El secesionismo había renunciado a la independencia unilateral por la vía de los hechos ya en la pasada legislatura, cuando la desobediencia se limitó a colgar una pancarta en el Palau de la Generalitat en periodo electoral, una acción que le costó la inhabilitación a Quim Torra, y a desoír al Constitucional cuando el Parlament decidió reprobar a la monarquía, una votación que le ha supuesto una imputación a Roger Torrent. Pero cada vez que se preguntaba a sus dirigentes por la posibilidad de volver a celebrar un referéndum ilegal o desempolvar una declaración unilateral de independencia mareaban con respuestas ambiguas. Lo despachaban a menudo con el latiguillo “no se puede descartar nada”, aunque también insistían en que su opción era la vía escocesa. Mantener el equívoco contentaba a algunos sectores del independentismo, dotaba de argumentos a los que no se fiaban de que la voluntad de diálogo del independentismo fuese real y era munición preciada para los que se oponen a los indultos a los presos. Oriol Junqueras, uno de los que se había mostrado más reacio a la medida de gracia que permitiría su salida de la cárcel de manera inmediata, ha querido ahora rematar el viraje político de ERC y su apuesta por la negociación con el Gobierno de Pedro Sánchez en un artículo que marca un punto de inflexión en la estrategia del secesionismo: sí a la legalidad y sí a los indultos. Primero fueron los hechos y ahora han llegado las palabras.
El presidente de ERC ha pasado de afirmar que el Gobierno podía meterse los indultos por donde le cupiesen a valorarlos como positivos, pese a no citarlos en el texto, por considerarlos como gestos que ayudan a “aliviar el conflicto, paliar el dolor de la represión y el sufrimiento de la sociedad catalana”. Su discurso allana el camino al Gobierno y sirva de prueba que uno de los barones socialistas más críticos, el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, ha calificado de “muy importante” el gesto del líder republicano. Junqueras facilita la vida a Sánchez y desmonta algunos de los argumentos de los convocantes de la manifestación de la plaza de Colón. La organizarán igualmente y darán por no escuchado lo dicho por Junqueras, pero sus declaraciones juegan en contra del discurso de PP, Ciudadanos y Vox para justificar su rechazo a los indultos y su oposición a un diálogo que pretende explorar una salida política al conflicto catalán.
En ERC subrayan que las palabras de su líder no pueden interpretarse como una renuncia a la unilateralidad pese a que en la carta, tras reafirmarse en su apuesta por un referéndum pactado, añade que “otras vías no son viables ni deseables en la medida en que, de hecho, nos alejan del objetivo a alcanzar”. Es lo más lejos que han ido hasta ahora tanto Junqueras como el independentismo. Solo hace falta comparar esta afirmación con la que aparecía en el último programa electoral de los republicanos, cuando defendían que había que “prepararse para un eventual escenario de referéndum no acordado”. Y se añadía: “El Estado ha de saber que su negativa a negociar un referéndum, si perdura en el tiempo, puede desembocar en una acción unilateral del independentismo”. ERC ganó esas elecciones, por primera vez desde la restauración de la democracia preside la Generalitat, y considera que la mesa del diálogo es “una oportunidad”. Nada que ver con el discurso que hacía y sigue haciendo el anterior president, Quim Torra, como demostró en un tuit en el que dirigiéndose al líder republicano afirmó que la unilateral es “la única vía posible”.
El medio es el mensaje y los estrategas de ERC, que han fijado la comunicación como una prioridad, lo tienen muy claro. De ahí que la elección de La Sexta y del diario ARA para lanzar la carta de Junqueras tiene también su importancia. No optó por una entrevista sino por un artículo para precisar qué quería decir y qué no, y en un texto pensado no solo para los votantes independentistas. Más bien todo lo contrario, era un mensaje también o sobre todo para los catalanes que no son independentistas. Por primera vez entonó un mea culpa por la actitud que el secesionismo mantuvo en octubre del 2017. “Debemos ser conscientes de que nuestra respuesta tampoco fue entendida como plenamente legítima por una parte de la sociedad, también de la catalana”. Hasta ahora, solo la expresidenta del Parlament, Carme Forcadell, había reconocido, dos años después del 1-O, la “falta de empatía” respecto a los ciudadanos que rechazan una separación del resto de España.
