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El fracaso de la negociación con ERC para entrar al Govern agudiza las diferencias entre sectores de Junts

Elsa Artadi, el president Quim Torra y Joan Canadell, en una foto de archivo de 2019

Arturo Puente

10 de mayo de 2021 22:20 h

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“Los partidos políticos hoy no son sectas y hay, afortunadamente, opiniones diversas y plurales, en todos los partidos”, ha afirmado este lunes el secretario general de Junts, Jordi Sànchez. “En Junts per Catalunya los acuerdos los toma la ejecutiva y todas las decisiones tomadas hasta ahora por unanimidad son para llegar a un acuerdo de Govern”, ha añadido, despejando así la pregunta de la periodista Laura Rosel en El Matí de Catalunya Ràdio sobre las divergencias entre los sectores de su partido sobre la repetición electoral. Sin embargo, más allá de la posición oficial, durante la última semana en la que las tensiones con ERC han crecido hasta hacer descarrilar la negociación, las diferencias entre sectores internos de la formación se han agudizado y han subrayado la existencia de hasta tres grupos con opiniones distintas sobre qué hacer con la investidura de Pere Aragonès.

Durante la mayor parte de las 11 semanas que ha durado la negociación, Sànchez y la dirección de Junts han mantenido un discurso que aseguraba, por una parte, que buscaban un acuerdo con ERC para entrar al Govern y, a la vez, que si ese pacto se mostraba imposible investirían a Aragonès para evitar una repetición electoral. Con este equilibrio, Sànchez trataba de aunar a la corriente más favorable a una incorporación de Junts al nuevo Ejecutivo, posición representada principalmente por actuales consellers como Meritxell Budó o Damià Calvet, junto a aquellos que ponían más pegas a la coalición, como los números dos y tres de la lista electoral, Laura Borràs y Joan Canadell.

En los equilibrios que hacia Junts entre la exigencia a ERC y la garantía de nuevas elecciones acabó abriéndose una vía de agua en la rueda de prensa del partido del lunes pasado, cuando la portavoz Elsa Artadi aseguró que cualquier decisión que acabase tomando la formación debía ser avalada por las bases. Incluyendo facilitar la investidura para evitar la repetición electoral y pasar a la oposición. La afirmación respondía a un clima de opinión que se había instalado incluso en ciertos miembros del equipo negociador de JxCat, que afirmaban que ERC no tenía incentivos para moverse si ya sabía que podía haber una investidura sin acuerdo. Junts quería aumentar la presión en un momento clave de la negociación, cuando Aragonès se había incorporado a las conversaciones y ya se discutía sobre el reparto de carteras.

Hasta aquel momento, los republicanos consideraban que el sector de Junts que apostaba por entrar en el Govern se había impuesto. Así se lo habían trasladado, de hecho, algunos negociadores, favorables al acuerdo pero también más beligerantes. Sin embargo las palabras de Artadi pusieron en guardia a los republicanos, que comenzaron a temer que los equilibrios internos de Junts podrían haber cambiado súbitamente. Un día después, Joan Canadell escribía un mensaje en Twitter que no pasó desapercibido: “No sé qué decidirá la militancia de Junts. Dependerá de cuál sea el acuerdo que nos presente. Todos sabemos que el 52% nos emplaza a culminar el proceso, pero si esto no lo acepta ERC, muy probablemente no estaremos en el Govern o habrá que repetir elecciones y que hable la ciudadanía...”.

El miércoles, cuando las conversaciones se retomaron, Artadi acudió junto a Canadell a la reunión en el Parlament. Los republicanos temieron lo peor. Tras una semana en que las negociaciones apenas avanzaron, el pasado viernes Sànchez volvió a repetir el mensaje de Artadi, aunque esta vez de forma más contundente porque ni siquiera descartaba la repetición electoral. “Si la militancia lo avala todo es posible”, resumía el secretario general.

