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Itziar González e Iago Otero: “Debemos recuperar el derecho a la política”

Itziar González i Iago Otero a Barcelona / JORDI MOTA

Jordi Subirana

Barcelona —

“El crecimiento económico ilimitado, probablemente, no es posible. Y si es posible no es deseable. No resuelve ni resolverá la pobreza ni la desigualdad. El crecimiento económico no nos hace felices. Tiene un efecto nefasto sobre el medio ambiente y las condiciones de vida. Tenemos que ir hacia economías más pequeñas, apostar por modelos más sostenibles y códigos de valores más humanos, alejados del concepto de riqueza asociado al dinero y al capital. Se trata de prosperar sin crecimiento económico”. Quién lo dice es Iago Otero (Terrassa, 1981), doctor en Ciencias Ambientales, activista y militante de la CUP (Candidatura de Unitat Popular) que actualmente trabaja en la Universidad de Humboldt, en Berlín. Su nombre todavía no es muy conocido, pero las últimas semanas ha empezado a salir en los medios por haber escrito a cuatro manos el libro Revoltes (Edicions DAU) con la arquitecta, urbanista y exconcejala con el PSC en el Ayuntamiento de Barcelona, Itziar González (Barcelona, 1967).

Revoltes es un diálogo entre Otero y González, con preguntas y respuestas a dos bandas, que se ha gestado entre Barcelona, Sant Celoni, Matadepera, Cervera de la Marenda y Berlín. Una dura crítica del sistema actual, trufada de menciones personales y profesionales, con interesantes y constructivas reflexiones sobre el decrecimiento económico, la participación ciudadana, las nuevas formas de hacer política, el proceso soberanista, el turismo y, evidentemente, el paso de González por el Ayuntamiento de Barcelona.

González fue concejala de Ciutat Vella entre 2007 y 2010. Aquel año dimitió por estar en contra de la construcción del hotel del Palau de la Música, que ella consideraba irregular, y después de sufrir seguimientos, amenazas y ataques personales por su acción política contra la corrupción y denunciar el cobro de comisiones por el otorgamiento de licencias en Ciutat Vella. Desde entonces, González no se ha cansado de criticar la servidumbre de Barcelona al poder económico, principalmente el turístico, la presencia de redes que utilizan Ciutat Vella para blanquear dinero, el acoso inmobiliario y la expulsión del vecindario y del comercio de proximidad.

González recuerda en Revoltes todos aquellos años y se muestra muy crítica con el Ayuntamiento: “El diseño de la institución en la que entré se basa en la opacidad. El vecino no ve qué pasa dentro de la casa común. La Administración pública, sencillamente, no es transparente. Los electores votan unos determinados programas, pero después no disponen de herramientas para hacer el seguimiento de la ejecución”, dice.

Acoso inmobiliario en Ciutat Vella

En el libro, la exconcejala define Ciutat Vella como el “distrito económico más potente de Catalunya”. Hay un gran movimiento de dinero y un gran volumen de negocio en manos de empresarios relacionados con los lobbies hoteleros e inmobiliarios. Más adelante, denuncia que “aparecen personas que pertenecen a grupos internacionales de inversión inmobiliaria, muchos de los cuales tienen la sede en paraísos fiscales, que compran bloques enteros en Ciutat Vella, seguramente como vía para blanquear dinero. Con operaciones de acoso inmobiliario, consiguen vaciar los edificios con alquileres antiguos y baratos y después los transforman en edificios de apartamentos turísticos o quizás también en futuros hoteles”. Y concluye que “si antes Barcelona era una ciudad con puerto, ahora hay un gran puerto con Barcelona como extensión. En la Zona Franca hay unas dinámicas de entrada y de salida de mercancías del puerto, legales e ilegales, que han contaminado la ciudad de forma cancerosa. Hay una red de economía no controlada que afecta Ciutat Vella y desde allá se expande hacia el Eixample...”

“¿Es el mal?”, pregunta Otero.

“Sí, es el mal. Es la carencia de control social”, responde González.

En 2010, González dimitió ante la negativa del alcalde Jordi Hereu de retirar el proyecto de construcción del hotel del Palau. En Revoltes lo recuerda así: “Desde el primer momento que llegué a la concejalía había sobre la mesa la voluntad por parte de Fèlix Millet y de la Fundación Palau de la Música de hacer un hotel en unas fincas junto al Palau. Pude revisar el proyecto y vi que era irregular”, explica la arquitecta.

“Escribí una carta al alcalde Hereu para decirle que se trataba de un proceso urbanístico irregular y le pedía que lo parara. No lo hizo y, a al cabo de dos meses, me reuní con él. Le pregunté qué pasaría con el hotel. Me dijo que lo harían. Al día siguiente dimití”, añade en otro momento del libro.

El Parlamento Ciudadano

Decepcionada de la política tradicional, González no se plantea volver a ir en una lista electoral al uso. “No aceptaría nunca más figurar en una lista electoral si no fuera la propia ciudadanía la que me lo pidiera”. Pero esto no significa que no le interese la política. Todo lo contrario. Defiende que se tiene que ir hacia una mayor participación ciudadana y fórmulas de democracia directa. “Mi disidencia pública del actual sistema representativo no es contra la política sino una defensa del derecho a la política que tenemos todas las personas y que hay que recuperar”. “Debemos recuperar el derecho ala política”, dicen los autores de Revoltes.

Uno de los proyectos de los que la arquitecta forma parte es el Parlamento Ciudadano. Ella lo define como un espacio de creación colectiva de nuevos marcos legales y de nuevos espacios de aprendizaje. “Tiene que ser una cámara donde se exprese la fuerza de la ciudadanía, que pueda hacer leyes y consultas. Hace falta que sea un espacio abierto y complementario de la democracia representativa, sin casi estructuras, y con las personas en el epicentro de las actuaciones. Tiene que ser un reflejo de la buena política, un espacio de contrapoder y de musculación política de la ciudadanía”.

