El ruido de las sierras, martillos y pulidoras se escucha desde lejos y contrasta con la quietud de un polígono industrial cuya actividad ha quedado suspendida en el tiempo: sin coches, sin trabajadores, sin camiones. Mientras la mayoría de plantas de la zona languidecen esperando el fin de la pandemia, el movimiento en la fábrica de ataúdes Tecoter Egara, en Terrassa (Barcelona), es frenético. “Hemos aumentado nuestra producción un 300%”, afirma Jordi Tenorio, responsable de fábrica de la empresa. “Sinceramente, nosotros tampoco supimos prever lo que se nos venía encima”.
El aumento de mortalidad en España por el coronavirus ha desbordado tanto a funerarias como a empresas de ataúdes como esta, que se han visto obligadas a reorganizar su producción para poder suplir toda la demanda de féretros. Todas las compañías aseguran que han multiplicado por dos o por tres la producción de estas cajas, a pesar de que el aumento de la mortalidad en el país no concuerda con un pico tan fuerte de demanda.
Solo entre el 17 de marzo y el 4 de abril, España registró un exceso de mortalidad del 47,2%, según el último informe que agrupa los datos de los registros civiles. Los expertos, sin embargo, advierten de que no todas estas muertes podrían estar vinculadas con la pandemia. “Que hay más muertes por coronavirus de lo que indican las estadísticas oficiales es seguro”, señalaba el lunes Pere Godoy, presidente de la Sociedad Española de Epidemiología. “Pero es muy complicado imputar a día de hoy un porcentaje concreto del exceso de mortalidad total al virus”.
En la fábrica de ataúdes huele a madera y a barniz. A carpintería. Veinte personas trabajan sin parar en distintas zonas de la planta, dividida en tres fases de la producción: una para cortar la madera y montar, otra para lijar, otra para barnizar los ataúdes que en pocos días o incluso horas serán ocupados por nuevas víctimas de la pandemia, que hasta el miércoles se había cobrado la vida de 14.555 personas en España.
En una hora de visita, hasta tres camiones llegan al lugar para traer material, que se va acumulando en las esquinas de la fábrica. Hay bloques de conglomerado y de diferentes maderas que prácticamente llegan al techo, formando pequeñas torres que con las horas irán bajando de altura a medida que avanza la producción.
Las distintas partes de los ataúdes también aparecen repartidas por el lugar: las cajas, las tapas –algunas ya con relieves dibujados–, las cruces... En otras zonas de la planta hay varios féretros acabados, perfectamente pulidos, incluso recubiertos de plástico y con el nombre de la empresa funeraria a la que serán enviados en unas horas. En algunas tapas o trozos de madera está escrito en rotulador el tamaño del futuro ataúd: 1,80 m; 1,75 m; 1,60 m...
Todo se produce y se distribuye inmediatamente. Desde hace días, el almacén de la fábrica ha desaparecido. “Tal cual los acabamos salen hacia las funerarias”, comenta Sergio Lozano, gerente de la empresa, mientras en el parking una camioneta cargada de ataúdes aguarda su salida.
En Catalunya, durante esta semana se han producido distintos avisos que alertaban de una saturación de los servicios funerarios. El martes, el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya instó a los jueces a desjudicializar causas con cadáveres con muerte natural para no saturar el depósito.
El lunes, el Ayuntamiento de Barcelona anunció que los crematorios estaban al máximo de capacidad, aunque 48 horas después el mismo consistorio ha matizado que de momento ha podido absorber la demanda derivada por la pandemia. “Los cuatro hornos de la ciudad están funcionando a pleno rendimiento las 24 horas del día”, apuntan desde el Gobierno municipal. “Nunca habíamos hecho tantos servicios”. Se prevé que la próxima semana se active un quinto crematorio en la ciudad.
De fabricar 80 ataúdes diarios a producir 250
Según explican en esta empresa, el aumento de demanda empezó con la declaración del estado de alarma el pasado 14 de marzo. “Al principio fue por el miedo de las funerarias a quedarse sin stock. Después ya vino la realidad”, apunta Jordi Tenorio, el responsable de fábrica.
Desde entonces, la compañía ha aumentado las horas de trabajo de toda la plantilla y la fábrica no cierra ni sábados ni domingos. Si antes el horario era de 7 a 13 y de 15 a 17 h, desde hace tres semanas se empieza una hora antes y se para una hora menos para comer.
“En 25 años trabajando en el sector no había visto nunca nada parecido”, prosigue Tenorio. “Esto es completamente excepcional”. Los responsables de la empresa aseguran que las horas extras serán devueltas a los trabajadores en días de vacaciones cuando baje la demanda.
La extensión de los turnos y de los días de apertura, sin embargo, tampoco ha sido suficiente para producir los féretros necesarios. Al igual que han tenido que hacer otras empresas del sector, en Tecoter Egara se han visto obligados a externalizar la producción a tres carpinterías industriales que les ayudan a producir todos los ataúdes que les piden.
Si antes producían unos 80 féretros diarios, desde el principio de la pandemia superan los 250 ataúdes al día. La oferta de modelos también se ha visto reducida: hace unas semanas ofertaban 50 tipos distintos, ahora ya solo se puede elegir entre seis o siete, que tardan unas dos horas en ser producidos.
“Los que más se están vendiendo son los más sencillos y ecológicos de incineración, sin nada de metal”, explica Sergi Lozano, el gerente. Según estos profesionales, los féretros que más se demandan son cuadrados, de madera de chopo y resultan sencillos de fabricar. “Lo importante ahora es priorizar estos modelos para que nuestros clientes tengan el máximo de ataúdes posibles”, apunta Tenorio, el responsable de fábrica, que añade que en su empresa no han subido los precios en ningún momento.
Ambos explican que la prohibición de celebrar velatorios y las nuevas normas sobre los entierros –solo pueden acudir un máximo de tres personas– han hecho que el aumento de la demanda esté en los féretros más baratos que, según ellos, son los que tienen menos margen.
Uno tiende a pensar que las compañías de ataúdes son de las pocas empresas que están haciendo el agosto con la pandemia. Los responsables de esta fábrica de ataúdes, no obstante, intentan rebajar esta opinión. “Los números del trimestre serán muy buenos, eso está claro”, apunta el gerente. “Pero si se junta todo ahora, después vendrán unos meses muy flojos”.
El sol primaveral en el exterior de la fábrica, donde se desarrolla la entrevista, contrasta con el invierno que evocan los centenares de féretros nuevos amontonados en las esquinas. “La sensación es muy agridulce”, asiente el gerente de la empresa. “Por un lado aquí todo va bien. Pero por otro te das cuenta de que ahí fuera está ocurriendo algo muy grave”.