Esta vez, Junts ha replicado a Junqueras de forma tímida y sin hurgar en las diferencias, solo recordando que ellos consideran que no hay que renunciar a ninguna vía, tampoco la de unilateralidad. “Las vías no las marcamos sólo nosotros, sobre todo las está marcando el Estado español”, defienden en el partido de Puigdemont. No esconden su escepticismo respecto a los frutos que pueda dar la mesa del diálogo y recuerdan siempre que pueden que esta es una apuesta de ERC. Recurriendo a una de las expresiones que más fortuna ha hecho en el argot independentista, el vicepresidente y hombre fuerte de Junts en el Govern, Jordi Puigneró, afirmaba este domingo en una entrevista que pese a la poca fe que tienen en la negociación con Sánchez, no van a saltarse esta pantalla.
La llamada vía escocesa es la que defienden todos los partidos independentistas, y eso incluye a la CUP. Lo era ya antes y forma parte del pacto de gobierno rubricado entre ERC y Junts. El independentismo considera que la victoria del SNP, el partido de Nicola Sturgeon, y su pretensión de celebrar un nuevo referéndum en Escocia (que Boris Johnson rechaza) puede ayudarles de cara a ganar también apoyos fuera de España.
Los próximos pasos
La carta de Junqueras coincidió en el tiempo con la fotografía que ilustra la nueva etapa que se pretende abrir en la Moncloa y el Palau de la Generalitat. El acto era importante por quien lo convocaba, la patronal Foment, presidida por el exdiputado de Unió Josep Sánchez Llibre, por el homenajeado, el conde de Godó, y porque sus otros dos protagonistas, Pedro Sánchez y Pere Aragonès, eran plenamente conscientes de la importancia que tenían su presencia y sus discursos. Ambos abogaron por abrir un diálogo que, según reconoció el presidente de la Generalitat, será “extremadamente difícil”. Sánchez, por su parte, reclamó abandonar enfrentamientos que “solo han traído dolor” y transitar por esta nueva vía dejando de lado los “cálculos electorales”. Con la bendición de los principales nombres del empresariado catalán, quedaba formalizada una nueva etapa.
“Si ofreces diálogo, no se va a producir un portazo de buenas a primeras”, resume un ministro para interpretar que el Govern no podía hacer otra cosa que aferrarse a la mano tendida de Sánchez. Los independentistas niegan que el presidente del Gobierno se la esté jugando por ellos e insisten en que habrá que ver en qué se concretan las buenas intenciones. Los indultos son un primer paso, reconocen, aunque en su opinión es insuficiente. En Junts insisten en que hay que buscar también una solución para los dirigentes que están fuera (la opción más viable es la reforma del Código Penal puesto que modificará la pena de sedición y facilitaría el regreso de Puigdemont y el resto) y que la solución política no puede ser otra que permitir la celebración de un referéndum.
Sánchez y Aragonès han acordado reunirse este mismo mes de junio. Los indultos, como ha dejado entrever públicamente el ministro Miquel Iceta en las últimas horas, estarán acordados también antes del verano. Después, según los planes de la Moncloa, se celebraría la primera reunión de la mesa del diálogo. Todos han empezado a mover sus fichas. Con Junqueras fuera de la cárcel se confirmará también otra de las decisiones que ha adoptado ERC y es que su organización interna sea la más parecida a la del PNV. Un modelo de bicefalia que ya está en marcha desde octubre del 2017 pese a que su líder esté en la cárcel, y en el que Aragonès tenga un perfil más de gestor y de entente con Junts en el Govern, mientras el discurso de partido se reserva para Junqueras. Lo que está por ver es si su tono será semejante al estilo calmado de Ortuzar o al más provocador del fallecido Arzalluz.