El incremento de los delitos de odio –un 9,3% más de denuncias en el primer semestre del año en comparación con 2019– tiene entre sus víctimas a las personas LGTBI. En los últimos meses en Catalunya se han registrado agresiones violentas contra homosexuales, como la ocurrida en la playa del Somorrostro y que provocó la entrada en prisión provisional de sus presuntos autores. Joan Caballero, especialista en delitos de odio y grupos violentos e investigador del Centro de Estudios e Iniciativas sobre Discriminación y Violencia, vincula el crecimiento de denuncias con el afloramiento de una 'cifra oscura' de ataques que antes no se denunciaban, advierte de grupos informales de jóvenes que cometen agresiones como manera de terminar una noche de fiesta y alerta sobre cómo los discursos de partidos y organizaciones de extrema derecha legitiman a los agresores. El mes que viene publicará 'Redes de Odio' (Editorial Delta).
¿Por qué estamos viendo este crecimiento de agresiones LGTBIfóbicas?
Hay varios factores. Con el uso de las redes sociales es mucho más sencillo denunciar una agresión sin tener que pasar por los canales oficiales tradicionales. Se ha avanzado en derechos y mucha gente que no se atrevía a hacer este tipo de denuncias ha conseguido hacerlas pero por las redes sociales, más que por canales oficiales. La agresión homófoba en un McDonalds de Barcelona del Orgullo de 2018 primero se denunció en redes y después se judicializó. Cada vez hay más denuncias y salen a la luz más delitos que antes se quedaban la denominada 'cifra oscura', es decir, los actos delictivos que existían pero no se denunciaban. Una agresión verbal homófoba, o un empujón son tipos de acoso que muchas veces no se denunciaban porque se pensaba 'bueno mejor irse a casa y dejarlo', pero ahora no y se denuncia. Es algo positivo. Se denuncia más porque hay menos miedo a denunciar.
Se denuncia más. ¿También hay más odio?
En la sociedad también hay más odio y más discurso de odio muy bien elaborado. Desgraciadamente mucha gente se ha abrazado a discursos de odio proclamados por grupos políticos populistas, de extrema derecha o incluso asociaciones neonazis. Si se va modulando un discurso con medias verdades llega un momento en que gente que no tiene postulados políticos extremos termina creyéndoselos igualmente. La consecuencia no tiene que ser siempre una agresión física, puede ser incluso más habitual denegar un puesto de trabajo o vetar la presencia en un establecimiento.
Esta semana el conseller de Interior de la Generalitat reveló la existencia de grupos que se reunían para ir “de cacería” contra homosexuales, pero negó que fueran tramas organizadas. ¿Cuál es la diferencia?
Hay que diferenciar entre un grupo organizado violento, como pudieran ser los neonazis Hammer Skins o Blood&Honour, y un grupo informal. Los primeros son clandestinos, jerarquizados y con líderes, sedes repartidas geográficamente e incluso pueden moverse por diferentes países. Los segundos son grupos que tienen una estructura muy informal, no hay un líder, y suele haber afinidad porque tienen la misma edad, se conocen de antes o a través de terceros. Pueden cometer una agresión, ya sea homófoba o contra una persona sin hogar, al terminar una noche de fiesta. No está planificada, no hay un grado de organización sofisticado, no hay una cúpula, ni literatura común, etc.
Sería el caso por ejemplo de la agresión de la playa del Somorrostro de Barcelona del pasado mes de mayo.
Cada uno de los miembros de ese grupo informal tiene su propia narrativa, que comulga con la de los de su lado. No buscan un objetivo, no lo marcan y se ponen a seguirlo e investigarlo. La agresión es en cierto modo improvisada, se encuentran un objetivo fácil, una víctima con pocas o sin opciones de defenderse, un lugar de fácil escapatoria. Se ataca cuando cuadra todo el marco de oportunidad delictiva. Seguramente la agresión física viene precedida de acoso y agresiones verbales continuas, porque como van en grupo se lo pueden permitir.
¿Estos grupos informales se pueden vincular con una ideología concreta?
Ya no tiene que ser un neonazi para ser agresivo y violento. No podemos pensar que todas las agresiones homófobas o racistas que vemos las cometen neonazis porque no es así. Es un error. Estamos viendo gente que se está retroalimentado de una narrativa extremista que viene de muchos lados. Deberíamos ser más críticos con las redes sociales. Aunque las redes ayudan a elevar la denuncias también son un canal de difusión de discursos que no se sabe de dónde vienen pero que complacen a mucha gente que no se considera extremista. El discurso extremista discurre por canales informales y es más peligroso cuando se cuela en los oficiales. Hay partidos políticos que lanzan un mensaje muy bien estudiado para que la gente corriente le dé un apoyo moral. Cuando un ciudadano medio responde a un mensaje de este tipo con normalidad, por ejemplo dando por buenas las mentiras y medias verdades sobre los menores no acompañados, como extremista ya has ganado.
