Dos congresos en otoño y la incógnita sobre sus líderes: el independentismo busca rearmarse ante su peor crisis

Arturo Puente

13 de agosto de 2024 21:27 h

0

En el microcuento de Augusto Monterroso el dinosaurio seguía allí cuando el protagonista despertó. Para el independentismo, en cambio, lo que aún sigue allí, después de una reaparición de Carles Puigdemont con toques oníricos y una investidura ante la que han preferido cerrar los ojos, es el peor resultado electoral de su historia. Desde el inicio del procés, Junts, ERC y la CUP siempre había sumado mayoría absoluta, pero es que, si se mira más atrás, nunca las fuerzas nacionalistas habían hecho unos números tan malos.

El momento es poco agradable para las tres formaciones independentistas, pero para cada una de ellas lo es de una forma diferente. ERC asume que ha tocado fondo y que, antes de iniciar la nueva etapa, deberá quemar a todo su actual equipo de dirigentes para reinventarse en el congreso de finales de noviembre.

Junts ve, en cambio, las cosas con menos fatalismo y aspira a que su congreso, colocado estratégicamente poco antes que el republicano, sirva para “relanzar el independentismo” y, de paso, pescar en las aguas revueltas de ERC.

Una Junts optimista pero con deberes

En el partido de Carles Puigdemont son conscientes de que los resultados de las últimas elecciones les obligan a pasar una complicada travesía por el desierto, en la que tendrán que conformarse con muy poco poder institucional también a nivel municipal. El alcalde más importante de Junts ahora está en Sant Cugat, ciudad que no llega a los 100.000 habitantes, mientras que el segundo hay que buscarlo en Vic, con la mitad de población.

Pese a eso, Junts cree tener buenas cartas para rehacerse. Es, por un lado, el principal partido de la oposición en el Parlament y es, también, la piedra angular de la mayoría para Pedro Sánchez en el Congreso. Eso no significa, sin embargo, que tenga en su mano ninguno de los dos gobiernos. Una cosa es tratar de torpedearlos e incluso bloquear los presupuestos generales, si así lo desean, pero para tumbar a cualquiera de los dos presidentes necesitarían ponerse de acuerdo con socios tan poco compatibles como Vox.

La carta de más valor que el partido de Carles Puigdemont cree tener es el hecho de que ERC haya formado parte de la coalición de investidura de Illa. Una decisión que, a su modo de ver, los deja prácticamente solos en el campo independentista, solo compartido ahora con una inoperante CUP.

ERC, resumió Jordi Turull este martes en Catalunya Ràdio, “ha roto el bloque independentista”, razón por la que ellos ahora harán un congreso “muy abierto” y que según aseguró no sería únicamente el cónclave de Junts sino del conjunto de los independentistas. La OPA hostil a ERC está declarada.

Por mucho que Junts desee hacer un congreso que trascienda a sus siglas, unas de las cuestiones que deberán decidir es el papel de Carles Puigdemont dentro de la organización. Aunque el expresident anunció durante la campaña electoral que abandonaría la política activa, todo el mundo en el partido da por hecho que el líder encontrará la fórmula para reconsiderar esta promesa y continuar liderando el espacio.

ERC: guerra por el liderazgo ¿y por la estrategia?

Muy diferentes pintan las cosas en el partido que aún dirige Marta Rovira y que ha llegado de forma agónica, aunque sin romperse, a la investidura de Salvador Illa.

Tras la debacle del 12 de mayo, la idea que se impuso entre todos los generales republicanos, tanto en el partido como en el Govern fue, en el corto plazo, acabar de dirigir la nave por unos meses hasta que la tormenta pasase y, en el medio plazo, una dimisión de toda la dirección y un congreso a finales de noviembre en el que surgiesen nuevos liderazgos.

Todos estuvieron de acuerdo, de Marta Rovira a Pere Aragonès, pasando por dirigentes con menos galones y menos trayectoria en la dirección. Pero no así Oriol Junqueras, que consideró que los malos resultados eran achacables a decisiones en las que él no había participado. Su opción entonces fue dimitir de su cargo como presidente de ERC y pasar unos meses mezclándose con las bases de su partido para volver a postularse como líder en el congreso de noviembre.

Lo que ha ocurrido mientras tanto es conocido. La dirección de ERC, capitaneada por una Marta Rovira que ha podido volver a Catalunya gracias a la amnistía, ha sellado un acuerdo de investidura con el PSC. La militancia también la ha avalado, aunque por un margen tan estrecho que obliga al partido a tener que ser especialmente cuidadoso en su relación con el nuevo Govern.

Nadie en ERC ignora que, de hecho, la relación con el nuevo Govern, pero también con el Gobierno de España, será uno de los temas más candentes en el cónclave de su partido, exactamente como ocurre en Junts.

Pero, respecto a su papel en Madrid, hay diferencias importantes entre ambas formaciones. En Junts la decisión sobre el liderazgo se da por descontada porque Puigdemont tiene el partido en el bolsillo. Gracias a esto, el expresident podría tomar cualquier decisión en el Congreso, tanto seguir sumando con el Gobierno de Sánchez como retirarle su apoyo. Ya ha hecho ambas cosas en el pasado.

Sin embargo, en el congreso de ERC es muy probable que las decisiones estratégicas que se les den a votar a los militantes estén ligadas a un nombre que se postule para la dirección. Y esto abre nuevos interrogantes, por ejemplo, qué línea piensa defender Oriol Junqueras, quien hasta el momento había apostado más por los acuerdos con el PSOE, pero que en las últimas semanas optó por guardar distancia con el pacto con el PSC.

Illa arranca sin oposición

ERC deberá dirimir esta cuestión en los próximos meses. A la vez, Junts tendrá que decidir cómo acaba de componer su grupo en el Parlament de Catalunya, una vez ha quedado claro que Puigdemont no ejercerá este liderazgo mientras eso suponga una detención. Sendos congresos de ambos partidos decidirán el futuro de Puigdemont y Junqueras, al que se da por hecho que le acabará saliendo oposición interna.

Mientras estos partidos tratan de rearmarse, se da la paradoja de que Illa ha llegado al Palau con un Govern que carece a la vez de mayoría y de oposición en la Cámara. Esto se pudo comprobar el pasado jueves, cuando tras la intervención de Illa en la sesión de investidura la réplica la dieron Albert Batet, un hombre que lleva las riendas de Junts en el Parlament, pero que no es una gran figura para liderar la oposición, y Josep Maria Jové, hombre fuerte de ERC pero que no aspira al liderazgo del partido.

Una cómoda situación para Salvador Illa, al menos durante los primeros meses de trayecto que, sin embargo, puede tornarse en una tormenta según lo que salga de los congresos independentistas.