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Sobre subjetividad política y feminismos

Hemos visto, a las Sras. Diputadas del Grupo Popular aplaudir con entusiasmo la voluntad del gobierno de modificar la vigente ley de Interrupción del embarazo, para sustituirla por otra que facilita que el cuerpo de la mujer se convierta en un cuerpo “intervenido” en el que muchos pueden mandar, menos ella. Y, viendo este triste espectáculo, y recordando las muchas batalles internas dentro del partido socialista y las muchas y antiguas movilizaciones feministas para lograrlo, una no puede dejar de preguntarse si ha hecho bien en propiciar la presencia de mujeres en ámbitos de poder (sea político, económico, cultural etc) que tanto condicionan la vida de la ciudadanía y en ese caso concreto de las mujeres. Cabe preguntarse de qué ha servido tanto esfuerzo (recordemos la critica a las cuotas primero, a la paridad, de esta derecha) si, a la postre, ellas se comportan como ellos y aceptan con entusiasmo, una clara derrota para los derechos de las mujeres. Y perpetúan, con su actitud, la muy arraigada convicción de que hay una sola y única manera de hacer y estar en política y unos únicos contenidos y temas relevantes dignos de ser tomados en serio por lo “publico”. ¿Qué transformaciones aporta de nuevo a nosotras y al conjunto de la ciudadanía el hecho de que haya tantas diputadas y algunas mujeres en ámbitos de tanta responsabilidad?

Una cosa esta clara: el hecho de ser mujer-en sí mismo-no significa gran cosa en cuanto a cambios en profundidad de contenidos, métodos de trabajo y estilos, a pesar de que la sociedad en su conjunto y las mujeres especialmente están necesitando nuevas maneras de hacer política, nuevas metas, nuevos contenidos que se ajusten más a la realidad cotidiana, a las necesidades de la ciudadanía.

Necesidades y derechos que parecen haber desaparecido de la agenda pública, tragados por una manera destructiva de afrontar esta crisis que es a la vez económica social y ética. Algo tiene de bueno, sin embargo la presencia en la primera línea de la vida política: visualiza la existencia de mujeres preparadas para ocupar lugares de relevancia social y mediática. Y su presencia y actividad cumple con el mandato de la igualdad de oportunidades- por lo menos en este terreno tan peleado- para hombres y mujeres. En cierta forma cumple algo que es de justicia en el marco de los Derechos Humanos, los de la Mujer. Pero, y no es poco, ahí nos quedamos. Y no es suficiente.

Para que la presencia de mujeres resulte transformadora de las políticas y respete los Derechos Humanos de la Mujer, sistemáticamente negados en la vida pública y en riesgo constante de regresión, se necesitan voces que hablen alto, tan alto como hablan en la calle; se requieren altavoces, luces y taquígrafos destinados no a repetir lo que ellos ordenan, sino para lanzar nuevos mensajes, propuestas y decisiones que aseguren y promocionen el desarrollo de los Derechos Humanos Universales y sobretodo, los de las mujeres. De otra manera, no solo no introducen nada nuevo, sino que avalan con su aquiescencia y entusiasmo partidista, la discriminación hacia las mujeres y sus derechos específicos. Y con ello, causan un daño profundo a uno de los principios civilizatorios: el de reconocer y respetar al “ Otro” o a las “ Otras” en sus diferencias e igualdades que no deben implicar inferioridad de ningún tipo, ampliando así la comprensión de lo que es el Ser Humano en sus múltiples expresiones de sexo, orientación, color de la piel, lugar de origen etc.

