La desaladora de Barcelona, a toda máquina por la falta de lluvia: “No puede ser la única solución”

Pau Rodríguez

24 de febrero de 2022 23:17 h

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Los pantanos se vacían cada día que pasa sin llover en Catalunya y la sequía comienza a poner en aprietos la gran urbe barcelonesa. Al mismo tiempo que la Agencia Catalana del Agua (ACA) decretó esta semana el estado de prealerta en todo el sistema de cuencas del Ter y el Llobregat, que abastecen a las zonas de Barcelona y Girona, las dos desalinizadoras que existen en la comunidad autónoma, la de Blanes y la de El Prat de Llobregat, se han puesto a filtrar agua salada a toda máquina, como pocas veces lo hacen, para frenar el vaciado de los embalses. 

Actualmente, la planta de El Prat de Llobregat, una de las de mayor capacidad en Europa para abastecimiento urbano –puede generar hasta 60 hm3 al año–, está funcionando al 87,5% de su capacidad. Siete de sus ocho bastidores disponibles (hay hasta diez, pero no pueden funcionar simultáneamente salvo excepciones) están en estos momentos activos. Se trata de un volumen de producción de agua que supera los 140.000 m3 diarios, una situación que solo se ha dado en un 2,6% de las jornadas desde que existe esta infraestructura, inaugurada en 2009. 

La mayor parte de las veces que se ha alcanzado este ritmo de generación de agua potable ha sido en los últimos años, con un pico muy pronunciado en la sequía de 2018, debido a que se decidió por parte de la Generalitat rebajar las exigencias para el uso intensivo de las desaladoras ante el riesgo creciente de falta de lluvias. “Es una garantía de refuerzo en situaciones de sequía. Todo el agua que desalamos es agua que no se desembalsa, a la espera de que lleguen más lluvias. Sirve para darnos margen y evitar que bajen las reservas”, sostiene Jordi Molist, jefe del Área de Abastecimiento de Agua de la Generalitat.

Tras un 2021 muy seco en Catalunya, con cifras sin precedentes en Barcelona en el último siglo, los embalses del sistema Ter-Llobregat han descendido por debajo del 60% de su capacidad –ahora mismo están en el 56%– y esto ha activado el escenario de prealerta. Sin llegar a ser necesarias medidas restrictivas (solo están vigentes en la zona del Empordà), sí se han multiplicado el uso de las desalinizadoras, de los pozos y del agua regenerada. Los ayuntamientos, por su parte, preparan ya planes de emergencia por si el escenario no cambia. 

El papel de los acuíferos y la recuperación de agua

En este contexto, desaladoras como la de El Prat son un salvavidas momentáneo, pero serán la única solución al problema. Coinciden en el diagnóstico todos los expertos consultados, que advierten que la capacidad de estas plantas de tratamiento de agua de mar es limitada y que además generan un consumo energético mucho mayor, lo que hace que el metro cúbico de este agua sea mucho más caro. 

Esto es lo que explica, de hecho, que en épocas de lluvias abundantes las desalinizadoras estén infrautilizadas y funcionen a un volumen del 10 o el 15% de su capacidad total. “Puede ser hasta diez veces más caro, porque por ejemplo para un regante, el coste de sacar agua de un acuífero es solo el bombeo”, señala el economista Gonzalo de la Cámara. 

“La desalación no es la panacea”, resume este experto y asesor de organismos como la UE o el Banco Mundial. Con 900 plantas de distinta escala, España es uno de los países con más desaladoras del mundo. Pero aun así, su capacidad es limitada. Al 100%, la del Prat alcanzaría a cubrir el 24% del consumo del Área Metropolitana de Barcelona (AMB). “Son elementos imprescindibles en la estrategia de seguridad hídrica, pero en conjunto con otras”, explica. Se refiere en este caso a la recuperación de aguas residuales –que no sirven para beber, pero sí para limpiar o para regar– y de acuíferos. 

Sobre estos últimos, Annelies Broekman, investigadora del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF), advierte que son clave de cara al futuro, en un contexto de cambio climático. “Son los embalses naturales, la fuente más estratégica del país, y están muy degradados. Nuestra gran misión en los próximos años es cuidarlos, porque la gran mayoría tiene afectaciones”. 

En los próximos 30 años, el Servicio Meteorológico de Catalunya (Meteocat) estima que el aumento de las temperaturas podría hacer alargar un mes el verano y aumentar los períodos de sequía. De ahí que las administraciones ya hayan puesto en marcha planes para asegurar la disponibilidad de agua de cara al futuro. La estrategia para las cuencas internas de Catalunya, elaborada por la Generalitat y pendiente de aprobación para el período 2023-2027, prevé duplicar las plantas para el reaprovechamiento del agua de las depuradoras (de 24 a 49). 

En cuanto a la recuperación de acuíferos, explica Molist, uno de los más importantes es el del río Besòs, históricamente muy contaminado. 

En este punto el plan de la Generalitat se toca con el del Área Metropolitana de Barcelona, presentado precisamente este jueves, bajo el título de Plan estratégico del ciclo integral del agua. Entre una larga batería de medidas, prevé una inversión de 1.400 millones para mejorar la red de abastecimiento y mejorar su rendimiento y 132 millones para tres infraestructuras nuevas. Dos de ellas, en el Besòs: una planta de potabilización y otra regeneradora. “Hay que preparar a la metrópolis para afrontar la emergencia climática, y uno de los ámbitos más importantes es garantizar el agua”, reconocía el concejal de Barcelona y vicepresidente de Ecología del AMB, Eloi Badia. 

Según las previsiones de este plan metropolitano, sin medidas adicionales y en el escenario “más optimista”, en 2050 se podría alcanzar un déficit anual de agua potable de 11 hm3 en la zona.