60 pelucas, 300 sombreros, la mano gigante de Striptease, el búho de un metro de altura de Mondomono, la virgen de metro y medio del paso de Semana Santa de Oh! estrés, la estaca de matar Drácula de Gagmanía o un banco de jardín de otro espectáculo. Un poco de todo, desde focos hasta el equipo de sonido, un baúl con diferentes piezas como candelabros o fundas de violín, ocho máscaras de estilos muy diferentes o un recipiente con paraguas y bastones.
El local de ensayo del Poble Sec es estos días un museo de la nostalgia. Vestuario colgado, una librería “fantástica” con dibujos de los hermanos Castells Planas, referentes en la escenografía catalana, un piano, un coche teledirigido o una maleta, simbolizan algunos de los 19 montajes de la compañía, representados en más de 3.000 funciones.
Piezas cargadas de emoción y sentimiento, de historia, de acciones teatrales y de muchas risas. Vol-Ras se despedirá de los escenarios a finales de este año con Da Capo, una obra inspirada en Familie Flöz, Federico Fellini, John Cage y en la vida misma del teatro y de los músicos que hará gira por diferentes ciudades y cerrará el Teatro Poliorama de Barcelona en diciembre próximo.
“Nuestra vida es actuar en los escenarios -afirma Joan Segalés, fundador y una de las dos almas actuales del grupo-. Pero hemos ido viendo penosamente y con desazón como en los últimos años los circuitos de toda España se iban destrozando y nos costaba mucho hacer gira, a medida que los ayuntamientos y comunidades autónomas recortaban la contratación de bolos. Y que nos hayan denegado la subvención de la Generalitat ha sido la puntilla ”, resume.
Su adiós evidencia los efectos devastadores de la crisis y el IVA cultural sobre las compañías y, al mismo tiempo, pone sobre la mesa un cambio de etapa generacional y artística. El final de ciclo para muchas compañías. Un cambio de modelo evidente, no sólo por el formato de espectáculos, también de funcionamiento del engranaje, de relación con la administración, de valoración de la cultura.
La precariedad ha afectado a la mayoría de compañías y, especialmente, aquéllas, como Vol-Ras, que vivieron el gran estallido del teatro independiente de los 70. Muy pocas han sobrevivido y las que lo han hecho es porque han sabido administrar el dinero sin depender de las ayudas de la administración de turno.
Muchas de estas compañías supervivientes están condenadas a seguir creativamente activas o bien no tendrán más remedio que desaparecer. Vol-Ras lo ha intentado la última década y explican que no ha funcionado. “Siempre han priorizado la economía por delante del teatro y han pedido tener un sueldo para empezar”, explica Segalés.
Decir adiós a lo que te gusta nunca es fácil, y menos cuando lo haces obligado por las circunstancias. Vol-Ras se despide con imaginación, sentido del humor y Da capo (desde la cabeza). Volviendo a los orígenes, a la esencia del más genuino estilo Vol-Ras.
60 pelucas, 300 sombreros, la mano gigante de Striptease, el búho de un metro de altura de Mondomono, la virgen de metro y medio del paso de Semana Santa de Oh! estrés, la estaca de matar Drácula de Gagmanía o un banco de jardín de otro espectáculo. Un poco de todo, desde focos hasta el equipo de sonido, un baúl con diferentes piezas como candelabros o fundas de violín, ocho máscaras de estilos muy diferentes o un recipiente con paraguas y bastones.
El local de ensayo del Poble Sec es estos días un museo de la nostalgia. Vestuario colgado, una librería “fantástica” con dibujos de los hermanos Castells Planas, referentes en la escenografía catalana, un piano, un coche teledirigido o una maleta, simbolizan algunos de los 19 montajes de la compañía, representados en más de 3.000 funciones.