Se sabe que el acceso a la zona vallada está controlado y que solo pueden pasar algunas personas, pero a partir de ahí la información es confusa. “Tienes que presentar la tarjeta de residente”, dice alguien. ¿Se expiden carnés para acreditar que uno es vecino del barrio de Gràcia? “Llevo 30 años viviendo aquí y sé que hay algo pero no tengo ni idea de cómo va”, asegura otro joven más allá, que está buscando entre sus amigos alguien que tenga el ya mítico pase que, en teoría, permite entrar a las calles adornadas tradicionales de las fiestas de este barrio de Barcelona. El que guarda la puerta lo aclara: hay un aforo máximo de 200 en esa zona “y ya hay bastantes más”.
Las normas y las restricciones que se salen de lo habitual suelen generar equívoco y desconcierto para quien no está acostumbrado a ellas. Es justo eso lo que pasa con el toque de queda. Este jueves la Justicia ha levantado abruptamente las restricciones de movilidad nocturna en Barcelona y en toda Catalunya, a excepción de 19 municipios. Pero no todos los asiduos a las fiestas de Gràcia parecen haberse enterado de cómo va la cosa.
“¿Pero entonces, acaba ya hoy? Había oído que duraba siete días pero no sabía hasta cuándo era, ¿seguro que es hoy?”, se pregunta Dídac, de 32 años, un “gracienc de toda la vida” que baila en la calle Joan Blanques junto a su novia Diana, de 30. La pareja no había podido salir ninguna noche anterior y este jueves sí querían tomarse algo, aunque no preveían trasnochar. “Ya veremos, porque no sabemos si eso del toque de queda es oficial o no…”, asegura Diana poco convencida.
Según la noche fue entrando los dudosos se retiraron, precavidos, y las calles de Gràcia se convertían en el reino de los convencidos. “Me han dicho por WhatsApp que el toque de queda se había acabado, junto al emoticono del arcoiris, ha sido un momento de felicidad”, asegura Anna (25), una vecina de Sant Joan Despí que bebe cerveza junto a su amiga Sara (24), de Sant Feliu de Llobregat. “Yo ya tenía pensado bajar, ayer ya vine, pero me fui a las 12 porque iba en bicicleta y en realidad ya no había nada. Pero hoy, ya veremos… Si me voy, me voy, pero no porque nadie me diga que me tengo que ir”.
Las opiniones de los jóvenes que se encuentran en el barrio al filo de la 1:00 de la mañana son contundentes en contra del toque de queda. No tanto de otras restricciones, como los aforos en interiores, la limitación de reuniones o los confinamientos territoriales, pero sí muy especialmente con la prohibición de deambular por la noche.
Críticos con el toque de queda
La mayoría coincide en ver la medida estrella contra la COVID-19 como una mala idea, aunque cada uno tiene sus razones. “Yo creo que es económica, como los bares cierran, que la gente no consuma en otro lado sin gastar”, afirma Anna. Su amiga Sara le rebate. “Para mí es una medida de control y para meter miedo. Al final tienes miedo de que te multen y por eso te vas”, asegura la de Sant Feliu, que reconoce que no había ido a Gràcia para celebrar el fin de las restricciones pero que ahora “quizás se líe”.
La plaça del Raspall es uno de los epicentros de la fiesta. Las pancartas con lemas feministas, independentistas y socialistas llenan la pequeña confluencia de calles. En el punto lila unos cuanto voluntarios hacen guardia, con el cometido de informar y asistir ante posibles casos de agresiones machistas. En el centro hay unas barras que, poco después de la una de la madrugada, ya están cerradas. Los lateros no dan abasto y la multitud prácticamente le quita las cervezas de la manos según llegan con sus carritos cargados. Ni siquiera ese colectivo, que en Barcelona tiene fama de ser el más previsor de todos, había imaginado que hubiera tanta gente a esas horas.
La decisión del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) de solo avalar el toque de queda en 19 de los 148 municipios solicitados por las autoridades sanitarias catalanas ha cogido con el pie cambiado no solo a la Generalitat sino prácticamente a todo el mundo. El Govern ha reaccionado cuatro horas después de conocerse la noticia con un comunicado en el que lamentaba la decisión y en el que afirmaba que garantizaría el máximo cumplimiento del resto de restricciones, que limitan los encuentros a 10 personas y mantienen el aforo en interiores al 50%.
“Yo creo que el toque de queda es una medida fascista, de hace mil años y que no debería de existir. Y que no da autonomía a las personas, es ni coherente ni justo”, explica con contundencia Isa, una estudiante de escenografía de 25 años nacida en el barrio. Ella está viviendo las fiestas junto a Julia, de 24 años, que ha estudiado psicología. Ambas han salido algunas noches previas por Gràcia, aunque “más o menos” se han ido a antes de la hora estipulada. “Pero igual vas a casa de alguien, te quedas un rato…”, sugiere Julia. “Somos de la misma burbuja”, se excusa.
Las dos jóvenes se muestran críticas con las restricciones de movilidad nocturna, pero subrayan que no son insensibles a la pandemia. “Claro que hay que ser conscientes de la situación en la que estamos y tener responsabilidad, pero yo como persona joven me considero sensata como para saber qué tengo que hacer y creo que nos han quitado toda la capacidad para decidir”, asegura Julia.
Otra de las cuestiones que escama especialmente a esta pareja de amigas es lo que han considerado una criminalización de un sector concreto de la población. “Cuando acabó el primer toque de queda muchos jóvenes salieron, ¿y qué? Bien que cuando acabó el confinamiento territorial todos esos que tanto hablaban se marcharon a sus segundas residencias de la Cerdanya. Anda ya”, se queja la estudiante de teatro. “Al final hemos estado trabajando más que nunca, porque muchos nos dedicamos a cosas relacionadas con la salud, y del trabajo a casa”, subraya la psicóloga.
