En junio de 2014, junto con la primera promoción del grado de Arte y Diseño en la prestigiosa escuela pública de arte Massana de Barcelona, obtuvieron el título otras 18 personas. Todos ellos profesores funcionarios e interinos del propio centro. No aparecen en la orla porque no fueron nunca a clase, según ha podido comprobar eldiario.es, pero aun así se sacaron el grado universitario que este histórico centro imparte con el aval oficial de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB).
El grado de Arte y Diseño, que es presencial y con un elevado porcentaje de evaluación en el aula, no tiene prevista sin embargo ninguna vía alternativa para aprobar las materias. “Era imposible obtener el título sin ir a clase”, sostiene uno de los seis estudiantes con los que ha contactado este diario de entre los que sí asistían. Pese a ello, la escuela Massana ideó una fórmula para titular a estos 18 docentes, que suponen alrededor del 13% de la plantilla, aunque algunos miembros del claustro mostraran entonces su rechazo y otros docentes descartaran la oferta al no verla clara.
Fuentes conocedoras del proceso relatan que durante los cuatro años que dura el grado, el grupo de profesores fue superando cursos presentando un único trabajo para las cinco asignaturas de cada semestre. Este documento lo evaluaba un tribunal al margen de los profesores de las materias en cuestión y se trasladaba luego la nota al expediente, siguiendo un procedimiento que no tiene encaje definido en la regulación universitaria ni en las normativas de la UAB o del propio centro.
Tras comprobar esta información, eldiario.es se puso en contacto con el director de la Massana, que en una entrevista este lunes reconoció los hechos. Xavi Capmany, que por entonces no estaba en el centro, admitió que este fue el plan que diseñó la escuela con el aval de la UAB y del Consorcio de Educación de Barcelona, del que depende la gestión de este centro. “Se generó una evaluación 'ad hoc', con unos tribunales que eran consejos evaluadores integrados por jefes de área y de departamento”, resume el actual responsable de la escuela.
La escuela de arte Massana es un histórico puntal de los oficios artísticos y el diseño de Barcelona. Con 85 años de trayectoria, es actualmente de titularidad municipal –es decir, propiedad del Ayuntamiento–, pero lo gestiona desde 2008 el Consorcio de Educación, el ente formado por el Departamento de Enseñanza (60%) y el consistorio (40%). Además del grado universitario, que imparten desde 2010 después de substituir un título no oficial con el mismo nombre, ofertan estudios de Bachillerato artístico y Formación Profesional vinculada a los oficios artísticos.
Preguntado por quién decidió que los 18 profesores se podían graduar sin seguir la guía docente, Capmany asegura que fue la dirección de la época, pero añade acto seguido que no se trató de una confabulación, sino que se discutió en los claustros, se aprobó en el Consejo del Centro –en el que están representados los principales actores– y se trasladó la propuesta a la UAB y al Consorcio para que la validaran.
Cuando empezaron a planear estas titulaciones, el director de la Massana era el arquitecto Ferran Signes, que dejó el puesto en 2008 antes de que se iniciara el grado. Después de dos años de interinaje en el cargo, fue sucedido por Gemma Amat, que ostentó la dirección entre 2010 y 2015. En la UAB estaba la rectora Ana Ripoll. Y en el Consorcio, al inicio del proceso, mandaba el PSC, bajo la gerencia de Manel Blasco y con la presidencia de Ernest Maragall, como conseller de Enseñanza, y la vicepresidencia de Montserrat Ballarín, como concejal de Educación.
Todos niegan irregularidades
En el Consejo de Centro de octubre de 2010, justo al empezar el grado, se aprobó que estos profesores se matricularan en él y que su “proceso de formación” se acordaba a partir de los “intereses comunes” de la dirección y el profesorado. Entre los puntos recogidos, se dejó constancia del “carácter excepcional” de la situación, a la que se acogieron al inicio 22 profesores, y de que ellos no asistirían a clase y seguirían un “protocolo de seguimiento y evaluación” propio.
