Olor a pan, a jamón, luces, colores, música navideña y hasta un Papa Noel de carne y hueso se mezclan con una voz en of que va repitiendo ‘Mercadona’ de modo subliminal. “Como en el resto de grandes cadenas de supermercados del país, aquí nada está puesto al azar”, nos advierte la investigadora de políticas agrícolas y alimentarias, Esther Vivas. “Entre un 20 y un 55% de la nuestra compra en un supermercado es compulsiva”, sigue mientras paseamos por ‘el supermercado de confianza’, según se define la propia empresa, que centra uno de los capítulos del último libro de la activista: El negocio de la comida (Icaria, 2014), una crítica contundente al mercado que se oculta detrás de nuestra alimentación.
Dentro del supermercado, a Esther se le salen los ojos de las orbitas. Cada estimulo musical o olfativo le despierta una crítica distinta. “En un supermercado nunca se acaba comprando barato”, reflexiona antes de chocar con decenas de patas de jamón que dificultan el paso de los carritos. “Incluso la estrechez de los pasillos está milimétricamente estudiada para provocar pequeños atascos de consumidores, y es evidente que, una vez detenidos ante los estantes, uno acaba llevándose productos que seguramente no son de primera necesidad”.
El experimento nos lleva ante la horchata Hacendado, que pese al origen valenciano del propietario de la macroempresa, Juan Roig, no está nada claro que la chufa, ingrediente clave de la bebida estrella de la zona, provenga de Valencia. “Si realmente fuera de origen valenciano, Mercadona identificaría con el distintivo correspondiente el envase”, como hacen sus competidores directos: Consum, Carrefour, El Corte Inglés, Bon Preu o Hipercor, tal y como exige el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Chufa de Valencia. Sin embargo, la Unió de Llauradors, en abril de 2013, alertó que la horchata comercializada en Mercadona no llevaba dicho distintivo. “Muy probablemente, la chufa original venga de África, con la consiguiente explotación laboral de sus productores y el impacto medioambiental de los alimentos viajeros”, dice Esther, que nos asegura que la chufa no es un caso aislado. Según la activista, se han detectado naranjas etiquetadas como valencianas aunque de origen argentino, calabazas de Panamá o pescado congelado de América del Sur, “productos con muchos kilómetros a sus espaldas”.
Adiós al comercio de proximidad
Adiós al comercio de proximidad
Conceptos como “proximidad” o “familiar” aparecen en la presentación de Mercadona, lo que contrasta con algunos datos. En primer lugar, vale la pena recordar que el propietario de la empresa la cuarta fortuna de España y uno de los 300 hombres más ricos del mundo, según la edición de 2014 de la lista Forbes –con 3.478 millones de euros—. Su imperio cuenta con más de 1.400 “tiendas familiares” en España y espera estas navidades incrementar sus beneficios. Desde 2008, cuando estalló la crisis, sus ganancias han aumentado un 58%, consolidándose como el número uno de la distribución alimentaria. En 2012, sus ventas anuales fueron de 19 mil millones de euros, más del doble que su seguidor directo Carrefour. Y su cuota de mercado: 21%, prácticamente la misma que suman juntos Carrefour, Dia y Eroski, según datos de Kantar Worldpanel, que cita el libro.
En Barcelona, últimamente se han intensificado las críticas de las asociaciones de pequeños comerciantes de los barrios ante la proliferación de supermercados, principal causa de la caída del comercio de proximidad, con una larga tradición en la ciudad condal. Una realidad extrapolable a muchas ciudades del estado. Según Vivas, el año 1998 existían 95.000 tiendas de comercio de proximidad, mientras que en 2004 la cifra había caído hasta las 25.000. “Una desaparición creciente del pequeño comercio que se ha mantenido hasta nuestros días”, sostiene Vivas.
