Entre el 16 y el 18 de marzo de 1938, la Aviación Legionaria de Italia bombardeó intensamente el centro de Barcelona. Sin una planificación clara, la ciudad empezó a tejer una red de protección inédita hasta entonces en Europa: más de 20 kilómetros de túneles con 1.322 refugios para resistir el asedio aéreo. Ahora, 85 años después de aquellos, una exposición fotográfica explora la red de defensa con 170 imágenes inéditas y cerca de 50 objetos encontrados en los refugios.
La exposición 1.322 Refugios antiaéreos de Barcelona ocupa 42 celdas de las galerías 3 y 4 de la antigua cárcel de La Modelo, y puede visitarse de forma gratuita hasta el 31 de julio. La obra artística y fotográfica resume la investigación de la fotógrafa Ana Sánchez, y el historiador Xavier Domènech, que durante tres años han trabajado en la documentación de 400 refugios de los 1.300 que se encuentran en la ciudad catalana.
“Ocho décadas después de la construcción de esos escondrijos, hemos entrado y fotografiado por primera vez 40 refugios antiaéreos que, a pesar de aparecer en un censo de 1938, se desconocían sus accesos”, explica Ana Sánchez. Algunos de estos son el de la sede de la Junta de la Defensa Pasiva, situado en el Paseo de Gràcia, el de la Escuela Popular de Guerra, ubicado en las Escuelas Pías de Sarrià, o el de la fábrica Damm.
Barcelona se convirtió en un laboratorio y campo de experimentación bélica para la Segunda Guerra Mundial recibiendo 1.903 impactos de más de un millón de kilos de bombas, que provocarían más de 2.700 muertos y 7.000 heridos. El historiador Xavier Domènech, comisario de la muestra, recuerda que “los bombardeos sobre Barcelona son el comienzo de una larga cadena del desarrollo del terror, pero la reacción de la ciudadanía es ejemplo los valores de la ciudad, y sus gentes”.
La exposición enseña diferentes modalidades de refugios que se construyeron atendiendo a las necesidades de la población: los refugios comunitarios, los privados, los que se encontraban en las fábricas o espacios de trabajo colectivizados y los institucionales o de dirigentes políticos, como Juan Negrín o Lluís Companys. Además, la red subterránea de metro también se habilitó para acoger entre 200.000 y 300.000 personas, lo que supondría el 30% de la población de Barcelona.
El trabajo fotográfico está acompañado de un conjunto de objetos encontrados durante las excavaciones y conservados en el Centro de Colecciones de la Zona Franca. Entre ellos hay tanto juegos infantiles y utensilios de cocina como también la sirena de Can Jorba, que servía para avisar a la población de los ataques aéreos cuando se escuchaba: “Atención, catalanes: hay peligro de bombardeo, diríjanse a sus refugios, con calma y serenidad. La Generalitat vela por vosotros”. Y la gente corría a refugiarse.
Refugios comunitarios: el “modelo Barcelona”
“El subsuelo es un testimonio extraordinario de la solidaridad y la resistencia antifascista para salvar vidas”, explica la fotógrafa. Mujeres, ancianos y niños participaron en la tarea de construcción de un sistema de defensa que sería bautizado en el Parlamento británico como “modelo Barcelona”.
De los 1.322 refugios inventariados, tan solo un 5% fueron construidos directamente por las instituciones, mientras que otro 10% recibiría subvención pública. El resto fue obra de la ciudadanía. Así pues, los refugios muestran otra memoria de la Barcelona en tiempos de guerra y de la sociedad organizada en asociaciones vecinales “sin las que no sería posible la construcción organizada de estos espacios”, añade Sánchez.
En la exposición se incluyen diecisiete ejemplos, entre los que destacan el de la plaza Tetuán, el Hospital Sant Pau, las plazas de Gràcia Revolució y Diamant o el Refugio 307, estos dos últimos abiertos a visitas desde hace años. De esta forma, “la ciudadanía puede acercarse a un patrimonio civil bastante desconocido e inaccesible”, añade Xavier Maese, arqueólogo del servicio de Arqueología de Barcelona.
Documentar el subsuelo
Encontrar el acceso a los refugios tras ocho décadas no fue una tarea fácil, porque muchos de estos espacios no aparecían en el último censo de 1938 y la mayoría son lugares con falta de oxígeno. “La casuística es bastante variada; encontramos refugios en muy buen estado, otros mal conservados o incluso inacabados. Cada año encontramos nuevos espacios, pero la mayoría tienen las galerías derrumbadas o a medio construir porque encontraron alguna veta de tierra que les impidió terminar”, comenta Maese.
La fotógrafa también explica que cuando los vecinos les abrían las puertas de sus casas, para adentrarse en los refugios privados bajo inmuebles de particulares, se encontraban con espacios bastante limpios. “La imagen que no tiene nada que ver con la que se imagina la gente, que cree que son espacios sucios y llenos de ratas”, detalla.
Iluminar los refugios tampoco ha sido una tarea fácil. “La humedad y las aguas freáticas bloqueaban el disparador de la cámara de fotos”, confiesa Sánchez. Aun así, el agua terminó siendo un aliado que le permitió utilizar la técnica del claroscuro para dar una luz un tanto barroca a las fotografías.
La red de 1.322 refugios bajo los pies de los barceloneses es un símbolo de lucha colectiva, resistencia y solidaridad de toda la ciudadanía que “transmite una sensación de fragilidad y vulnerabilidad de nuestras vidas, también en el presente”.