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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Cómo superar la crisis de los cuarenta, según Kiko Amat

El escritor Kiko Amat (Sant Boi, 1971) describe en su nueva novela la caída en un pozo que parece no tener fondo. Cienfuegos, el protagonista, sufre en su propia piel y alma la crisis de los cuarenta. Una crisis que, según se dice en el libro, hace que los hombres se conviertan de nuevo en niños, hiperactivos, insensatos y afligidos. Así es Cienfuegos. Así se comporta. Redactor del suplemento de tendencias del diario La Nación, hace y deja que su mundo se hunda después de haber triunfado con su primera y única novela, Mambo para gatos. De triunfador perdedor hay un paso, de gigante, pero sólo uno, el de permitir que el miedo ennegrezca todos los gestos. Aquí se empieza a configurar la vida tragicómica del “perdedor más grande de Barcelona”. Cienfuegos se convierte en un crápula y termina destruyendo su pequeño mundo, la relación con la mujer con quien vive y madre de su hijo, a quien, a pesar del daño que profesa, ama con locura. De rebote, todo él se deshace como un helado aplastado por un sol canicular. Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, lo que en verdad busca el convertido en pusilánime periodista y escritor es amar y ser amado. Pero no sabe hacerlo. Y en una serie de actos torpes y encaminados a reafirmar su incapacidad, se va deshilachando el proceso hacia la difícil salida de este momento crítico de su vida.

En este recorrido, al lector le puede ocurrir que se le vaya repitiendo como un mantra el título del libro, porque la primera reacción es de no entenderlo, de no saberlo encajar, es más, lo que apetece proclamar mientras convives con el protagonista es Eres lo peor, Cienfuegos. Las decisiones del protagonista instigan a una empatía nula de quien lo observa. Ahora bien, a medida que se suceden las hiperaccions insensatas, la reacción que acaba provocando es de compasión y pena. Y cierta simpatía. El sentido del humor de Kiko Amat ayuda. Mucho. Si no fuera por la multitud de escenas delirantes teñidas de un humor inglés al estilo Mr. Bean, podría ocurrir que cogieras manía a la forma de ser de Cienfuegos. Y, sin embargo, la ternura te gana, como cuando por ejemplo él mismo toma conciencia de dónde está y qué le pasa: “¿Adónde te mudas cuando el lugar del que quieres mudarte eras tú mismo?”. Para no caer en el dramatismo, ayudan también, aparte del humor constante, los dibujos de Sergi Puyol intercalados en el texto y la construcción de personajes y escenas a partir de los referentes musicales y estéticos tan particulares del autor.

Mientras adentro pasa todo esto, afuera el mundo también está en crisis. La escenografía del libro dibuja un mundo en convulsión, aquel que pensábamos que no tenía marcha atrás. El movimiento del 15-M –La Rabia, como se denomina en el libro–, el desalojo de plaza Catalunya, la protesta en el Parlament, todo, explicado con pelos y señales, en primera persona incluso, y ceñido a la realidad, queda escrito. Y se erige como una gran metáfora de la crisis interior del protagonista, que también toma parte en los sucesos, a su manera. La lucha, individual y colectiva, es para recuperar la dignidad perdida o robada. Todo el mundo quiere amar y que le amen. A través de un trato justo y respetuoso. Bidireccional.

Hacer las cosas mal tiene un precio. Un malestar general que pide cambios. Los que busca Cienfuegos y los que demanda la sociedad. Pese al final optimista del libro, queda cierta duda sobre si la redención es posible. Por lo menos, las consecuencias son ineludibles. El mal está hecho. Y dar una patada en el culo de un policía o al propio pasado, a los demonios interiores, hay que ver si sirve para emprender el camino de una penitencia para emerger de los bajos fondos del alma, un camino que por difícil y arduo sólo tiene una dirección: amar y ser amado. Y saber hacerlo.

Eres el mejor, Cienfuegos. Teaser de la cuarta novela de Kiko Amat from Lluís Huedo on Vimeo.

El escritor Kiko Amat (Sant Boi, 1971) describe en su nueva novela la caída en un pozo que parece no tener fondo. Cienfuegos, el protagonista, sufre en su propia piel y alma la crisis de los cuarenta. Una crisis que, según se dice en el libro, hace que los hombres se conviertan de nuevo en niños, hiperactivos, insensatos y afligidos. Así es Cienfuegos. Así se comporta. Redactor del suplemento de tendencias del diario La Nación, hace y deja que su mundo se hunda después de haber triunfado con su primera y única novela, Mambo para gatos. De triunfador perdedor hay un paso, de gigante, pero sólo uno, el de permitir que el miedo ennegrezca todos los gestos. Aquí se empieza a configurar la vida tragicómica del “perdedor más grande de Barcelona”. Cienfuegos se convierte en un crápula y termina destruyendo su pequeño mundo, la relación con la mujer con quien vive y madre de su hijo, a quien, a pesar del daño que profesa, ama con locura. De rebote, todo él se deshace como un helado aplastado por un sol canicular. Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, lo que en verdad busca el convertido en pusilánime periodista y escritor es amar y ser amado. Pero no sabe hacerlo. Y en una serie de actos torpes y encaminados a reafirmar su incapacidad, se va deshilachando el proceso hacia la difícil salida de este momento crítico de su vida.

En este recorrido, al lector le puede ocurrir que se le vaya repitiendo como un mantra el título del libro, porque la primera reacción es de no entenderlo, de no saberlo encajar, es más, lo que apetece proclamar mientras convives con el protagonista es Eres lo peor, Cienfuegos. Las decisiones del protagonista instigan a una empatía nula de quien lo observa. Ahora bien, a medida que se suceden las hiperaccions insensatas, la reacción que acaba provocando es de compasión y pena. Y cierta simpatía. El sentido del humor de Kiko Amat ayuda. Mucho. Si no fuera por la multitud de escenas delirantes teñidas de un humor inglés al estilo Mr. Bean, podría ocurrir que cogieras manía a la forma de ser de Cienfuegos. Y, sin embargo, la ternura te gana, como cuando por ejemplo él mismo toma conciencia de dónde está y qué le pasa: “¿Adónde te mudas cuando el lugar del que quieres mudarte eras tú mismo?”. Para no caer en el dramatismo, ayudan también, aparte del humor constante, los dibujos de Sergi Puyol intercalados en el texto y la construcción de personajes y escenas a partir de los referentes musicales y estéticos tan particulares del autor.