Ante esa realidad, el presidente Roig ha defendido en múltiples ocasiones que muchas tiendas aprovechan el efecto llamada de sus supermercados para instalarse cerca. “Es falso que alrededor de Mercadona prolifere el pequeño comercio, de hecho, ante las tiendas que se han situado alrededor de los supermercados el propio Roig ha explicado su última estrategia: especializarse en el producto fresco para acabar con el pequeño comercio”. Según Vivas, también “es falso” que se creen puestos de trabajo. “Hay estudios que demuestran que por cada puesto de trabajo que crea una gran superficie se destruye un puesto de trabajo y medio del pequeño comercio, aparte de las condiciones laborales precarias que promueve”.
Las siete fantásticas
Las siete fantásticasHoy por hoy, siete grandes empresas controlan en España el 75% de la comida que llega a nuestros platos, según desgrana la activista. Acompañan a Mercadona, Carrefour, Alcampo, El Corte Ingles, Eroski y dos centrales de compra, Euromagi e Iffa, que agrupan supermercados más pequeños. Muy pocas manos para poner en contacto miles de campesinos y millones de consumidores, lo que Vivas llama ‘la teoría del embudo’. “Esta concentración les da un poder extraordinario a la hora de determinar el precio que pagan al campesino, que cada vez recibe menos por su producción mientras que los consumidores cada vez pagamos el producto más caro: Es evidente que el gran negocio lo están haciendo los intermediarios”.
El neocio de la comida pone la lupa en el sector agrícola, a quién no le ha quedado mucha más opción que pasar por los supermercados para vender sus productos. Algunos casos que refleflejan la poca o ninguna simpatía del sector con Mercadona quedan recogidos en la obra de Esther. En junio de 2013, una protesta de campesinos canarios, concentrados a en un Mercadona de la capital, acabó regalando ocho toneladas de patatas para denunciar los ínfimos precios que les pagaba el supermercado, por debajo del gasto de producción. En agosto del mismo año, la Unión Agraria y la Asociación Sectorial de Criadores Avícolas de Galicia denunciaron ante el Consello Galego da Competencia cómo siete supermercados vendían el pollo por debajo del coste de producción.
La navidad y la lucha por un consumo responsable
La navidad y la lucha por un consumo responsableLa Navidad entraña valores de solidaridad pero es innegable que, con el tiempo, ha pasado a ser terreno abonado para el consumismo más desbocado. En el campo de la alimentación, además, surgen fenómenos específicos. Entre los menús navideños, a Esther hay dos productos que le inquietan especialmente. Los langostinos –muchos procedentes de Ecuador— y la piña, a la que asaltamos ante la atónita mirada de los clientes. “¿Sabías que tres cuartas partes de las piñas que se comercializan en Europa proceden de Costa Rica?”, pregunta y añade: “Este país ha doblado su producción, en manos de dos grandes multinacionales estadounidenses Del Monte y Dole, en tan solo quince años, a costa de la explotación laboral y contaminación medioambiental”.
Durante la conversación, la autora insiste en que incorporar alimentos foráneos a la dieta no tiene nada de malo. De hecho cita los casos del café o el cacao que nos llegan en gran medida a través del comercio justo. “El problema es que, muchas veces, la integración de estos alimentos al menú navideño responde más a los intereses de unas pocas de multinacionales, que consiguen productos a un precio extremadamente bajo, que a nuestras necesidades como consumidores”. Para Vivas, es “una falacia” que sea necesario producir más comida para dar respuesta al hambre. “No hay un problema de falta de alimento sino de acceso al alimento, un problema de democracia”.
Se acaba el paseo por el supermercado. Salimos a la calle dejando atrás una estela de aroma a pan que nos acompaña hasta el exterior. Supermercados al margen, Vivas insiste en señalar la riqueza del pequeño comercio, de las cooperativas de consumo y de la relación directa entre campesinos y ciudadanía. Sin embargo, estando embarazada de seis meses, no descarta tener que pasar puntualmente por algún súper e incluso por la archiconocida multinacional sueca. “Es importante conocer lo que se esconde detrás del negocio de la comida, pero cada uno ha de consumir en función a sus posibilidades y conciencia, la coherencia absoluta en el sistema capitalista es imposible”, concluye.