Este blog pretende servir de punto de encuentro entre el periodismo y los viajes. Diario de Viajes intenta enriquecer la visión del mundo a través de los periodistas que lo recorren y que trazan un relato vivo de gentes y territorios, alejado de los convencionalismos. El viaje como oportunidad, sensación y experiencia enlaza con la curiosidad y la voluntad de comprender y narrar la realidad innatas al periodismo.
Brighton, la ciudad de los embarcaderos
Se siente una nostalgia extraña contemplando el amasijo de hierros oxidados que se eleva en medio del mar, a unos metros de la orilla de Brighton, desconectado de ella, como un pasado aislado en el agua, que resiste a ahogarse. Un pasado que las tormentas y el fuego han ido destrozando. Y ahora sólo queda eso en pie del West Pier, restos de un antiguo embarcadero.
Claro, sólo se siente esa nostalgia si se conoce la historia de esta construcción, porque entonces, con la imaginación necesaria, es posible superponer mentalmente la imagen actual y otra de hace siglos. Una en la que el embarcadero estaba lleno de casetas, con todo tipo de souvenirs y entretenimientos - adivinos y demás- y todo el recorrido de la plataforma se iluminaba con farolas de gas decoradas con serpientes entrelazadas.
Dándole un poco más de gas a la imaginación, se consigue llegar a la segunda mitad del s.XIX y contemplar como en ese embarcadero levantan un pabellón con capacidad para 1.400 asientos, a modo de sala de conciertos, y con los años se empieza a llenar de las personas más distinguidas del lugar, con sus vestidos victorianos -ellas con los faldones abombados, llenas de pliegues, y encorsetadas, y ellos con sus sombreros de copa y sus largos chaquetones-.
Es nostálgico superponer lo que entonces fue el orgullo de la ciudad con lo que ahora queda. Pero es fácil sacudirse esa sensación, sólo hace falta girar la cabeza a la izquierda y fijar la mirada en el Brighton Pier -o Palace Pier, que lo llaman algunos-, el embarcadero más moderno de la ciudad. Si se está suficientemente cerca, se puede escuchar a los músicos de la calle, a veces con vozarrones impresionantes que se fusionan con las canciones de las atracciones, y se pueden oler también, ya de lejos, las nubes de azúcar de los puestos que hay a lo largo del muelle.
El Palace Pier es ahora el emblema de la ciudad, uno de los principales reclamos turísticos del sureste del Reino Unido. De hecho, Brighton acoge a cerca de 10 millones de visitantes al año, así que el empresario Luke Oliver Johnson, que compró el Pier este año por alrededor de 20 millones de euros, debe de haber hecho un buen negocio.
Los tres embarcaderos
Si hubieran existido los timelapse en el s.XIX, podríamos ver en pocos minutos como en algunos años la costa de Brighton se fue llenando de una hilera de palacetes y de familias adineradas que en verano paseaban arriba y abajo por la orilla del mar. Fue en esa época cuando la ciudad empezó a brillar, justo cuando se construyó el ferrocarril que la unía a Londres. Así, fueron llegando muchos más visitantes –el viaje se había hecho más fácil y barato-.
Pero antes de eso, Brighton también era de obligado paso para los que querían viajar de Londres a París por el camino más corto. Para que fuera más fácil subir las mercancías y a los pasajeros en las embarcaciones, en 1823 se construyó el primer embarcadero: el Chain Pier. En aquella época, su función principal era ser el punto de partida desde Brighton a Dieppe, en Francia, hasta donde se tardaba entre siete y ocho horas. Pero como aquello sabía a poco, también lo acomodaron para que sirviera como paseo donde había diferentes atracciones, hasta una cámara oscura.
De 1841 a 1861 la ciudad había doblado su población y se iba sintiendo cada vez más poderosa. Fue entonces cuando empezaron a florecer más atracciones como el acuario –todavía en pie- y el West Pier –el embarcadero que todavía sobrevive pero que está medio destruido-. La construcción de este último se la encargaron el ingeniero Eugenius Birch, que no hacía mucho que había vuelto de un viaje por la India y venía cargado de ideas frescas. Era el hombre de los embarcaderos. Construyó 14 en total por diferentes lugares del Reino Unido.
En 1866 el entonces alcalde de Brighton inauguraba el West Pier, el que ahora es tan sólo un amasijo de hierros oxidados.
Para entonces, el otro embarcadero, el Chain Pier, había sufrido ya bastantes embates de los temporales y algunos tramos habían quedado completamente destrozados y se habían tenido que reconstruir.
Pero el West Pier, más moderno, funcionaba bien. Le habían cogido el gusto a aquel tipo de estructura que permitía caminar y hacer vida sobre el mar. Así que a finales del s.XIX empezaban la construcción de otro embarcadero más, unos centenares de metros más allá del West Pier. Es lo que ahora se conoce como Palace Pier. La condición era que cuando ese estuviera en pie, se demoliera el Chain Pier, ya muy deteriorado y que en 1896 se declaró peligroso para la seguridad de las personas.
Casi se podría decir que la naturaleza se tomó la demolición por su cuenta, porque un frío día de diciembre de 1896, un viento huracanado no paró de soplar, mezclado con ráfagas de lluvia que hacían temblar y retorcerse al Chain Pier. Al día siguiente por la mañana sólo quedaban montones de madera esparcidos por todas partes.
Pocos años más tarde, se inauguraba el Palace Pier y la ciudad volvía a tener dos embarcaderos. Este estaba lleno de atracciones más modernas que las del West Pier y construido con mejores materiales. Hoy en día, es el único que queda en uso, el West Pier se cerró a finales del siglo pasado.
Así que a poco más de una hora de tren de Londres se alza Brighton, la ciudad del Royal Pavilion, de los locales de música en directo y de la recién inaugurada torre British Airways i360 –donde se puede comer sobrevolando la costa a 138m-. Pero, sobre todo, la ciudad de los embarcaderos.
Vueling vuela de Barcelona a Londres.
Se siente una nostalgia extraña contemplando el amasijo de hierros oxidados que se eleva en medio del mar, a unos metros de la orilla de Brighton, desconectado de ella, como un pasado aislado en el agua, que resiste a ahogarse. Un pasado que las tormentas y el fuego han ido destrozando. Y ahora sólo queda eso en pie del West Pier, restos de un antiguo embarcadero.
Claro, sólo se siente esa nostalgia si se conoce la historia de esta construcción, porque entonces, con la imaginación necesaria, es posible superponer mentalmente la imagen actual y otra de hace siglos. Una en la que el embarcadero estaba lleno de casetas, con todo tipo de souvenirs y entretenimientos - adivinos y demás- y todo el recorrido de la plataforma se iluminaba con farolas de gas decoradas con serpientes entrelazadas.