¿Estamos enseñando bien a leer a los niños? Certezas, dudas y mitos del aprendizaje más decisivo

Pau Rodríguez

23 de enero de 2024 21:56 h

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La L se pronuncia ele. La E, e. La R, erre. Y, juntas y en ese orden, estas letras conforman la palabra leer, que se corresponde con un complejísimo proceso cognitivo que interiorizamos desde pequeños, y que nos permite desde disfrutar de una novela hasta comprender una factura o un contrato. Si el conocimiento se articulase como un engranaje, la lectura y la escritura serían habilidades que estarían muy cerca del motor que acciona toda la maquinaria.

Pero aun así, y pese a que la alfabetización está en el origen de las escuelas, existen dudas razonables de que estemos enseñando a leer correctamente. O, cuando menos, no lo suficientemente bien. Algo que cobra mayor importancia a raíz de los resultados recientes de España en pruebas como PISA o PIRLS, donde se observa una caída de la comprensión lectora que ha alertado al Gobierno y a las comunidades. 

La politóloga Aina Gallego se adentró en el universo de los distintos métodos que existen para enseñar a leer cuando se encontró con que su hija ya cursaba Segundo de Primaria y, a pesar de sus graves dificultades a la hora de enfrentarse a un texto, nadie en su escuela parecía preocupado. Académica de formación, Gallego se puso a buscar estudios e investigaciones sobre la materia y descubrió que en el centro de su hija no se enseñaba a leer de acuerdo con la metodología más respaldada científicamente, al menos en los países de habla inglesa. Lo contó, no sin cierta alarma, en un artículo en este diario

Como ella, algunos logopedas y psicólogos se muestran preocupados por cómo se aprende a leer en España, así como por algunos mitos extendidos entre docentes en cuanto a la adquisición de la lectoescritura. Sostienen que el método más tradicional, el que empieza por descifrar sonidos, letras y sílabas, ha perdido cierto peso por asociarse a algo mecánico y aburrido. Aunque sea lo que mejor funciona al inicio. 

La disputa es entre dos modelos, el fonético y el global: el primero enseña a asociar cada letra con su sonido y el segundo parte de mostrar a los alumnos vocablos enteros (como sus propios nombres) para despertar mayor interés en ellos

“Me preocupa que no se esté enseñando del todo bien, hay mucho desconocimiento sobre las evidencias científicas”, afirma, Joana Acha, profesora en el departamento de Procesos Psicológicos Básicos de la Universidad del País Vasco (UPV) y especialista en desarrollo del lenguaje y la escritura. “En muchas escuelas han adoptado un modelo demasiado laxo”, añade Mireia Sala, pedagoga y logopeda con 35 años de experiencia en formación de los docentes y actual decana del Col·legi de Logopedes de Catalunya. 

En Estados Unidos, el debate sobre enseñanza de la lectura, bautizado como las reading wars (las guerras de la lectura), es una auténtica disputa nacional que lleva abierta varias décadas y que ha enfrentado dos modelos, el llamado fonético –o sintético– y el global. De forma resumida, el primero sería el que enseña a asociar cada letra (el grafema) con su sonido (el fonema) como punto de partida para así, progresivamente, aprender a descodificar las palabras. El segundo parte de mostrar a los alumnos vocablos enteros, relacionados con aquello que conocen (como pueden ser el mobiliario de su aula o sus propios nombres de pila), para despertar mayor interés en ellos y que vayan deduciendo poco a poco las distintas letras.  

Tras años de enfrentamiento y polarización, en Estados Unidos se ha cerrado el debate a favor del método fonético. Hasta el punto de que una de las referentes del planteamiento global, Lucy Calkins, dio marcha atrás en sus propuestas en un reciente reportaje en The New York Times. Australia ha seguido el mismo camino y el Reino Unido, que está entre los puestos más altos en PISA, atribuye sus resultados en parte a la apuesta por el modelo fonético desde hace más de una década. 

En España, sin embargo, esta discusión no existe, al menos en el ámbito público. ¿Cuál es la corriente didáctica que impera? ¿La fonética o la global? ¿El papepipopú de siempre o las palabras enteras? Lo cierto, como suele ocurrir con las metodologías docentes, es que se hace difícil conocer qué estrategias siguen los docentes. Muchos, de hecho, usan una mezcla de ambas en función de la situación. 

“Está demostradísimo que el método más efectivo al inicio es el fonológico, pero como a los adultos se nos enseñó de esta forma, más mecánica y repetitiva, ahora algunas escuelas quieren huir de ello y se han adoptado metodologías que parecen más atractivas. Pero no ha sido una buena decisión”, advierte Llorenç Andreu, maestro de Primaria, psicopedagogo y hasta hace poco director del máster universitario de Dificultades de Aprendizaje y Trastornos del Lenguaje de la UOC.