A ello se remiten desde el Consorcio y la UAB, con presencia en este Consejo, que aseguran que el diseño de esta evaluación paralela fue transparente, público y con garantías de calidad académica. Fuentes del Consorcio indican que el hecho de que cuatro de los que empezaron no acabaran el proceso es señal que la evaluación fue “seria”. Precisan además que fue una “alternativa excepcional” para un problema con el que se encontró entonces la escuela: era la primera vez que la Massana ofertaba un grado oficial, algo que chocaba con el perfil de su plantilla docente, en su mayoría profesionales de oficios artísticos sin estudios universitarios.
Desde este organismo, encargado de gestionar la educación en Barcelona, insisten que los evaluadores del proceso se cuidaron de que cada trabajo presentado por estos 18 docentes respondiera a los contenidos de las cinco asignaturas que iban aprobando de golpe.
Sobre si este fue un procedimiento irregular, fuentes universitarias consultadas por eldiario.es detallan que el proceso de evaluación de un grado oficial está regulado a varios niveles, desde el decreto de 2007 para todos los títulos hasta la normativa de cada universidad, pasando en este caso por el convenio entre la Massana y la UAB y, finalmente, por la memoria del Grado que la universidad envía a la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) para que lo valide. En ninguno de estos documentos aparece la vía prevista para los 18.
Virginia Luzón, actual vicerrectora de Comunicación de la UAB, expone que la normativa entonces vigente en la universidad, en su artículo 2.1, estipula que el centro puede establecer “los criterios y pautas generales de evaluación para todas las titulaciones”, y que eso es lo que hizo la Massana. Sin embargo, el mismo artículo precisa que esto solo se puede hacer si no se contradice el resto de la normativa, que en este caso deja claro que toda la información relacionada con las evaluaciones debe hacerse pública mediante las guías docentes, cosa que no sucedió con este proceso, porque se circunscribió al profesorado de la escuela.
“Si existía una fórmula al margen de las clases, todos tenían derecho a conocerla”, sostienen las fuentes expertas de acuerdo con lo que prevé el Estatuto del Estudiante. “Si llegaran a justificar que no pueden ir nunca a clase por incompatibilidad de horarios, cosa que les pasa a muchos estudiantes, lo que no tiene cabida es agrupar asignaturas de cinco en cinco ya ni siquiera por afinidades temáticas, sino por afinidades temporales”, prosiguen las mismas fuentes.
Preguntada Luzón sobre si hay precedentes en la UAB de grupos evaluados con excepcionalidad semejante y sostenida en el tiempo, asegura desconocerlo al margen de los deportistas de élite o las personas con discapacidad. Insiste sin embargo en que no incumple su normativa al ser aprobado el protocolo en el Consejo de Centro, un argumento al que se remite también la Secretaria d'Universitats de la Generalitat, que lo enmarca en el proceso de adaptación de los estudios de Diseño al Plan Bolonia.
El contexto: un “impedimento académico”
El director, Xavi Capmany, abunda en que esta “evaluación paralela” que se facilitó a los docentes para obtener el título de Artes y Diseño no nace de una voluntad de crear “amiguismos”, sino de resolver un “impedimento académico” con el que se encontró la Massana al empezar el grado. En una escuela y en un sector, el de los oficios artísticos, en el que los profesionales eran tradicionalmente graduados en formación profesional, la adopción del nuevo grado universitario les generó la necesidad de ampliar el porcentaje de estudios superiores en la plantilla.
“Las personas que lo gestionaron tenían la intención de solucionar una situación pedagógica para la escuela”, insiste el actual director, que recuerda asimismo que las reivindicaciones del sector en aquel momento, articuladas a través de la asociación Fomento de las Artes y el Diseño (FAD), pedían la equiparación de sus antiguas titulaciones con las nuevas universitarias, teniendo en cuenta que docentes como los de la Massana llevaban años dando clases en este ámbito. Finalmente se habilitó una vía de retitulación para quienes tuvieran diplomaturas o el anterior graduado no oficial en diseño, pero no todos cumplían estos requisitos.
