Cor mentider es la historia de una transformación, de un movimiento, de una evolución. De un cambio vital brusco e ineludible, que arranca las costras de una piel demasiado poco vivida y que busca la verdad más diáfana, la que dé aire al corazón que aún no dice que late.
Damià, el protagonista, es un profesor de secundaria que ha vivido hasta ahora a lomos de la inercia de lo que le ha sucedido. Ha ido al paso de lo que la vida le ha encarado, y no se lo ha pensado ni repensado: “Demasiado pagado de ti mismo, has terminado picando el anzuelo y ahora eres un pez que boquea fuera del agua: estás a merced del otro”. Ovillado dentro de una relación matrimonial que no funciona y un trabajo en el que es asediado por la jefe de estudios, Damià toma la determinación de dar un giro a su vida. Lo deja todo y se va a Alcúdia (Mallorca), con la pretensión de hacer unas vacaciones terapéuticas que le sirven para terminar de definir hacia donde ir. Las decisiones pueden ser difíciles de tomar cuando uno está acostumbrado a vivir conforme; sin embargo, el paso ya está dado: “No hay nada comparable al placer de perder el miedo a la libertad”.
Al lado de la casa que ha alquilado vive una familia que también tienen un corazón mentiroso, que disfrazan lo que es esencialmente humano a conveniencia de unos valores materiales bien tatuados en el alma. Estas nuevas relaciones sirven al protagonista para reafirmar-se en su naturaleza, en el camino que ha tomado para redimirse el corazón de falsedad: “Yo escribía para satisfacer una necesidad distintiva, yo escribía para localizar el epicentro de mis miedos; yo escribía para producir una diferencia; yo escribía para evitar el peligro de terminar a toques y palizas con todo el mundo”. Escribir para dejar de sustentarse en el artificio, en la mentira, en la pasividad. Así como rueda el mundo y donde por inercia también ruedan muchos pequeños mundos individuales.
El contrapunto a esta hipocresía construida es Catalina, una de las hijas, que tiene un retraso mental. Este rasgo se puede entender como una limitación, pero en cambio conlleva una libertad, un decir las cosas sin disfraces, de forma honesta, franca, sin los ruidos sociales que distorsionan la razón de las personas. Es por esto que Damià se siente cercano a ella, empatiza y simpatiza con ella, porque él va hacia allí: ya no teme a la libertad.
Y Marc Cerdó, el autor, también parece que haya perdido el miedo a la libertad y que lo demuestre con el estilo narrativo de la novela. Así, si en su primera novela, Males companyies (Club Editor, 2010), utilizaba una estructura más calculadamente formal, aquí juega con los contornos de la estructura narrativa, lo que enriquece y hace más lúdica la experiencia del lector.
Cor mentider es, pues, en todos los sentidos, una novela de atrevimiento y de ruptura. Y de transformación vital que quiere andar al ritmo latente del corazón de verdad.
Para terminar, hay que celebrar la recuperación que ha hecho Club Editor de su antiguo diseño de portadas y formato. Una decisión que nos gusta.
Cor mentider es la historia de una transformación, de un movimiento, de una evolución. De un cambio vital brusco e ineludible, que arranca las costras de una piel demasiado poco vivida y que busca la verdad más diáfana, la que dé aire al corazón que aún no dice que late.
Damià, el protagonista, es un profesor de secundaria que ha vivido hasta ahora a lomos de la inercia de lo que le ha sucedido. Ha ido al paso de lo que la vida le ha encarado, y no se lo ha pensado ni repensado: “Demasiado pagado de ti mismo, has terminado picando el anzuelo y ahora eres un pez que boquea fuera del agua: estás a merced del otro”. Ovillado dentro de una relación matrimonial que no funciona y un trabajo en el que es asediado por la jefe de estudios, Damià toma la determinación de dar un giro a su vida. Lo deja todo y se va a Alcúdia (Mallorca), con la pretensión de hacer unas vacaciones terapéuticas que le sirven para terminar de definir hacia donde ir. Las decisiones pueden ser difíciles de tomar cuando uno está acostumbrado a vivir conforme; sin embargo, el paso ya está dado: “No hay nada comparable al placer de perder el miedo a la libertad”.