Quizás, el inicio de este cambio que aspira conseguir González fue el 15-M. Otero recuerda aquel movimiento así: “El 15-M fue una forma con que la ciudadanía pudo expresar el descontento acumulado, dotarse de una cierta autoconciencia de poder e iniciarse políticamente. Los primeros días fueron principalmente de catarsis... Después de la fase catártica, la movilización intentó pasar a una fase más de propuestas, que más adelante he tendido a interpretar de una forma más prudente. Nos guste o no, aquello no fue una revolución porque las estructuras de poder y el funcionamiento del sistema económico se mantuvieron intactas después del 15-M”.

En Revoltes, Otero y González intuyen que se divisa un cambio social, económico y político profundo y la posibilidad de entrar en una etapa postcapitalista. Otero defiende la necesidad de recuperar los territorios y volverlos a poner en una vía de evolución de acuerdo con sus especificidades ecológicas, culturales e históricas. “Nuestro modelo de crecimiento urbano e industrial ha dilapidado en cuestión de décadas unos recursos que habían sostenido las poblaciones de este país durante siglos. Hablo de la tierra, el agua, los bosques, la costa o las montañas. Nos hemos cargado la base de nuestra supervivencia y hay que decir muy claramente que nuestra supervivencia futura dependerá del estado en que tengamos los recursos locales”.

2015 es un año de elecciones y el descontento de la ciudadanía hacia la clase política dominante puede llevar a Podemos a aglutinar una parte muy importante de los votos y quién sabe si, incluso, ganar las elecciones generales del otoño.

¿Representa Podemos el cambio de modelo del que hablan al libro? González lo tiene claro: “Podemos es una fase más de la concienciación ciudadana. Si Pablo Iglesias piensa solo en ser presidente del Gobierno se equivocará y su vida política todavía será más fugaz. Tiene que darse cuenta que el suyo no será un paso único ni definitivo. Estamos a unos siete años de iniciar un cambio político. Ahora nos encontramos en el espacio prepolítico. Dentro de unos siete años, la gente habrá tomado conciencia y no se dejará manipular”, dice la arquitecta, que también plantea una huelga general revolucionaria o una acción masiva de desobediencia civil como paso previo obligado al cambio político.

Sobre el proceso soberanista

Algunas de las opiniones políticas de Revoltes son sobre el proceso soberanista abierto en Catalunya. Otero lo ve así: “Alrededor de la independencia hay una movilización popular masiva como no se ha visto nunca en la historia del país. Nos estamos planteando deshacernos de los vínculos de un estado, pero la reflexión y la movilización pueden ir más allá... No sólo tenemos que definir qué estado queremos, sino ser críticos con el propio concepto de estado”.

Otros puntos de vista hacen referencia al actual sistema democrático. Otero lo critica citando al poeta Enric Casasses. “Los que dicen que vivimos en un país democrático, concluye Casasses, no saben griego. Democracia quiere decir que el pueblo se gobierna y hay que tener pan en el ojo para pensar que la situación actual es democrática. El mal funcionamiento de la democracia no está ligado a la crisis económica, a pesar de que esta ha evidenciado la sumisión de la primera al poder financiero”.

Y en todo este proceso de cambios que plantean, ¿qué papel tiene que jugar la izquierda tradicional? ¿En un hipotético frente que tumbe la hegemonía del capital tienen lugar los partidos autodenominados de izquierdas que han impulsado políticas de recortes?

“Históricamente, la división de la izquierda ha facilitado la victoria de la derecha, cosa que me hace pensar que haría falta un frente lo más amplio posible. Pero también es cierto que, según qué partidos se incluyan –en clara referencia al PSC, ERC e ICV--, esto dejará de ser un frente de izquierdas. Hay un compromiso entre votos y legitimidad”, subraya Otero.

Sobre este hipotético frente de izquierdas, González opina: “Las derechas demasiado a menudo han vivido de llegar al poder y desviar fondos hacia sus partidos y lobbies. Algunos partidos de centro-izquierda, como por ejemplo el PSC, no han podido evitar estar involucrados en casos de traición a una correcta gestión del presupuesto público y han desviado fondos hacia el propio partido o han favorecido los lobbies correspondientes. La izquierda que ha gobernado está políticamente deslegitimada en parte por eso. Por lo tanto, es muy difícil que la creación de un nuevo frente de izquierdas lo pueda liderar el PSC... También sufre esta desconfianza ciudadana una ICV que ha participado en gobiernos donde ha habido prácticas corruptas y clientelares y de las cuales quizás no se han desmarcado bastante. Los dos habrían facilitado unas hegemonías políticas que no han hecho de la lucha contra la corrupción su prioridad. También hay que decir que tanto el PSC como ICV en Catalunya han promovido más políticas de redistribución de la riqueza que no la derecha. Esto está claro, y Barcelona, por ejemplo, ha hecho un giro espectacular después de sólo dos años y medio de gobierno de la derecha... Respecto a ERC tengo mis dudas. Los tres han marcado una diferencia, sobre todo en políticas sociales y territoriales, pero han fallado en la cuestión democrática y de control de la corrupción. No pueden liderar una nueva alianza de izquierdas. Aun así, la participación de estos partidos, y especialmente las bases, en la creación del espacio de confluencia los puede redimir y liberar de todas las contradicciones anteriores, de forma que también podrían jugar un papel en la alianza de un frente de las izquierdas. Entonces, confluirían con las nuevas formaciones como la CUP, con un ideario netamente más democrático, asambleario y moderno, que desde la proximidad va construyendo un discurso de más amplio espectro”.

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