¿En algunos jueces y operadores jurídicos todavía hay el estereotipo de que un delito de odio solo lo puede cometer un neonazi?
Hay que tener en cuenta que muchos de estos grupos extremistas han hecho un esfuerzo por desvincularse de la imagen clásica del neonazi de los años 80 o 90. Ahora intentan dar la imagen de que son 'sociales', reparten alimentos, aunque solo a españoles. Se han esforzado en salir del cliché de la banda que solo se dedica a pegar a personas sin hogar por la noche. Y todo es un proceso lento. Se ha avanzado, pero por el camino se ha tenido que formar a jueces, policías y fiscales para conseguir detectar que cuando alguien viene a denunciar unas lesiones no se quede solo ahí, sino que se incluya la agravante de discriminación. Hay que seguir formando, pero se ha avanzado. Es en cierto modo parecido a lo que ocurrió con la violencia de género hace unos años, cuando se empezó a denunciar más y la sociedad tomó conciencia. El camino pasa por seguir denunciando.
En uno de sus estudios hablaba de indicadores de radicalización de las personas jóvenes. ¿Cuáles son?
Hay varios. La música por ejemplo es un canal que ayuda a buscar tu posicionamiento social. Dentro de la música hay todo tipo de géneros y también existe la música politizada violenta que abre unas puertas a una serie de grupos informales o formales ligados a la clandestinidad, que pude ser muy atractiva para un joven. También son importantes los espacios de socialización, por ejemplo gimnasios que pueden ser formas de captar a la gente para grupos formales o informales.
El discurso del odio empieza porque se quiere homogeneizar una sociedad que ya no lo es
¿Existe una relación entre el aumento de agresiones de odio y el discurso de Vox sobre el 'lobby gay' o las mentiras sobre los migrantes?
El mensaje de Vox, como partido que tiene un altavoz al estar en las instituciones, claro que ayuda a este aumento. Pero también ayuda el mensaje de otras instituciones, como la Iglesia, que se ponen de perfil ante las agresiones. Vox nunca dirá que hay que ir a pegar al homosexual o al inmigrante, pero da legitimidad a la persona que es suficientemente extremista para ir más allá. La persona potencialmente agresora incorpora el mensaje de Vox y no necesita que el partido le diga que hay que agredir a un colectivo.
Cuando Vox habla de 'invasión musulmana' no dice explícitamente que hay que agredir a nadie, pero ayuda a que una persona insulte a una mujer musulmana con sus hijos cuando los vea por la calle, o a que un empresario deniegue un trabajo a un inmigrante o a un homosexual. El discurso de Vox legitima unas creencias o unas tendencias agresivas previas, no hace falta una orden concreta. El fenómeno de Vox sucede en toda Europa y era raro que no ocurriera en España.
¿Hay un patrón similar en toda Europa?
Hay mensajes comunes de lo que se ha venido a llamar 'identitarismo'. En relación a la homofobia y al racismo la narrativa extremista señala al movimiento LGTBI por ser un peligro para un pueblo fuerte y con muchos hijos, sin olvidar el machismo. Se caricaturiza a la mujer lesbiana, sin hijos, frente a la mujer musulmana con siete u ocho niños que sirve para emitir el falso mensaje de 'invasión musulmana'. El discurso se va contaminando, y puede acabar llegando a convertirse en un 'meme' que consume cualquier conocido nuestro, que termine creyéndoselo y legitimándolo. Es un fenómeno complejo pero constante en campañas por toda Europa. Cuando más se consumen más se puede radicalizar alguien e impregnarse del mensaje intolerante. El siguiente paso es juntarse con afines y eso es una bomba. Si se dan la cadena de oportunidades delictivas puede llegarse al extremo de cometer un ataque.
¿Qué soluciones hay?
Hay gente que es malvada por naturaleza y que impondrá su intolerancia por encima de cualquier razón. Eso no quita que hay que llevar a cabo políticas criminales, educativas y también mediáticas. Hay que apartar el altavoz que a veces se da a grupos extremistas, evitar accidentes o errores como el de la presidenta de la Comunidad de Madrid, que durante la pandemia agradeció a un grupo ultra como Frente Atlético que diera alimentos. A nivel de políticas públicas se tendría que impulsar una oficina contra los delitos de odio, y a nivel educativo potenciar la enseñanza en ciudadanía, que desde pequeños entendamos que no somos un país homogéneo, sino diverso, y que es algo positivo. El discurso del odio empieza porque se quiere homogeneizar una sociedad que ya no lo es.