¿Enfermo psiquiátrico o simplemente un hostigador machista? La pregunta surge a raíz de la condena al acosador de la ilustradora Paula Bonet. La Fiscalía ha recurrido la sentencia al discrepar de su aspecto clave, la enfermedad mental que la jueza apreció en Víctor G.T. y que el Ministerio Público no ve por ningún lado.
El pasado mes de julio la magistrada condenó a Víctor G.T. por tres delitos –amenazas, acoso y quebrantamiento de la medida cautelar que le prohibía acercarse a Bonet–, pero le aplicó la eximente de trastorno mental. De confirmarse la sentencia de primera instancia, el condenado cumpliría, como máximo, tres años y tres meses internado en un centro psiquiátrico y no tendría que ingresar en prisión, donde sí estuvo de forma preventiva durante ocho meses antes del juicio.
Según han informado fuentes fiscales, el Ministerio Público ha recurrido el fallo ante la Audiencia de Barcelona al considerar que la jueza incurrió en un error en la valoración de la prueba al apreciar el trastorno mental, y que además no argumentó de forma suficiente la eximente. A juicio del fiscal, el fallo de primera instancia quebranta las garantías procesales y las normas del ordenamiento jurídico.
La Fiscalía entiende que no procede aplicar ninguna eximente de alteración psíquica en Víctor G.T. ya que las forenses del juzgado descartaron trastorno alguno. En cambio la jueza, basándose en un informe de parte, concluyó, tal y como alegaba su defensa, que el joven padece “una enfermedad mental diagnosticada como delirio erotomaníaco que condiciona por completo su voluntad”.
Según explicó el abogado del joven, Sergi Mercé, se trata de un trastorno en el que el paciente sufre delirios al creer que otra persona está enamorada de él. La defensa alegó esta enfermedad poca semanas antes del juicio tras no mencionarlo durante los casi dos años de instrucción del caso. No discutió la defensa los actos de acoso a Bonet, pero los achacó a la alteración psiquiátrica.
Durante el juicio, las forenses del juzgado restaron credibilidad al informe de la defensa al concluir que el acusado tenía las “facultades conservadas”. Sí detectaron una personalidad “inconsciente, irresponsable e intransigente” en Víctor G.T., además de indicadores de consumo de sustancias psicotóxicas e “ideación atípica o deliroide”.
La jueza resolvió que ambos informes no eran “incompatibles”, pero en la práctica se decantó por el de la defensa y concluyó que Víctor G.T. tenía que someterse a tratamiento psiquiátrico en vez de imponerle penas de prisión. La Fiscalía y la acusación particular de Bonet reclamaban tres y cuatro años de cárcel respectivamente.
Por su lado, la acusación de Bonet, que ejerce la letrada Carla Vall, ha pedido una aclaración de la sentencia antes de formalizar su recurso. La defensa también lo ha pedido, en su caso, al entender que la aplicación de la eximente debe llevar a una sentencia absolutoria.
Al margen del internamiento psiquiátrico, la sentencia prohibió a Víctor G.T. acercarse o comunicarse con la artista durante diez años y rebajó las indemnizaciones solicitadas por daños morales y asistencia psicológica –10.000 y 15.000 euros– hasta los 3.940 euros.
La sentencia consideró probados todos y cada uno de las decenas de actos de acoso y amenazas a los que Víctor G.T. sometió a Bonet a lo largo de tres años. Empezó en julio de 2019, cuando el condenado comenzó a hostigar a la artista acudiendo al local donde trabajaba e impartía clases de cerámica y pintura. El joven combinó el acoso en su lugar de trabajo con seguimientos a Bonet en eventos y actos públicos y a través de correos electrónicos y mensajes por las redes sociales.
Uno de los episodios más graves sucedió el día que Víctor G.T. golpeó el cristal del estudio de Bonet y levantó y bajó la persiana mientras preguntaba y miraba a la artista. Pasó delante del taller toda la mañana y no se marchó hasta que los Mossos d'Esquadra le convencieron para que lo hiciera.
El confinamiento acabó con el acoso físico pero no con el digital. En un hilo de mensajes en Twitter que le valió su primera orden de alejamiento, el condenado escribió: “Más te vale no volver a pisar mi ciudad porque como me cruce contigo voy a estrangularte y descuartizarte para complacer a todos los miserables vagabundos que habitan las calles de Barcelona. Verás qué festín, dejaré los ojos para lo último y me guardaré los pezones en una fiambrera para mi propio disfrute […] Si lo prefieres puedes suplicar clemencia a este violador, torturador y psicópata; solamente serás violada hasta tener tu tercer y último aborto tras padecer una paliza eterna”.
Alzadas las restricciones por la pandemia, Víctor G.T., dejó varios objetos en el taller de la artista, entre los que destacan un bloc de notas con poemas, una foto del propio acusado y un sobre que llevaba escrito su nombre y la expresión “el violador”, que en su interior contenía un muñeco de plástico en forma de anguila cortado en trocitos, en alusión a uno de los proyectos artísticos de Bonet.
Ya con una orden de alejamiento sobre él, en 2021 el condenado acudió al taller de Bonet, llamó varias veces a la puerta para darle un ramo de flores y se negó a irse pese a las llamadas que la artista y sus alumnas hicieron a la policía. Sobre la una de la madrugada, Bonet, que se había quedado a dormir en el taller por miedo a salir y toparse con su acosador, pudo escuchar como él gritaba desde la calle y trataba de asomarse agarrándose las manos entre las rejas del local. Tuvo que llamar de nuevo a los Mossos.
Todas estas conductas delictivas se produjeron, según la jueza, porque Víctor G.T. “vivía una realidad paralela que invadía su pensamiento y su comportamiento hasta límites irracionales” lo que le hacía imposible “actuar de acuerdo con una comprensión normal”. La Fiscalía cree que Víctor G.T. era plenamente consciente de lo que hacía cuando acosó a Bonet. La decisión ahora depende de la Audiencia de Barcelona.