Los familiares de las víctimas de la residencia Fiella de Tremp, en la que durante la pandemia del Covid murieron 64 ancianos, han testificado ante el juez este lunes por la causa de homicidio imprudente.
Evaristo Saura, hijo de uno de los fallecidos -que ascendieron hasta casi la mitad de todos los internos-, ha descrito la situación que vivió en la residencia como “la casa de los horrores” y ha ratificado el “descontrol total” que narran los informes de la fiscalía y los Mossos.
Saura ha sido uno de los veinte familiares que comparecerán en el juicio durante esta semana. Hasta ahora, todos han asegurado que había falta de atención a los residentes, a los que les faltaba agua y comida.
Así mismo, también han denunciado que durante días no se les informó del estado de sus familiares. Saura ha apuntado que el primer día que recibió una llamada fue para comunicarle que su padre había fallecido. Cuando entró al centro, asegura que le encontró “atado a la cama y tapado con tres mantas”.
Los familiares han denunciado la falta de comunicación y que la dirección del centro se limitara a crear un grupo de Whatsapp con familiares de los 142 residentes en el que se informaba de los positivos y negativos por Covid.
El abogado de la acusación particular, Xavier Prats, ha replicado que las declaraciones han sido muy claras para entender la situación que se vivió en la residencia. Sobretodo las de tres personas que entraron en el centro en noviembre del 2020 y que han descrito el ambiente como “fantasmagórico”.
Uno de ellos asegura que entró solo, sin control y, con la ayuda de la linterna de su teléfono, habitación por habitación, buscó a su familiar fallecido. Según ha recordado el abogado, quienes pudieron entrar en el centro se encontraron gente por los pasillo pidiendo “socorro” en un ambiente “cargado”, con mucha calor.
Pese a superar la primera ola sin apenas contagios, a partir del 19 de noviembre de 2020 la residencia de este municipio de menos de 6.000 habitantes en la comarca del Pallars Jussà (Lleida), se convirtió en un agujero negro donde fallecieron 64 ancianos, lo que supone el 1% de la población del Tremp. También se contagiaron 42 de los 65 trabajadores del centro. El brote fue uno de los más graves registrados en España a lo largo de las distintas fases de la pandemia.