Cuando llovían octavillas del cielo: la propaganda clandestina contra el franquismo

Pol Pareja

29 de junio de 2021 22:56 h

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“Lo que debes hacer cada día es no subir al tranvía y desahogar tus males rompiendo muchos cristales”. Como si de una cadena de Whatsapp o de un tuit viral se tratara, miles de papelitos con este mensaje fueron circulando de mano en mano entre los barceloneses en febrero de 1951. El mensaje caló y durante dos semanas la población se negó masivamente a utilizar el transporte público en protesta por el aumento del precio de los billetes.  

La llamada huelga de los tranvías fue la primera gran acción colectiva contra el régimen franquista y no hubiese sido posible sin la circulación masiva de estos papelitos. Durante cuatro décadas, este tipo de notas y las pequeñas publicaciones clandestinas fueron la principal manera de organizar la lucha popular contra una dictadura que ahogaba y reprimía con dureza cualquier atisbo de disidencia. 

A veces se imprimían en domicilios particulares. También en la trastienda de algún comercio o tras una falsa pared que escondía una imprenta. En otras ocasiones eran fotocopias de panfletos hechos a mano y durante la posguerra se llegaron a producir en condiciones muy precarias. Muchas de ellas –el 20%– incluso eran impesas fuera de España por exiliados que las introducían posteriormente por la frontera francesa.

La exposición 'Cuando llovían octavillas: clandestinidad, prensa y propaganda antifranquista', inaugurada este martes en el Archivo Histórico de Barcelona (entrada gratuita, abierta hasta el 29 de enero de 2022), recopila y enseña decenas de estas publicaciones que demuestran la abundante producción de propaganda clandestina que hubo en la ciudad durante toda la dictadura, una tradición que vivió su máximo esplendor a finales de los 60 y principios de los 70 y que para algunos fue la antesala de los fanzines 'underground' de la Transición.

La colección que posee el Archivo –compuesta de más de 1.000 publicaciones y 9.000 octavillas– es una de las más importantes de este tipo en Catalunya y se formó gracias a las donaciones anónimas que muchos vecinos depositaron durante la primera etapa de la dictadura en el buzón de la entidad o bien dejaron escondidas entre las páginas de los diarios de la sala de consultas. El resto fueron donaciones privadas de activistas, partidos, entidades y asociaciones vecinales. 

Buena parte de la colección son documentos efímeros, pensados inicialmente para ser destruidos, que sin embargo han llegado hasta nuestros días gracias a los riesgos que tomaron muchos ciudadanos y entidades que las quisieron preservar.

“La prensa clandestina del franquismo era uno de esos grandes desconocidos que había que poner en valor”, señaló Manel Risques, comisario de la exposición y profesor de Historia Contemporánea, durante la presentación de la muestra. “Sin ella no habría habido lucha ni resistencia antifranquista, fue una columna vertebral de todo este movimiento”.

Las autoridades fascistas lucharon activamente contra la producción de estas publicaciones y destinaron ingentes esfuerzos para localizar a sus autores, a las imprentas y los locales donde se producían. En 1949 se llegó a ejecutar a Joaquim Puig i Pidemunt por ser el director de la revista Treball, editada por el PSUC y considerada por el franquismo como un “órgano de agitación y propaganda”.

La variedad de emisores de estos periódicos, revistas y octavillas demuestra que la producción clandestina durante la dictadura fue muy transversal, especialmente a partir de finales de los 60. Hay material producido por partidos políticos como el PSUC, PSOE y ERC, entre otros, pero también publicaciones y convocatorias de asociaciones vecinales y estudiantiles así como de organizaciones feministas, católicas y antimilitaristas.

El material expuesto también permite viajar por los distintos estados de ánimo y las reivindicaciones de la clandestinidad durante la dictadura. En ocasiones se abordaban cuestiones internacionales –desde la liberación de Leningrado hasta la guerra de Vietnam– y en otras, cuestiones mucho más mundanas como la vida asociativa de los barrios, la detención de manifestantes o la petición de servicios en algún barrio de la ciudad.

Se puede ver cómo la esperanza por la victoria aliada en la II Guerra Mundial supuso la eclosión de diversas publicaciones que informaban de los avances sobre el nazismo. Durante los años 40, la mayoría de periódicos y octavillas se enfocaron en la resistencia antifascista, en denunciar el carácter ilegítimo del franquismo y los ataques a la identidad catalana. La ilusión por la victoria aliada, sin embargo, se fue apagando al mismo tiempo que estas publicaciones cuando se constató que el cambio no iba a llegar a España.

A principios de los 60 tanto el movimiento estudiantil como el PSUC fueron ganando peso en la producción de material clandestino. Las octavillas que se repartían se utilizaban para citar a los barceloneses a todo tipo de manifestaciones y huelgas obreras, ya fuese para protestar por las torturas policiales, pedir un aumento de salarios o visibilizar la condena a muerte de dirigentes antifranquistas. 

Unos años antes, en febrero de 1959 incluso se llegó a convocar un “gran concierto de cláxones” a la salida del Camp Nou para protestar por el nombramiento como director de La Vanguardia de Luis de Galinsoga, que había llegado a afirmar que “todos los catalanes” eran “una mierda”.

A principios de los 70 el movimiento vecinal sufrió un fuerte impulso y contribuyó definitivamente a la generalización de estas revistas y octavillas. Se protestaba contra el barraquismo, contra las centrales nucleares, contra alcaldes franquistas y se puede percibir la articulación del movimiento feminista, con varios ejemplares que recogen la llamada a la abstención de las mujeres en el referéndum de la ley de reforma política de finales del 76. También Manuel Fraga y “su policía” se convirtieron en uno de los principales objetivos de las publicaciones de los 70, al mismo tiempo que se denunciaba el proceso sucesorio del rey Juan Carlos. 

Ya en los estertores de la dictadura, se observa en la exposición cómo la agitación política tuvo como referencia la Assemblea de Catalunya, principal plataforma unitaria antifranquista impulsada a finales del 71. La Assemblea mostró su gran capacidad de movilización y puso en la agenda una petición que haría fortuna en la Transición y retumbaría durante años: “Llibertat, amnistia i Estatut d'autonomia”.