La idea surgió de un grupo de padres y madres a las puertas del colegio Can Manent, en Cardedeu (Barcelona). Era el curso pasado y sus hijos cursaban Sexto de Primaria. “Ellos nos iban diciendo que a fulanito ya le habían dado móvil, al otro también… Hasta que al llegar a junio la mitad de ellos ya tenía uno”, relata Rubén Terol. En muchos hogares, la reclamación de un smartphone ya generaba disputas. Hasta que este padre y otras familias, contrarias a entregar un dispositivo a sus hijos a una edad tan temprana, dieron con una solución: se juntaron en un grupo de WhatsApp y acordaron retrasar al máximo ese momento, a poder ser hasta los 16 años.
La iniciativa, que tiene apenas cuatro meses de vida, ha dado ya sus frutos. Al menos en la clase de Primero de la ESO del hijo de Terol. “Casi la mitad no tienen móvil, una cifra muy inferior a la habitual. De hecho, yo fui profesor en ese instituto el año pasado y en ese mismo curso solo había dos alumnos que no tenían móvil”, señala el que fue impulsor de un grupo de WhatsApp que hoy cuenta con 380 miembros e integrantes de todas las Asociaciones de Familias (AFA) de colegios de todo el municipio.
Como Terol, hoy cientos de familias, padres y madres de preadolescentes, se están rebelando contra una ley no escrita en España: que a los 12 años, coincidiendo con el salto a la Secundaria, hay que darles el primer móvil a los niños y niñas. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) lo corroboran. A esa edad, el 75,5% de la población, uno de cada cuatro, ya tiene un smartphone. Y la cifra va en aumento hasta que a los 15 alcanza el 96%.
La decisión de estos padres y madres coincide además con el giro de muchos centros de Secundaria, al menos en Catalunya, que habían abrazado el uso de los móviles como herramienta pedagógica y que hoy prohíben su uso porque creen que dañan la capacidad de atención.
Solo en Catalunya, este diario ha contactado con cinco asociaciones de padres y madres que actualmente están discutiendo o poniendo en marcha iniciativas parecidas, en este último caso en escuelas como Mas Maria (Cabrils), Colors (Les Franqueses del Vallès) o Castellum (Sant Julià de Ramis). Alarmadas por las noticias que vinculan el abuso de las redes sociales con potenciales adicciones, consumo descontrolado de vídeos para adultos –de violencia o porno– y deterioro de la salud mental de los jóvenes, muchas buscan retrasar la entrega de móviles a sus hijos hasta que sean más mayores. Otras, menos tajantes, tratan consensuar normas de uso para compartir con sus hijos.
El mejor ejemplo de que esta es una inquietud compartida por miles de familias es el crecimiento desbocado de uno de estos movimientos originado hace apenas unos días en el barrio del Poblenou, en Barcelona. Se trata del grupo de WhatsApp que creó Elisabet Garcia Permanyer, madre de tres niños, para compartir noticias sobre el impacto de los móviles y las redes sociales en la infancia. Hoy el grupo supera los 1.000 miembros. “Entonces me di cuenta de que realmente es un temor que no solo tenía yo, sino que a todo el mundo le preocupa el efecto de las pantallas sobre la salud mental de sus hijos”, constata esta mujer.
“A los 12 años un niño o una niña se tienen que preocupar de jugar, de hacer deporte, convivir con sus amigos, aprender a leer y escribir… Sencillamente no les hace falta toda esa tecnología”, expresa.
Desde su grupo, que se llama 'Poblenou Adolescencia Llibre de Móviles', han realizado una encuesta con las familias con hijos de esas edades y se han dado cuenta de que son dos las razones principales que están detrás de la entrega de dispositivos a los críos. La primera, que estén localizables. “La segunda es que todo el mundo tiene móvil y nadie quiere que su hijo sea el pringado de la clase”, añade García.
Este último es un motivo más poderoso de lo que pueda parecer. “La presión social es importante para los niños, porque se sienten aislados, y también para las familias. Cuando te das cuenta de que eres el único que no da móvil a tus hijos empiezas a pensar que quizás eres el friki, que puede que estés haciendo algo mal…”, advierte José Ramon Ubieto, psicólogo clínico y experto en adolescencia.
