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Las cerámicas de Miquel Barceló toman La Pedrera de Gaudí con una exposición retrospectiva sin precedentes

Jordi Sabaté

Barcelona —
28 de marzo de 2024 22:11 h

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La Fundació Catalunya La Pedrera acoge hasta el 30 de junio la mayor retrospectiva organizada hasta la fecha de las cerámicas de Miquel Barceló, el artista mallorquín que, a pesar de ser conocido internacionalmente por sus pinturas, también se ha construido una reputación con su obra cerámica, casi paralela a la pictórica y que se inicia durante su estancia en el país de los Dogón (Malí) a finales de los años 80 del siglo pasado y tiene su momento cumbre con la decoración de la catedral de Palma de Mallorca.

La exposición lleva el título de Tots som grecs (Todos somos griegos) y ha sido comisariada por el poeta y exdirectivo del Museo Reina Sofía Enrique Juncosa, amigo personal y experto en la obra de Barceló. La componen un centenar de cerámicas que conforman casi todas sus etapas creativas, ya que, tal como comenta Juncosa, “Barceló comenzó con la cerámica a partir de 1988 en Malí, cuando las tormentas de polvo no le permitían pintar”.

Juncosa añade que “solamente falta su obra de los últimos tiempos, que está realizando actualmente en Japón con nuevas texturas y materiales y que revelan, tras el horneado, colores sorprendentes”. También destaca el escenario que acoge la exposición: “Es un edificio muy característico de Gaudí, diseñado a base de superficies sinuosas y lleno en su interior de columnas de piedra y relieve grueso, sin uniformidad, que dan un ambiente muy orgánico que combina muy bien con la obra de Barceló”.

Acompañan a las cerámicas diversas obras pictóricas, así como cuadernos, “porque a veces en los cuadernos ha hecho un inventario de sus cerámicas y, además, sus esbozos y acuarelas son una cosa muy íntima y muy propia de Barceló”, explica Juncosa. Agrega que las pinturas escogidas responden a las distintas temáticas que recoge la obra cerámica y, por tanto, son equivalentes en la cronología creativa. “Miquel tiene una manera de pintar muy orgánica, utilizando además de los pigmentos materiales que dan textura, relieve y dimensión al cuadro, como si fuera en ocasiones un plafón cerámico”, opina el comisario de Tots som grecs.

De Malí a la catedral de Mallorca

La exposición se divide en distintos apartados que reúnen temas y épocas. El primer apartado corresponde a las esculturas realizadas en Malí a mediados los 90. “Son mucho menos sofisticadas y sólidas porque Miquel en ese momento estaba aprendiendo las técnicas de los dogón, que mezclan la arcilla con excrementos animales”, puntualiza Juncosa, que subraya que “los hornos de Malí eran muy precarios y no daban un buen horneado, por lo que las piezas se rompían con facilidad”. No obstante deja claro que “incluso así, las que han sobrevivido tienen todo el carácter y la esencia orgánica de su obra”.

Se pueden ver figuras de cabezas humanas, para las que utilizó como modelo a algunos de sus amigos malienses, o una obra titulada Torso, que recuerda de una manera ambigua tanto el torso de una mujer como un esqueleto de vaca o búfalo. Todas ellas tienen la característica tonalidad ocre de aquella etapa. También se puede contemplar la obra Pinocho muerto, de 1984, un calavera de arcilla con una nariz alargada.

El siguiente apartado es Tallers, y corresponde a la etapa de 1996 a 1998, cuando Barceló regresa a Mallorca y empieza a frecuentar una teulera (fábrica de tejas y por tanto de arcillas) cercana a su estudio, donde mejora su técnica y comienza a experimentar con formas y pigmentos, tratando de emular las geometrías de la naturaleza, retorciendo y agujereando la arcilla para alejarla de la formalidad convencional o bien para imitar las texturas de los diferentes animales marinos, una obsesión en él.

De esta etapa son cerámicas tan emblemáticas como Dos cabezas de animales largos (1997), que simulan cráneos amontonados, Cabeza de chivo (1999), Pescado azul (1999) o Cabeza de morena (1999). Enrique Juncosa explica que “la vida animal en general, pero la marina en especial, es una constante en la obra cerámica de Barceló, que suele ir a diario a bucear cuando está en Mallorca”.

