la Generalitat.