Algunos mitos no fundamentados

Andreu y otras voces consultadas critican que uno de los principales problemas es que en las facultades de Educación apenas se dedica tiempo a formar a los futuros docentes sobre cómo se enseña a leer. Solo unas horas dentro de una asignatura en toda la carrera. De esta forma, muchos maestros acceden a las aulas con carencias en este ámbito, que acaban llenando con su experiencia y con lo que aprenden de sus compañeros, pero también con ideas que no siempre se corresponden con lo que dicta la ciencia. 

Almudena Giménez, investigadora de la Universidad de Málaga, lo pudo comprobar en un estudio en el que participaron 1.700 docentes de Infantil y Primaria. Lo que más le llamó la atención fue la prevalencia de algunos mitos que los maestros veían como ciertos. Un 48% consideraban que aprender a leer es un proceso natural de la infancia que no requiere de instrucción sistemática. O el 40% creía que no se pueden detectar dificultades de aprendizaje antes de que el niño o niña comience a leer. 

Olvídate de las letras. La primera habilidad que sustenta la lectura es identificar los sonidos, ser capaz de desglosar las palabras

Antes siquiera de adentrarse en el análisis de los métodos, todos los expertos consultados coinciden en desmentir ambas ideas. Sobre la primera idea, lo cierto es que no aprendemos a leer igual que a andar. Ni siquiera igual que el habla, que desarrollamos por exposición al lenguaje oral de los mayores. Aprender a leer requiere una enseñanza explícita. Y en cuanto a la segunda idea, en realidad las dificultades de aprendizaje se pueden detectar –o intuir– antes de iniciar el proceso de lectoescritura, por ejemplo cuando el alumno en la etapa de Infantil se encalla a la hora de desarrollar la conciencia fonológica, que es la capacidad de distinguir los sonidos que contiene una palabra oralmente, antes de abordar el formato escrito. 

Entonces, ¿cómo se enseña bien a leer?

El de la lectura es un aprendizaje que dura toda la etapa escolar, más centrado en la comprensión a medida que el alumno se hace mayor, pero la ventana para adquirir esta habilidad suele ser entre los cuatro y los siete años. Primero de Primaria se ve siempre como el curso decisivo. Si se avanza sin haber asentado la lectoescritura, la probabilidad de quedar atrasado en otras materias se multiplica. “En Primero aprendes a leer, pero a partir de Tercero y hasta el Bachillerato aprendes leyendo”, resume Andreu. 

Ya en Infantil, aunque la competencia lectora no es uno de los objetivos de la etapa, los académicos y maestros consultados defienden que hay que trabajar esa habilidad llamada conciencia fonológica. “Olvídate de las letras. La primera habilidad que sustenta la lectura es identificar los sonidos, ser capaz de desglosar las palabras”, afirma Joana Acha. “Si el niño no sabe hacerlo, tiene más posibilidades de desarrollar un trastorno de lectura. El gran poder del método fonético, a diferencia del global, es que te permite detectarlo antes y atacarlo”, motiva. 

Si apuestas por respetar la maduración de los niños, o dejas de lado la fonología, te puede ocurrir que detectes los problemas demasiado tarde, en Tercero o Cuarto

Este es quizás el argumento de mayor peso entre quienes alertan contra el retroceso de la enseñanza fonética explícita y sistemática. Algunos estudios muestran que la mayoría de alumnos acaban desarrollando la capacidad de leer con cualquiera de los dos métodos –y sus híbridos–, pero el porcentaje minoritario de alumnos que pueden tener dificultades se ve más beneficiado por el fonético. Es, por lo tanto, el que deja a menos niños y niñas atrás. El más equitativo, resaltan.

“Si apuestas por respetar la maduración de los niños, o dejas de lado la fonología, te puede ocurrir que detectes los problemas demasiado tarde, en Tercero o Cuarto”, avisa la logopeda Mireia Sala. Trastornos como la dislexia, que precisamente define la incapacidad de asociar sonidos a letras, y que se estima que padece un 10% de la población, se benefician enormemente de una detección temprana. 

Una vez adquirida la conciencia fonológica, luego hay que trabajar la asociación de letras con sonidos. Así pueden ir nombrando cada letra de izquierda a derecha, descodificando palabras y, a fuerza de practicar, ir adquiriendo por un lado velocidad de lectura, pero también comprensión. Además, se da paralelamente un proceso curioso. “A medida que el niño lee bien, su cerebro va guardando la imagen precisa y completa de cada palabra”, expone Acha. Es decir, almacenamos de forma entera los vocablos, lo que nos permite leer como si los surfeáramos. Es entonces, defiende Acha, cuando tiene sentido introducir el método global.

“No debería existir un debate entre el fonético y el global, porque ambos son importantes para la lectura. El global enfatiza el elemento léxico, de significado, y es fundamental. Pero la pregunta es cómo y cuándo llevarlo a cabo”, sostiene Acha. Y concluye que el camino que hay que seguir es fonético al inicio y global una vez asentadas las bases. Así lo evidencian otros estudios desarrollados en España. Pero nada de esto aparece en los currículums estatales, lamentan.