Guerra de declaraciones entre sectores

Aunque la autoridad de Sànchez, que ha dirigido las negociaciones con impronta personal, era capaz de mantener en el mismo barco posiciones tan dispares, lo cierto es que cada sector ha ido enviando mensajes por su cuenta a lo largo de estas semanas. A principios de abril, la presidenta del Parlament, Laura Borràs, aseguró que su partido estaba “más lejos de entrar en el Govern que de no entrar”, unas declaraciones que avivaron la sensación de que Junts se planteaba en serio investir a Aragonès y pasar a la oposición. El propio Sànchez lo había dicho unos días antes: “No vamos a especular con elecciones, si quieren, que gobiernen en minoría”, había exclamado el secretario general en una entrevista con La Vanguardia.

También Canadell, considerado un verso libre pero con fuerte tirón entre las bases de Junts, ya había marcado perfil con anterioridad. Tres semanas después de las elecciones, el expresidente de la Cámara de Comercio afirmó en su cuenta de Twitter que, después de analizar las propuestas de Aragonès, él no “compartía” la “visión del país” del candidato de ERC. “Si esto lo acepta Junts per Catalunya, yo me descarto para estar en el Govern”, remachó el diputado en una serie de mensajes que posteriormente borró.

No era el único que remarcaba que el apoyo a ERC no podía ser a cualquier precio. Diversos nombres del entorno cercano de Carles Puigdemont se manifestaron en la misma dirección a lo largo del mes de abril. El exvicepresident del Parlament, Josep Costa, afirmó rotundo: “El país necesita un Govern y estar bien administrado y bien gestionado. Pero si el precio es enterrar definitivamente el 1-O, creo que esto es peor que unas elecciones”. Mientras, Toni Comín, eurodiputado de Junts y mano derecha de Puigdemont en Waterloo, veía “muy difícil el acuerdo” si ERC no aceptaba “como plan B la hoja de ruta de Junts sobre el desborde democrático”.

Este bombardeo de mensajes que abrían la puerta a una repetición electoral o a un Govern en minoría de ERC fueron rápidamente replicados, días más tarde, por un aluvión de opiniones del sector más institucional del partido. Una de las que más se ha significado ha sido la consellera de la presidencia, Meritxell Budó, que desde mediados de abril hasta prácticamente la semana pasada ha insistido en que su partido debe formar parte del nuevo Ejecutivo catalán y ha descartado una repetición electoral a toda costa. “Junts tiene que estar en el Govern en la próxima legislatura”, afirmó la portavoz del Govern la semana pasada, tras considerar que su partido tiene “vocación de gobierno”.

El silencio de Puigdemont

El sector institucional, con los consellers, la corriente más dura encabezada por el entorno de Quim Torra o el 'freerider' Canadell y el equipo intermedio que dirige el partido a cuatro manos entre Sànchez y Artadi forman un triángulo que solo se articula gracias al liderazgo total que ejerce Puigdemont. Sin embargo, el expresident apenas se ha referido a la situación política catalana desde que optó por no recoger su acta de diputado catalán para conservar el escaño europeo. Hasta el momento, el líder en Waterloo había delegado en Sànchez la marcha de las conversaciones, con el convencimiento de que conseguiría algunas de las cuestiones que se consideraban de mínimos, como un buen acuerdo sobre el Consell per la República como actor principal para la dirección estratégica independentista.

Sin embargo, un acuerdo amplio que se esperaba ha hecho aguas en las últimas horas y, pese a que Sànchez insiste en que la situación aún se puede reconducir, ERC se muestra dura y exige una investidura antes de continuar con la negociación del Govern. Mientras tanto, el único mensaje lanzado por el expresident ha sido reproducir el comunicado del Consell per la República en el que el organismo afirma que desea un Ejecutivo con todas las fuerzas independentistas y niegan que tengan intención de ejercer tutelas sobre el nuevo president.

La dirección de Junts asume que en este momento los escenarios solo son tres: seguir intentando el gran acuerdo que ahora ERC rechaza, intentar un acuerdo de mínimos con o sin entrada en el Govern o presentar ante sus bases un no acuerdo y preguntar explícitamente sobre la investidura. Puigdemont ha evitado hasta el momento entrar públicamente en el debate sobre los próximos pasos, más allá de afirmar este sábado que su partido “se prepara para seguir batallando desde donde haga falta” aunque en la dirección todos son conscientes de que el máximo líder tiene la posibilidad de inclinar la balanza en cualquier consulta a las bases por lo que, sin un acuerdo que presentarles, las repetición electoral en Catalunya está hoy mucho más cerca que el viernes pasado.

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