Y sin embargo, las mujeres en tanto que sujetos políticos han aportado mucho y deben seguir transformando la sociedad y la vida pública. Justamente porque han acumulado muchos saberes viviendo en los márgenes de la sociedad y los poderes. Ellas poseen un bagaje de cualidades fruto de su infravalorado trabajo en las “infraestructuras de la vida” que las hacen “diferentes” y en cierta forma, creativas y novedosas Estas cualidades, que deben poder expresarse abiertamente en tanto que rasgos “ humanos” menospreciados hasta ahora, resultan absolutamente necesarias para transformar la cultura publica, agresiva, competitiva y unidimensional que ha penetrado en todos los estamentos sociales y no digamos ya, en la vida política. Ellas conocen, saben mucho de cómo hay que cuidar la vida, las relaciones humanas, son más capaces de “descentrarse” para mirar a su alrededor y ver al Otro. Estos saberes silenciados deben ver la luz y circular en la vida pública de forma que ayuden a humanizarla. Pero para ello hacen falta dos condiciones que no parecen ni de lejos, acompañar a las mujeres conservadores que tanto aplauden iniciativas tan lesivas para ellas como la de limitar el derecho al aborto.

La primera condición para que su presencia y su actividad de frutos, es que tengan conciencia feminista: es decir, tengan conciencia de quienes son, de su historia colectiva y la larga cadena de discriminaciones que las han llevado al silencio público que se ha llegado a considerar “natural”. Y que valoren sus “diferencias” “ ( las diferencias nunca son neutras , se acompañan siempre de una clasificada jerarquía social) como una forma, a su vez igual y osadamente distinta, de ser humanas. Sin esta conciencia, sin los feminismos, su presencia y su actividad política, no va a modificar en nada o en muy poco las dinámicas dominantes. Y, segunda condición: sus acciones deben enmarcarse en objetivos universales , en programas, propuestas y voluntades que tengan como finalidad el avance hacia la igualdad, la libertad y el reconocimiento de los Derechos Humanos Universales, para todos los que han sido considerados ” diferentes“ a lo largo de la historia. Hay que situar los feminismos dentro del amplio marco de los movimientos sociales y las actividades liberadoras de la Humanidad para darles más consistencia todavía y poder avanzar así junto a tantos otros movimientos liberadores en la mejora de las vidas humanas.

Sin estas dos condiciones fundamentales, la presencia numérica de mujeres en ámbitos de poder- que tantos esfuerzos costó- no va a servir más que para maquillar de cierta modernidad las políticas regresivas en cuanto a todos los Derechos Humanos que se están practicando entre tanto aplauso complaciente femenino.

Article publicat a Donesenxarxa

Hemos visto, a las Sras. Diputadas del Grupo Popular aplaudir con entusiasmo la voluntad del gobierno de modificar la vigente ley de Interrupción del embarazo, para sustituirla por otra que facilita que el cuerpo de la mujer se convierta en un cuerpo “intervenido” en el que muchos pueden mandar, menos ella. Y, viendo este triste espectáculo, y recordando las muchas batalles internas dentro del partido socialista y las muchas y antiguas movilizaciones feministas para lograrlo, una no puede dejar de preguntarse si ha hecho bien en propiciar la presencia de mujeres en ámbitos de poder (sea político, económico, cultural etc) que tanto condicionan la vida de la ciudadanía y en ese caso concreto de las mujeres. Cabe preguntarse de qué ha servido tanto esfuerzo (recordemos la critica a las cuotas primero, a la paridad, de esta derecha) si, a la postre, ellas se comportan como ellos y aceptan con entusiasmo, una clara derrota para los derechos de las mujeres. Y perpetúan, con su actitud, la muy arraigada convicción de que hay una sola y única manera de hacer y estar en política y unos únicos contenidos y temas relevantes dignos de ser tomados en serio por lo “publico”. ¿Qué transformaciones aporta de nuevo a nosotras y al conjunto de la ciudadanía el hecho de que haya tantas diputadas y algunas mujeres en ámbitos de tanta responsabilidad?

Una cosa esta clara: el hecho de ser mujer-en sí mismo-no significa gran cosa en cuanto a cambios en profundidad de contenidos, métodos de trabajo y estilos, a pesar de que la sociedad en su conjunto y las mujeres especialmente están necesitando nuevas maneras de hacer política, nuevas metas, nuevos contenidos que se ajusten más a la realidad cotidiana, a las necesidades de la ciudadanía.