Hubo rechinar de dientes en sectores del soberanismo cuando, el verano pasado, Carles Puigdemont dio la consigna de que a Junts no debía importarle si en España gobernaba el PSOE o el PP y que solo debía prestar sus votos a quien se comprometiese a resolver el conflicto en Catalunya. ¿Cómo podía ser lo mismo el Gobierno que había hecho todo lo posible para que los líderes independentistas entrasen en prisión que el que los había sacado?, se preguntaban. Pero a Puigdemont los indultos no le habían alcanzado y, una vez tomada la decisión de negociar en el Congreso, su cálculo era que los votos de Junts subirían de precio si en vez de un posible comprador tenían dos.
Si bien la estrategia del expresident no tuvo un efecto claro en cuanto al precio de sus apoyos, sí ha servido para provocar, medio año después, un inesperado enredo del PP. Todo ello a cuenta de las negociaciones que mantuvo con Junts en aquel agosto de desesperación en el que, por muchas puertas que tocase, a Alberto Núñez Feijóo no le salían los números para una investidura.
Este fin de semana hasta 16 medios, incluido elDiario.es, citaron fuentes de máxima solvencia del PP que revelaban que el partido estudió durante 24 horas la propuesta de la amnistía que les había hecho llegar Puigdemont y también que estaban abiertos a concederle un indulto, condicionado a que el expresident diese unos pasos inasumibles para Junts.
Aún con la duda de quién tiró la piedra que ha abierto un boquete en el PP este fin de semana, Junts ha optado este lunes por esconder la mano. Tras la reunión de la Ejecutiva ampliada de Junts, el portavoz de la formación, Josep Rius, ha repetido más de media docena de veces la misma fórmula para esquivar las preguntas: “Ya hemos dicho todo lo que teníamos que decir [sobre los encuentros con el PP], si tenemos que añadir algo, lo haremos”. Esa última parte, la que abre la posibilidad de dar más detalles sobre la negociación que mantuvieron con el PP, es la que Junts tenía más interés en subrayar.
Una advertencia velada, pero sin romper la consigna de Puigdemont de que Junts ha de ser un partido capaz de negociar sin miramientos con PP o PSOE, bajo la idea de que ambos son poco más que amos de llaves ('masovers', en catalán) de las instancias que realmente tienen el poder en el Estado. En la misma comparecencia de este lunes, Rius ha repetido que Junts tiene “las manos libres para pactar” ya que “no forma parte de ningún bloque de partidos español”.
“Todo se sabrá”, aseguró Carles Puigdemont la semana pasada en una carta a los eurodiputados. El expresident respondía un tono evidentemente dolido a la investigación que la Eurocámara había aprobado de los vínculos de Rusia con diversos fenómenos de desestabilización europeos y, entre ellos, los contactos con el independentismo catalán. “Si hubiéramos apoyado a Feijóo, esto no pasaría”, se quejó el independentista, metiendo en el mismo saco la votación del Parlamento Europeo y las investigaciones judiciales en España. Pero, al acabar la carta, recordaba que podía tirar de la manta y destapar alguna cuestión espinosa referida a las negociaciones con el PP.
Tres días después, el equipo de Núñez Feijóo se metió en el jardín de la amnistía, y lo hizo en plena recta final de una carrera electoral capital para el líder. “Nosotros no tenemos ningún interés en entrar en la campaña gallega”, remarcan fuentes de Junts para explicar la prudencia del partido a la hora de reaccionar al caos de declaraciones y matizaciones en el PP. Con todo, aseguran que no hay ningún pacto de silencio con los conservadores españoles.
Negociación por la amnistía
Pese a todo, Junts está en un momento delicado en la negociación de la amnistía con el PSOE. La semana que viene la comisión de Justicia vuelve a reunirse, con el mismo texto y las mismas enmiendas que ya provocaron el choque hace dos semanas. Solo que ahora no hay segunda oportunidad y la ley se hundirá si alguien no cede. En las filas socialistas están convencidos de que acabará siendo Junts, entre otras razones porque no podría explicar en el mundo independentista que no se termine aprobando la amnistía.
La presión del mundo independentista hacia Junts tiene margen para aumentar pero es limitada. Nada hizo hace dos semanas que la formación se sumase a partidos como ERC, Bildu, PNV o BNG y votase a favor del texto consensuado sobre la amnistía y, por difícil que sea explicar qué negociaba en verano con el PP, no parece que ahora los de Puigdemont vayan a sucumbir a la pretensión de ERC de que den explicaciones sobre aquellos contactos estivales.
“Nosotros también recibimos la llamada del PP y contestamos que no negociaríamos con los del 'a por ellos' y los de la Operación Catalunya”, se ha quejado la portavoz republicana, Raquel Sans. Los republicanos consideran que detrás del embrollo político de los últimos días hay, por una parte, un intento de que se vuelva a hablar de indultos para que se deje de hablar de amnistía. Y, por otro lado, ven que hay una voluntad clara tanto del PP como de Junts de no cerrarse puertas mutuamente para un futuro acuerdo.
“Hay quien sueña con su Majestic”, resumen con malicia en el entorno de ERC, en referencia al acuerdo entre José María Aznar y Jordi Pujol que llevó al primero a la Moncloa. Los republicanos llevan años martilleando a sus máximos rivales con ese tipo de fórmulas que les dibujan como los continuadores de Convergència y como un partido capaz de pactar con la derecha española. Y, al igual que la canción que representará a España en Eurovisión trata de resignificar la palabra “zorra”, Junts parece tratar de apropiarse de las acusaciones de sus rivales y, ahora, ya no niega la posibilidad de entenderse con el PP como hacía la antigua Convergència.