“En todo el verano no sabíamos dónde ir”
Apenas a unos 10 minutos a pie de la plaza del Raspall, en la zona de Joanic, Héctor de 22 años bebe con tres amigos afuera de un recinto cerrado de conciertos donde ha actuado el valenciano Bearoid. Han estado escuchándole aunque no lo conocían mucho. Él, que trabaja en una empresa gráfica pero estos días está de vacaciones, ha salido algunos días antes. De hecho este jueves no tenían previsto quedar. “Pero he visto que ya no había toque de queda y hemos venido sin pensarlo”, asegura. “Ha sido una mierda, llevamos todo el verano que no sabemos ni dónde ir, con la policía detrás… no es para celebrarlo porque la situación es la que es, pero ya tenía ganas de estar en la calle tranquilo”, remacha.
A diferencia de otros, Héctor no rechaza el toque de queda en todas las circunstancias. “No lo vi mal al principio, aunque paguen justos por pecadores, era una forma de que la gente estuviera en casa cuando había bares cerrados, mucha gente en ERTE…”, explica. “Pero ahora me parece descompensado. Está todo abierto, hay turismo, todo el mundo de vacaciones, terraza. ¿Y los únicos que contagiamos somos los jóvenes?”, se queja.
El auto dictado este jueves por la Sala del Contencioso del TSJC es un varapalo al Govern porque rechaza su máxima pretensión de aplicar un toque de queda en 148 municipios y los limita a 19, pero también por los argumentos con los que lo hace. Los jueces deslizan que la petición de la Generalitat no atiende a criterios sanitarios, sino de índole de orden público, algo que consideran que es una extralimitación en los derechos fundamentales.
Pero las calles de Gràcia, en plenas fiestas y a las tantas de la madrugada, no son el mejor escenario para hablar de detalles legales. Algunos de los jóvenes que entablan conversación saben, a grandes rasgos, que la justicia ha tumbado el toque de queda y que era el Govern catalán quien quería mantenerlo, sin entrar en detalles. Aunque algunos saben bastante más. Es el caso de Carla, una monitora de ocio y tiempo libre de 23 años que repasa con soltura algunos de los fundamentos jurídicos del auto.
“Lo he leído en el periódico”, explica sin darle más importancia. En su caso aplaude al TSJC por la decisión tomada este jueves, pero no sin contradicciones. “No seré yo una firme defensora de la justicia española, por motivos evidentes y por la trayectoria que han tenido… pero más allá de las cuestiones políticas, sí me parece bien que hayan levantado la medida del toque de queda”, afirma. En su opinión, el TSJC tiene razón en reclamar a la Generalitat que aporte datos concretos sobre el cambio de criterio. Pese al conocimiento que despliega sobre el tema, reconoce que no se esperaba que el toque de queda cayese esta misma noche.
Refuerzo policial extra
Un solo hombre en toda Barcelona parecía tener previsto que el toque de queda podía quedar sin efecto este jueves: Albert Batlle, teniente de alcaldía del Ayuntamiento y responsable de la seguridad. Él ha sido el primer político en reaccionar en una rueda de prensa. “Con una incidencia de 125, era difícil mantener el toque de queda”, aseguraba el jueves, en la línea con lo que habían resuelto los magistrados unas horas antes. Su receta era ampliar los dispositivos policiales desde este mismo viernes, con un refuerzo extra entre las 3 horas y las 6 de la madrugada.
Batlle, al menos en la noche del viernes, se ha quedado algo corto en la horquilla temporal, porque las fiestas espontáneas por Gràcia han comenzado a explotar poco antes de las 2 de la mañana. Aún así, en declaraciones aseguraba que, pese a algunas imágenes de “saturación” del espacio público, la noche fue “un poco más movida que las anteriores”. En total, la policía desalojó a unas 2.000 personas, cuando en la jornada anterior fueron 1.300.
En las plazas del Diamant y la Virreina grupos de jóvenes bailaban alrededor de altavoces, algunos de pequeña potencia pero otros verdaderos bafles con la cualidad mágica de aparecer de la nada en el momento indicado. Las tarimas donde hacía unas horas había habido actuaciones del programa oficial eran reaprovechadas como tablados para bailar al ritmo de instrumentos que de pronto alguien sacaba.
En la plaza de la Revolució uno de esos grandes altavoces proyectaba a todo volumen el tema 'Todo de tí' de Rauw Alejandro, uno de los que más ha sonado en la radiofórmula este verano. Los congregados, una cincuentena, bailaban con entusiasmo, se quitaban la camiseta, levantaban los brazos, sonreían para la fotografía. Al fondo, un contingente de limpieza descendía junto a un dispositivo de la Guardia Urbana pertrechado con furgonetas, motos y agentes a pie.
El miércoles la Guardia Urbana ya había pasado una noche caliente en Gràcia, cuando tuvieron que desalojar a más de 1.300 personas. Entonces fue poco después de la 1:00 y por el toque de queda. Este viernes, sin embargo, esa cláusula había desaparecido. Pero aunque la cantidad de gente era importante y que los jóvenes tenían visibles ganas de permanecer en la plaza, no presentaron demasiada resistencia.
Poco después de las 3 de la madruga buena parte de Gràcia estaba desalojada de grandes concentraciones. La mayoría habían ido bajando empujados por la policía, aunque por todas la zona grupos dispersos que pululaban de aquí para allá. Era la primera vez desde el 16 de julio en el que podían pasar la noche en la calle pero, paradójicamente, todos optaban por una de las fórmulas que ya había sugerido horas antes Julia: ir “a casa de alguien” porque en la calle no hay casi nada.