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Stella Maris abre el Primavera Sound con iconografía kitsch, 'castells' y milagros

Jordi Sabaté

30 de mayo de 2024 09:57 h

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El Primavera Sound empezó con buen pie ayer miércoles desde que a primera hora de la tarde calentara la escena la mallorquina Maria Jaume. Lo hizo durante la media hora en la que los primeros espectadores de la edición 2024 pudieron disfrutar de su música urbana y pegadiza, punta de lanza de las nuevas generaciones de música comercial en catalán.

A Jaume le siguió la tormenta sonora de Tropical Fuck Storm, la banda australiana que llenó el aire de guitarreo y distorsión sin concesiones, para subir unos grados la temperatura ambiental mientras el recinto del Parc del Fórum se comenzaba a llenar, sin duda preludio de una edición que aspira a superar los números de las anteriores, en las que se alcanzaron los 65.000 espectadores diarios.

Según reconocía el portavoz de la organización Joan Pons, se proponen bordear los 72.000 espectadores por jornada. Aparentemente y a falta de datos oficiales, en esta jornada inaugural tal vez se quedaron entre la mitad y los tres cuartos. Y eso que había solo cinco actuaciones, todas en un mismo escenario, el llamado Amazon Music, uno de los más grandes.

Tras tocar Tropical Fuck Storm llegó el turno de los norteamericanos Ratboys, una banda que ejerce el rock independiente de corte clásico, que en España podríamos emparentar con las bandas de los noventa de no ser por la clara vocación del grupo por el rock americano de guitarreo contundente y melodías cargadas de épica, al que la voz aniñada de su vocalista Julia Steiner, y los frecuentes slides que desliza su guitarra, emparentan con el country rock de artistas como Calexico o Alejandro Escobedo.

La hora de los milagros

Originarios de Chicago, tocaron con seriedad y solvencia sus principales éxitos, especialmente Elvis in the freezer o Morning Zoo. Ahora bien, su show, crudo y basado en el impacto de su música, sin ningún tipo de ornamentos ni más entrega que la de una honesta ejecución, no terminó de conectar con el público, algo que se notó a partir de la mitad del concierto.

Y llegó entonces la hora de los milagros: a la par que el sol caía, crecía la expectativa por el nuevo grupo, llamado Stella Maris. Las fisonomías y las vestimentas cambiaron. Las caras anglosajonas dieron lugar a otras más meridionales y las vestimentas rockeras se mudaron en atuendos no binarios y pelos teñidos, rizados o largas cabelleras.

Un grupo de jóvenes colombianos miraba el programa y uno de ellos dijo: “¿Qué música hace Stella Maris?”. Su compañera le contestó: “Me han dicho que pop cristiano”. Otro acompañante se extraño: “¿En el Primavera?”. A lo que un cuarto comentó: “He oído que es pop cristiano no binario”. Todos ellos se miraron extrañados ante lo que podía significar aquello.

Finalmente a las 20:45 horas la incógnita se desveló con un collage de imágenes en a pantalla del fondo del escenario, que anunció que las hermanas Puig Baró, hijas de la fallecida Montserrat Baró, habían venido al festival a salvar el mundo. En la pantalla comenzaron a sucederse las imágenes entre lo cutre, lo kitsch y lo sin duda gamberro. Los locales comenzaron a reír y a vitorear la sucesión mientras las hermanas subían al escenario.

El público extranjero, que antes era mayoritario, comenzó a no entender nada y a sentirse incómodo, al menos esto es lo que reflejaban sus caras. Poco a poco muchos se fueron retirando hacia la zonas de comida y bebida, si bien algunos se quedaron, curiosos, grabando la actuación, que más bien se podría calificar de performance.

'Castellers' y el 'virolai' en versión máquina

No es de extrañar su sorpresa: no conocen la serie La Mesías, creada por los Javis, y por tanto desconocen el grupo de muchachas cristianas creado para la serie y al que ahora daban vida seis jóvenes entre las que destaca la ex Operación Triunfo Amaia Romero. Tampoco saben que tras el proyecto de llevar al escenario a las hermanas están tanto Javier Ambrossi y Javier Calvo como los componentes del grupo Hidrogenesse.