Catedral de Palma es el tercer apartado temático de la exposición, y recoge la etapa en la que el artista trabajó en una fábrica cercana a la ciudad de Nápoles llamada Vietri sul Mare. Allí Barceló desarrolla el proyecto que le ha dado una popularidad global: el encargo de decorar la capilla del Santísimo de la catedral de Mallorca, donde se encuentra además un baldaquino diseñado por Gaudí. El tema que Barceló escogió fueron escenas bíblicas del milagro de la multiplicación de los panes y los peces y de la conversión del agua en vino.

Para la decoración empleó grandes placas cerámicas que después rompió aleatoriamente para poder hornearlas y luego encajarlas dentro de la catedral como si fuera un mosaico de dimensiones colosales. En la exposición se pueden ver algunas piezas preparatorias como Rape con peces II.

Paso doble es el siguiente apartado y consiste en un proyecto videográfico que el Festival de Avignon encarga para su edición de 2006 a Barceló y al coreógrafo Josef Nadj. Es un trabajo a medio camino entre la obra teatral y la performance. La idea nació cuando Nadj expresó a su amigo Barceló el deseo de fundirse con uno de sus cuadros. Para llevarlo a cabo, diseñaron una enorme pared de arcilla a modo de cuadro a la que sometían a golpes, arañazos, agujeros, modelados y lanzamiento de vasijas sin hornear, como si estuvieran trabajando en un cuadro o una cerámica gigantesca.

Finalmente, en una representación tremendamente física y extenuante, Barceló termina la actuación enterrando a Nadj bajo un montón de vasijas, que se deforman sobre su cabeza, hasta que el coreógrafo queda postrado contra la pared.

Para cerrar la performance, ambos artistas perforan el maleado muro de arcilla y penetran en él hasta que este los engulle. Enrique Juncosa explica que “viene a simbolizar la lucha de Barceló por obtener de la materia bruta una trascendencia artística más allá de lo orgánico de su composición”.

Tras un apartado dedicado a los cuadernos del artista, el siguiente, titulado Vilafranca de Bonany, corresponde a la compra en 2008 de la fábrica de tejas (teulera en catalán) de esta localidad mallorquina. “Para Barceló supone poder experimentar con nuevas texturas y pigmentos, pues ya él tiene un domino de la técnica muy superior y además cuenta con sus propios hornos”, apostilla Juncosa.

De esta etapa son Jarra con teja, de 2011, Tao (2011) o Familia, de 2015, en los que Barceló reblandece las formas como si entrara en el universo laxo que pinta Dalí en algunos de sus cuadros.

No obstante, las cerámicas de esta etapa muestran sobre todo influencias de Miró y Picasso, los otros dos grandes artistas ibéricos que entraron a fondo en las técnicas de la cerámica aplicada al arte. En 2008, Barceló contaba ya con más de 4.000 piezas cerámicas creadas y presentes en distintas colecciones. “Miquel se siente especialmente cercano a Miró y su concepción simbólica de las formas, ya que Picasso hace un desarrollo más decorativo, usando más bien la cerámica como un soporte, no como un fin”, observa el comisario de la exposición.

También en la fábrica de Vilafranca de Bonany continúa Barceló su experimentación con las distintas formas de vida marina así como pigmentos de colores llamativos y poderosos, especialmente verdes y rojos. En la exposición se pueden ver muestras como Acanto (2017), Mero comiendo langosta (2019) o Audio (2019), de evocaciones claramente mironianas. También la sugerente, casi apetitosa, Sin título de 2023, que consiste en un gran bol con un buey de mar dentro.

La exposición se cierra con el apartado Totems, en el que Barceló muestra sus últimos trabajos con grandes bloques de arcilla en forma de ladrillo, que coloca uno encima o al lado de otro, cortándolos y creando hendiduras para lograr formas que recuerden a deidades como las que las comunidades nativas norteamericanas colocan en sus largos postes, con formas que sugieren cabezas de dragones, saurios o monstruos fantásticos.

Juncosa asegura finalmente que la exposición “ha sido diseñada expresamente para La Pedrera y no recalará en ninguna otra ciudad”, por lo que no habrá más oportunidades de contemplar esta completa retrospectiva si no es viajando a Barcelona. O bien haciéndose con el fabuloso catálogo de la misma, para el cual, tal como desvela el experto y amigo del artista, “se han vuelto a fotografiar todas las piezas, porque las imágenes que existían pertenecían a diferentes etapas de estos casi 40 años y ofrecían poca homogeneidad”.