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La deriva política

Hay una nueva deriva política del periodisme, sobre la que conviene hacer un primer apunte.

Después de la larga represión franquista hubo una inclinación mayoritaria hacia el periodismo informativo e interpretativo propio de la tradición angloamericana.

Era una ruptura con cuatro decenios de censura y control, pero también con la tradición anterior a la Guerra Civil, una prensa política y partidista muy intensa y beligerante, de influencia francesa.

Coincidía con la sustitución del francés por el inglés como idioma de cultura y relaciones internacionales. El espejo ya no era Le Monde sino The New York Times.

Una mayoría de diarios optó por un cierto distanciamiento del juego político, sin dejar de expresar preferencias, apoyos y adhesiones, con discreción variable.

Ni la derecha ni la extrema derecha no lo hicieron, es decir, el monárquico ABC y el franquista El Alcázar, hace tiempo desaparecido. De aquellas semillas florecieron después nuevos extremismos impresos, audiovisuales y digitales.

(De los lazos políticos y económicos de estos medios ha habido pocas constancias, hasta el descubrimiento del dinero negro inyectado por Ángel Acebes, siendo secretario general del PP, en Libertad Digital de Federico Jiménez Losantos).

Las limitaciones de la adopción del modelo periodístico angloamericano se afloraron pronto con la poca dedicación a la investigación y la perversión de algunas variantes locales. Una colección aún abierta de escándalos informativos, alimentados por guerras de dossiers, filtraciones e informes de orígenes poco fiables, que han rebajado la credibilidad de la prensa. Falsos watergates.

La politización del periodismo ha aumentado en los últimos años, en proporción directa a la polarización de los partidos y la desafección de los ciudadanos. En proporción inversa a la difusión y a la audiencia de la prensa, a la credibilidad general de los medios.

Han contribuido a ella las radios y televisiones públicas. No se han podido acercar lo suficiente, las que lo han pretendido, al modelo de independencia de la BBC, también amenazado. Han subido el tono partidista hacia la crispación, las que no han tenido manías.

El espectáculo audiovisual ha contaminado los periódicos, con analistas convertidos en tertulianos y tertulianos disfrazados de analistas. Pasión e interés de parte dominan los espacios de opinión por encima de aportaciones de globalidad y contraste. “Periodismo de camiseta”, como el que sorprendió al entrenador Gerardo Martino en nuestro fútbol. Notorio en el debate soberanismo catalán.

La deriva política del periodismo registra una novedad preocupante: las noticias ya no son siempre las mismas en todos los medios. Los mismos hechos pueden parecer diferentes según como los presenten unos u otros. La tentación del adjetivo invade los titulares. Las portadas tienden al editorialismo. Es una novedad poco interesante.

Hay una nueva deriva política del periodisme, sobre la que conviene hacer un primer apunte.

Después de la larga represión franquista hubo una inclinación mayoritaria hacia el periodismo informativo e interpretativo propio de la tradición angloamericana.