Defensa de que no se aprende aisladamente

Montserrat Fons, profesora de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la Universitat de Barcelona y autora de varios libros sobre la materia, es una de las figuras que se asocian al método global. Aunque ella rechaza la etiqueta y asegura que la dicotomía está entre el constructivismo, que ella defiende, y el conductismo. “El constructivismo nos dice que el niño construye el conocimiento, no como respuesta a una repetición sino a partir de lo que sabe”, puntualiza. “Se puede ser constructivista y defender un método que parta del reconocimiento de los sonidos, pero lo que no podrás lograr es repetirle a un niño que la P se pronuncia pe y esperar que lo aprenda”, alega. 

Esta profesora defiende el uso de ambos métodos, el global y el fonético, a la vez. Considera que la fijación por el segundo es una “reducción simplista” de “psicólogos que no conocen el aula”. “Piensan que primero enseñando la conciencia fonológica pasarán directamente a la lectura, pero otros demostramos que mientras aprenden a leer desarrollan esa conciencia. No se aprende aisladamente, sino en contexto, pero necesitas buenos maestros que los sepan hacer”, argumenta Fons. 

Yo he enseñado a partir de métodos silábicos, letra por letra, con tableros de colores y sonidos, con el método global de mostrar palabras y extraer las sílabas… Y diría que este último es el que mejor me ha funcionado”

En este sentido, insiste en que el maestro debe poner el foco en las vivencias y experiencias del niño vinculadas a la lectura y la escritura. No niega en absoluto la importancia de la fonología, al contrario, pero defiende que deben crearse situaciones de lectura y escritura que tengan sentido para el alumno. “¿Por qué un nombre empieza con una misma letra que el del otro compañero? ¿Cómo es que tiene esa misma forma? Ese es un trabajo de interrogación que debe hacer el adulto, porque si el niño no construye esas ideas, no lo va a aprender”, concluye. 

Algunos maestros defienden la aproximación global. Es el caso de Silvia Capellas, veterana maestra de Primaria en Sant Cugat del Vallès. “Yo he enseñado a partir de métodos silábicos, letra por letra, con tableros de colores y sonidos, con el método global de mostrar palabras y extraer las sílabas… Y diría que este último es el que mejor me ha funcionado”, asegura.

A través de “inputs” de lectura, explica, se van acercando a la descodificación. Sobre si este método deja a más alumnos atrás, aquellos que tienen problemas para relacionar letras y sonidos, expresa: “Todos llegan a aprender a leer. Y los que no, aquellos que pueden tener una dislexia, son los que entonces hay que reforzar. Si no salen adelante con el método global, que es el que más les motiva, hay que reforzar entonces la fonética”, observa esta docente. 

Los psicólogos y logopedas, sin embargo, consideran que este es sencillamente un camino más largo, complicado y que deja más alumnos atrás. Además, argumentan, a día de hoy existen multitud de actividades, juegos, cuentos y ejercicios para hacer atractiva la enseñanza fonética. Y añaden que pocas cosas hay más motivadoras que progresar en la automatización de la lectura para así comprender mejor lo que se lee.

Saliendo al paso a este debate, la profesora de la UAB Meritxell Pérez, partidaria de usar ambos métodos, advertía en un artículo en la web del Institut de Ciències de l'Educació (ICE) contra el abuso del método fonético, que asegura que puede producir “analfabetos funcionales”, es decir, “personas que pueden descifrar un texto pero que no despliegan estrategias de comprensión”. “A menudo se da a entender que si no trabajas siguiendo el método sintético parece que 'los niños aprenden a leer y escribir solos', pero nada más lejos de la realidad”, añadía, y defendía que nadie se escapa de tener que aprender el repertorio de letras o los sonidos y sus distintas formas de escribirlos.

El impacto en la comprensión lectora

¿Hasta qué punto la falta de un método claro incide en los resultados de comprensión lectora de los escolares españoles? ¿Es el relajamiento de la enseñanza fonética la causa del retroceso?

Ante estas preguntas, incluso los psicólogos y logopedas más alarmados por la falta de criterio de algunas escuelas se muestran prudentes. “Es importante y puede ser uno de los factores, pero hay muchos más”, advierte Acha. Y enumera unos cuantos: los problemas crecientes de falta de atención y concentración del alumnado, el empeoramiento de las interacciones lingüísticas, la pérdida de peso de la lectura en el ocio, el abuso de pantallas… 

Cabe recordar que la enseñanza inicial de la lectoescritura solo afecta al final de Infantil e inicio de Primaria, pero luego quedan muchos cursos para mejorar en velocidad lectora, vocabulario o comprensión de los textos que son clave y cuyos frutos se evalúan también en las pruebas externas. 

Tras 35 años de ejercicio en todos los ámbitos –en escuelas, universidades, la Administración y en su centro particular de logopedia–, Mireia Sala se define como una profesional innovadora. “Yo me considero moderna y también defiendo que la escuela debe cambiar, dejar atrás el olor a naftalina y adoptar metodologías motivadoras. Pero para aprender a leer no hay más remedio que ser sistemático. Repetir y repetir, igual que las tablas de multiplicar o las escaleras musicales, hasta que sea automático”.