En Cardedeu, sin ir más lejos, fue exactamente esto lo que acabó de convencer a las familias contrarias a dar dispositivos a sus hijos preadolescentes. “Para desarticular ese argumento, el de que nuestros hijos quedan excluidos por no tener móvil, decidimos ponernos de acuerdo. Ahora si mi hijo me pide teléfono le puedo sacar una lista con todos aquellos padres y madres que, como yo, no se lo dan a sus críos. Así evitamos la presión social”, cuenta Terol.
Para desactivar el segundo argumento, el de la localización, existen alternativas. La asociación de familias de la escuela pública Mas Maria, de Cabrils, asegura que está en conversaciones con comercios de la localidad para que dejen llamar a los menores gratuitamente en caso de necesitarlo. Una solución que están explorando otros grupos con los respectivos ayuntamientos y que tiene su mayor exponente en el municipio de Tolosa, en el País Vasco, donde la medida ya está vigente desde septiembre.
¿Cuál es la edad para tener móvil?
Varias de las familias contactadas aseguran pretender que sus hijos lleguen a los 16 años sin móvil, aunque suelen precisar que tratarán de aguantar hasta donde puedan. Esa edad como umbral surge en algunos casos de recomendaciones de psicólogos. Es el caso de Francisco Villar, psicólogo clínico del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, que aboga directamente por su prohibición antes de esa edad al considerar que tiene muchos más riesgos que beneficios. Pero también es cierto que la normativa europea fija los 16 años como la edad mínima para que alguien se pueda abrir un perfil en redes sociales.
“Una tecnología intrusiva afecta más a aquellas personas vulnerables. Del mismo modo que si a un niño de dos años le pones una pantalla delante tiene menos recursos para sustraerse de esa situación, no es lo mismo tener 10 años, 12 o 15”, señala Ubieto. “La variable de la madurez personal es importante. Si conozco a adultos jóvenes que me cuentan que se dan atracones de Youtube, de TikTok o de Instagram, pensando que estarán 10 minutos y acaban dos o tres horas y con sentimientos de culpa y náuseas… Imagínate si el joven tiene 10 años”, ejemplifica.
Ubieto no es partidario de una prohibición total de los móviles antes de los 16, porque la ve poco realista, pero sí celebra que la decisión de posponer el acceso a smartphones haya nacido del consenso entre familias. “La acción colectiva es fundamental frente al discurso neoliberal de que cada cual debe responsabilizarse de su conducta”, añade el especialista.
En este sentido, no todos los grupos de familias preocupadas por el acceso temprano a las redes sociales defiende alargar la vida libre de móviles hasta los 16. Los hay que no se fijan una edad concreta o que ni siquiera hablan de retrasarlo, pero sí de regularlo o pactar su uso entre todos.
Es el caso de lo que ocurre en la escuela pública Castellum, en Sant Julià de Ramis, provincia de Girona. “El objetivo no es retrasarlo, o no solo, sino generar dinámicas de consenso. El móvil no es una mala herramienta, pero se debe usar con criterio. Si este no existe, los riesgos son muy elevados”, sostiene Albert Johé, padre e impulsor dentro del AFA del colegio de una comisión dedicada a la responsabilidad digital.
“A mí personalmente lo que más me preocupa es la adicción a las redes y un mal uso en el sentido de que puedan llevar a cabo acciones que les perjudiquen en el futuro”, reflexiona este padre. A su vez, recuerda que la mayoría de apps de consumo adolescente –y adulto– están diseñadas para que sus usuarios se queden pegados a ellas cuantas más horas mejor.
En su caso, también en el de Cardedeu, se han puesto en contacto con el Ayuntamiento local para que les ayuden a difundir la iniciativa, por un lado, y a concienciar a la población, también a los propios institutos. Rubén Terol, de Cardedeu, lo ve como una ventana de tiempo de unos pocos años en la que tampoco vale esperar sin más a que lleguen a los 16. “No podemos aguantar y entonces darles un dispositivo sin más, porque el problema sería el mismo. Lo que hay que hacer durante este tiempo es tratar de educarles en el potencial positivo y negativo que tienen los smartphones”, concluye.