Por encima de 40 años de censura, de 30 más de silencio, de un agradecimiento (o de una disculpa) oficial que no llega, de recientísimas órdenes de derribo de un monumento dedicado a las Brigadas Internacionales en la Complutense de Madrid, la memoria histórica se abre paso (tarde, pero bien, muy bien) con espectáculos como el que podremos ver en el Teatre del Raval de Barcelona a partir de septiembre. Goodbye Barcelona se representó con gran éxito en Londres en noviembre y diciembre de 2011. Ayer, miércoles, asistimos a una presentación en la Fàbrica Moritz de Barcelona, a cargo de los principales protagonistas acompañados por cantaires del Orfeó Català. Fueron sólo unas pocas canciones, unos discursos y un vídeo, pero bastaron para emocionar a la concurrencia.
Karl Lewkowicz, coautor de la obra junto con Judith Johnson, en un catalán aprendido en un mes y medio explicó que hasta hace seis años, cuando empezó a pergeñar la obra, no sabía casi nada de los brigadistas. Así empezó a interesarse por las historias verídicas de esos combatientes por la libertad que lo dejaron todo para defender la democracia en un país extranjero. “El musical es una respuesta a la pregunta ¿por qué vinieron a España?”
La respuesta la dio ayer el historiador Josep Maria Solé i Sabaté: “Ante las muestras de poder nazis, los jóvenes de izquierda europeos se sintieron afortunados de poder ayudar al pueblo español en su lucha contra el fascismo”. 59.380 brigadistas de 54 países combatieron en la Guerra Civil del bando republicano entre octubre de 1936 y septiembre de 1938. El profesor enmarcó este musical en su contexto histórico destacando que las Brigadas Internacionales ponen en evidencia la cobardía de las democracias occidentales al decidir no intervenir en la guerra y al acabar tolerando (de alguna manera fue lo que hicieron) que se instalara un régimen totalitario en España. No olvidemos que durante el primer año de guerra, en Barcelona triunfó la revolución…
Goodbye Barcelona canta al amor, a la guerra y al idealismo. Narra la historia de Sam, un joven inglés que se siente obligado a viajar a España para defender sus ideales. Tras la marcha del hijo, la madre decide ir en su busca y alistarse también ella en las Brigadas, como enfermera. En la búsqueda se enamorará de un anarquista español mientras su hijo lo hará de una joven barcelonesa cuyos padres fueron asesinados por fascistas.
La obra juega un papel importante en la defensa de la memoria histórica. “Pretende mantener vivo el recuerdo de aquella gente ordinaria que fue tan extraordinaria”, sostiene Lewcowicz. “Confiamos en haber hecho justicia a los brigadistas y a sus ideales”. Empar López comparte esta opinión: “Estos combatientes son el máximo exponente de la solidaridad entre los pueblos y esta obra nos obliga a no olvidarlos”, dice la directora del teatro. Y Solé i Sabaté se avergüenza de la actitud española cuando llegó la democracia y el país no fue, como se les aseguró, la patria de los brigadistas. “Torneu aquí, Espanya us guarda un lloc”, cantan en la canción de despedida. Ese lugar, sin embargo, los brigadistas supervivientes han visto que no existe.
Empar López confiesa haber llorado viendo el espectáculo: “Lo que vi en el teatro no era ficción. Era una realidad ocurrida hace muy poco tiempo. Y creo que el pueblo de Catalunya la tiene que ver”, dice. Lo verá al ritmo de una veintena de canciones que mezclan letras de amor, de política (incluso con humor) y temas originales que cantaban los brigadistas. El género no asusta a un teatro como el del Raval que, en la temporada pasada apostó por La vampira del Raval, un musical que se convirtió en la revelación de la cartelera. Preocupa más la situación que atraviesa el sector. Mattheww Tree, escritor inglés afincado en Barcelona, que presentó el acto, subrayó la importancia de emprender un proyecto como éste y, ante la inexistente subvención pública, anunció una campaña de micromecenazgo para recaudar fondos. En esta página web, además, se puede ver un vídeo promocional con escenas del espectáculo madre, en Londres.
Por encima de 40 años de censura, de 30 más de silencio, de un agradecimiento (o de una disculpa) oficial que no llega, de recientísimas órdenes de derribo de un monumento dedicado a las Brigadas Internacionales en la Complutense de Madrid, la memoria histórica se abre paso (tarde, pero bien, muy bien) con espectáculos como el que podremos ver en el Teatre del Raval de Barcelona a partir de septiembre. Goodbye Barcelona se representó con gran éxito en Londres en noviembre y diciembre de 2011. Ayer, miércoles, asistimos a una presentación en la Fàbrica Moritz de Barcelona, a cargo de los principales protagonistas acompañados por cantaires del Orfeó Català. Fueron sólo unas pocas canciones, unos discursos y un vídeo, pero bastaron para emocionar a la concurrencia.
Karl Lewkowicz, coautor de la obra junto con Judith Johnson, en un catalán aprendido en un mes y medio explicó que hasta hace seis años, cuando empezó a pergeñar la obra, no sabía casi nada de los brigadistas. Así empezó a interesarse por las historias verídicas de esos combatientes por la libertad que lo dejaron todo para defender la democracia en un país extranjero. “El musical es una respuesta a la pregunta ¿por qué vinieron a España?”