“La gente se encontró que con el plan Bolonia no podría impartir clases: tienes un volumen de escuelas en Barcelona que durante años han trabajado con profesionales y que de hoy para mañana su titulación no les permite dar docencia”, explica Capmany, que asegura que en la misma situación se encontraron las privadas EINA o ELISAVA. Este medio se ha puesto en contacto con la primera, que oferta un grado de Diseño también adscrito a la UAB, para saber cómo solventó ese problema. Su directora, Anna Pujadas, expone que algunos se sacaron otro grado, otros dejaron la docencia y incluso algunos prefirieron hacer un grado a una retitulación. Es decir, que, a diferencia de la Massana, no diseñaron una fórmula 'ad hoc' para sus profesores.
Desde el Consorcio insisten en que eran profesores con conocimientos y experiencia y que la “disyuntiva” que se les planteaba es que algunos de estos ellos podían acabar sin trabajo al no poder seguir dando clase. Sin embargo, y aunque de entrada algunos eran funcionarios, hubo otros docentes que no se titularon y siguen siendo profesores a día de hoy, en estudios de FP o Bachillerato. Siguen también impartiendo docencia algunos a los que les ofrecieron este atajo académico y lo descartaron al no verlo claro desde el principio.
Aunque esto fuera aceptado en los claustros, según asegura su director, hubo docentes que dejaron entonces manifiesta su oposición. Hasta se hace referencia a ello de forma velada en el Proyecto Educativo del Centro (PEC). “El esfuerzo doble, de materializar el deseado título universitario y de superar todas las demandas académicas, hace aflorar tensiones en la comunidad escolar, causando una división en el Claustro que llegará a afectar a la cohesión del equipo de dirección”, resume el documento a propósito de los preparativos del grado.
Entre los 18 profesores que se graduaron en 2014, en un proceso que el centro y el Consorcio siempre justificaron como una formación permanente, los hay que están ahora en la dirección. Uno de ellos llegó a ser el responsable de la bolsa de prácticas de toda la escuela, incluso del grado en el que estaba matriculado. La mayoría siguen siendo profesores a día de hoy, aunque pocos lo hacen en el Grado de Arte y Diseño, el objetivo último por el que se inició todo este procedimiento.
La Massana, ubicada en el barrio del Raval de Barcelona, es fruto de una donación de 500.000 pesetas del filántropo Antoni Massana al Ayuntamiento de Barcelona,en 1929, a condición de que se destinase ese dinero a la creación de una centro de formación de bellas artes. Casi un siglo después, esta escuela de titularidad municipal se ha convertido en la joya de la corona del arte y diseño barcelonés, junto con Eina y Elisava, otros dos centros de formación parecidos con los que llegó a compartir Premio Nacional de Diseño en el 2000, aunque estos dos últimos son de titularidad privada.
Con una plantilla de poco más de un centenar de profesores, la Massana se ha dedicado históricamente a la formación en artes y oficios: joyería, arte textil, gráfica impresa, ilustración, diseño… La mayoría de ellos pasaron a ser Grados Superiores de Formación Profesional con la LOGSE. Después, en 2010, llegaría el grado universitario en Artes y Diseño, que desató no pocas tensiones entre el profesorado, y que venía a sustituir un Graduado que se impartía con e mismo nombre desde el año 2000, también adscrito a la UAB pero entonces sin ser considerado oficial.
Por sus clases han pasado figuras reconocidas del mundo del arte barcelonés, como el ilustrador Jordi Labanda, los cantantes Pau Riba o Maria del Mar Bonet, el escritor Quim Monzó, o incluso el pintor Xavier Valls, padre del candidato a la alcaldía de Barcelona Manuel Valls. La promoción del colegio Massana ha sido siempre una prioridad para el Ayuntamiento, que llegó a destinar 11,5 millones para su nuevo edificio ubicado en Plaça Gardunya. Se estrenó en septiembre de 2017, casi una década después de que se aprobara el plan, que se mantuvo paralizado durante la crisis.