Manuel Valls hizo de la necesidad virtud y, tras fracasar en las elecciones municipales de Barcelona, se convirtió en actor decisivo que le dio la Alcaldía a Ada Colau para arrebatársela al independentismo. Pero su gesto ha acelerado la ruptura de Ciudadanos con su plataforma y deja ahora su futuro en el aire: sin una estructura de partido y con una financiación reducida tras el divorcio, el exprimer ministro francés deberá reconfigurar su política de alianzas.
Valls, que prometió que se quedaría los cuatro años de mandato como concejal raso si no ganaba las elecciones, se encuentra de momento meditando en silencio cómo encarar un escenario en el que pasará a liderar un grupo de tres o hasta dos concejales, en función de si Celestino Corbacho acaba abandonándolo y pasando a Ciudadanos. Los términos del divorcio con los ediles del partido naranja están todavía por determinar, pero lo que está claro es que se crearán dos grupos municipales y el de los naranjas lo encabezará Mari Luz Guilarte.
La financiación que recibirá la plataforma de Valls se verá también afectada por la separación. No solo porque Ciudadanos aportó una parte “muy importante” del dinero con el que pagó su campaña electoral -así lo reconoció él en una entrevista-, sino porque el montante que iba a ingresar la plataforma por la subvención a su grupo municipal se verá reducida al quedar ahora Valls con tres concejales.
Con sus cinco concejales en el anterior mandato, Ciudadanos ingresó alrededor de 300.000 euros anuales, una cifra que su candidatura contaba con multiplicar y que ahora se reducirá significativamente al separarse en dos grupos. Con todo, la cifra total que la lista Barcelona pel Canvi recibirá por los resultados del 26-M todavía no es definitiva.
Por otro lado, está la cuestión de si Valls, una vez rotas las amarras con Ciudadanos decide impulsar un proyecto político propio. En este sentido, una de las incógnitas en materia de financiación es si sus pobres resultados harán que le den la espalda los empresarios que participaron en su despegue en la ciudad cuando todavía no había fraguado la alianza con Ciudadanos y que le habrían dispensado un salario mensual de unos 20.000 euros durante la precampaña, según el diario Ara.
Valls no cuenta en Barcelona con una estructura de partido sólida, y aunque tiene Barcelona pel Canvi registrado como partido, la candidatura ha descansado sobre un pequeño núcleo de asesores y el gabinete de comunicación, con el cuartel general en Jardinets de Gràcia. Desde Ciudadanos expresaron su malestar por considerar que Valls hacía y deshacía en la candidatura sin contar con el equipo municipal, aunque de cara al público han mantenido siempre una imagen de unión, con foto incluida el día del pleno de investidura.
Sin Ciudadanos, Valls se queda por ahora huérfano de alianzas políticas estables y con el único favor de partidos marginales como Lliures y UPyD. Pero su gesto de investir a Colau pese a las diferencias ideológicas le podría abrir otras puertas. La cintura demostrada por el exprimer ministro francés, que se jacta de haber cambiado una “concepción sectaria” de la política española –en recientes palabras a Le Parisien–, le han valido los elogios de socialistas e incluso algunos 'comuns' que le podrían conferir un nuevo rol en el consistorio.
Los 'comuns', necesitados de mayorías para sacar adelante su programa y con una ERC rebotada, se resisten a que su mandato quede en manos de Valls, pero el PSC lo ve con mejores ojos al tener mayor coincidencia programática. Liberado de la ortodoxia de Ciudadanos, Valls lo tiene más fácil para acercarse a los socialistas, partido al que perteneció en Francia y que siempre ha reivindicado.
En este sentido, la salida de Corbacho es para Valls una pésima noticia que va más allá de la pérdida de un concejal. Pasando de tres a dos ediles deja de tener mayoría en el pleno con 'comuns' y PSC -sumarían ahora 20 de 21 concejales necesarios-, con lo que su capacidad de influencia en el consistorio se vería reducida.
De hecho, la ruptura de Valls y Rivera se explica por la importación que el exprimer ministro ha hecho del cordón sanitario a la extrema derecha que impera en Francia. Por contra, en España, Ciudadanos no ha tenido problemas para unir sus votos a Vox en autonomías y municipios, lo que Valls criticó desde el pacto andaluz y que en los últimos días le ha valido a Rivera varios toques de atención del partido de Macron, su teórico aliado liberal en Europa.
Otro camino que podría emprender Valls, aunque es más incierto, sería liderar un todavía embrionario espacio de centroderecha catalanista no independentista. Exdirigentes de Unió y personas del entorno de Ciudadanos disgustadas con la estrategia de Albert Rivera trabajan para crear una formación que ocupe el centroderecha moderado que está huérfano desde la deriva soberanista y posterior implosión de Convergència, que barrió del mapa a Unió Democràtica. No obstante, en contra de esta operación juega el calendario, puesto que unas eventuales elecciones autonómicas en otoño o invierno le darían poco tiempo a consolidarse.