Pero lo cierto es que incluso para los que han (hemos) visto La Mesías y son devotos de las Puig Baró y su pop de apostolado católico, la actuación fue todo un impacto. No había una idea clara de lo que sería el concierto, la suposición era que cantarían los temas de su primer disco, La casa huele a gloria, pero era una incógnita la escenografía.

Finalmente el evento fue una mezcla de las canciones del disco con otros momentos en los que pesaba más una coreografía totalmente alocada, con imágenes kitsch de la Virgen y Cristo, así como gatitos y carpas anaranjadas, etc. Mientras, las hermanas desarrollaban sus coreografías poco o nada ensayadas, ni falta que hacía, buscadamente cutres y epatantes.

En un momento dado, subieron dos grupos de castellers al escenario, que hicieron a lado y lado dos minicastells de un par de personas de altura mientras la gente aplaudía y sonaba una versión maquinera del Virolai (canto religioso dedicado a la virgen de Montserrat cantado por los carlistas catalanes). Seguidamente aparecieron Genís Segarra y Carlos Ballesteros, integrantes de Hidrogenesse y autores de las canciones de Stella Maris, vestidos ambos de Fernando Pessoa para cantar junto a las chicas.

Aparece Albert Pla y Carmen Machi resucita

Después de aquello ya todo parecía posible, pero los guionistas consiguieron superarse: subió al escenario Albert Pla interpretando a Pep Puig, el padre de las hermanas. Juntos, padre e hijas, ante el delirio de los asistentes, cantaron Las flores de mi jardín: “Papá puso la semilla y mamá fue la maceta...”. Al terminar la canción, una voz anunció el retorno de Montserrat, la Mesías y madre de las hermanas, que fue conducida por los castellers en parihuelas y sobre una silla hasta el escenario. Ahí estaba Carmen Machi con un camisón blanco haciendo de Montserrat ya muerta.

Pero al llegar a la altura del escenario, el cadáver se convulsiona y la Mesías resucita ante el gozo del respetable, ya en el punto de la entrega mística ante el milagro obrado. Machi, resucitada, es ayudada por las hermanas a subir al escenario, donde mece su blanco camisón en un baile que parece una típica jota y toma el micrófono para decir: “He resucitado; ¡Viva la música electrónica y católica!”. El delirio ya es absoluto entre la parroquia.

La actuación se cierra con música trance y las hermanas, el padre, la madre, los Hidrogenesse, los castellers y finamente los Javis, que salieron de las bambalinas, bailando como locos. La apoteosis fue absoluta, el mundo se había salvado una vez más gracias a Stella Maris. No obstante, no todo el mundo quedó tan contento: preguntados por este periodista, un grupo de jóvenes daneses expresó su desdén.

Cierra Phoenix, los favoritos del gran público

Uno de ellos, visiblemente molesto, opinó que era “una payasada y que él no había pagado para esto”. Uno de sus compañeros aseguró que “se habían reído de Cristo” y dijo: “No había necesidad de mezclar las cosas”. Un tercero, más conciliador, aseguró que a ellos les faltaba contexto para encontrar la gracia a aquello. Una pareja de portugueses, sin embargo, si aseguró haberse reído mucho porque, dijeron, ellos también tienen “gente así” en su país.

Lo cierto es que tras retirarse Stella Maris, el público extranjero regresó a las primeras filas para ver a Phoenix, la banda de Versalles que lleva casi dos décadas moviendo con gran éxito por toda Europa su pop fresco y bailable, pero siempre de una irrenunciable independencia. Comenzaron los franceses con Lisztomania, su gran éxito, que fue coreado por las decenas de miles de espectadores, que dejaron clara su preferencia por Phoenix.

La banda fue regalando uno a uno, y tras un escenario decorado con diferentes y elegantes fondos, un alivio tras la locura camp de las Stella Maris, sus grandes temas, que seguían siendo coreados: If I ever Feel Better, Too Young, Entertainment, etc. Mientras, una incierta bruma marina comenzaba a invadir el recinto del Parc del Fórum.